Ganar batallas culturales puede dar mucha alegría, pero las que dan votos son las económicas. El flamante gobierno de Mauricio Macri no ignora ese precepto y está midiendo con cuidado sus primeros movimientos para desmontar la bomba que le armó Cristina Fernández especialmente en el último tramo de su gestión por una mezcla de razones a la que no son ajenos el populismo, la ineptitud, las pésimas intenciones, la inoperancia de Axel Kicillof y cierta cuota de resentimiento personal.
Cualesquiera sean no obstante las causas del desastre heredado, el hecho es que al abrir la caja Macri se encontró sin reservas, con una inflación que se disparó al 3% mensual en los últimos 20 días, un déficit del 7% del PBI y para coronar sus problemas el cepo. No puede eliminarlo sin dólares para defender el peso. Si lo hiciera en las actuales condiciones, el golpe inflacionario resultaría demoledor para los ingresos del 80% de la población y el malestar social tendría derivaciones imprevisibles.
Entre los desastres que le dejó CFK, uno estalló rápidamente. El gobierno anticipó que no estaba dispuesto a convalidar el turbio negocio de los dólares vendidos a futuro a 10 pesos cuando la cotización ya era de 14. Las ventas las hizo el ex titular del BCRA, Alejandro Vanoli, y deben pagarse en enero.
Cuando su reemplazante, Federico Sturzenegger, les anticipó a los bancos que revisaría los contratos, los empresarios pusieron el grito en los medios y lo acusaron de "defaulteador". Se trata de los mismos intermediarios que deberían conseguir los dólares para que Alfonso Prat Gay levante el cepo. Amenazaron con no comprarle más Lebac al Central, es decir, prestarle dinero.
Como se ve el problema no es únicamente el comportamiento del gobierno que se fue, sino el de los jugadores económicos que quedan. En ese grupo están además los empresarios que realizaron una monumental remarcación preventiva de precios. A esa conducta seguirá la lógica réplica de los sindicalistas que quieren un piso del 30% para las negociaciones paritarias. Y como todos quieren sacar, pero nadie pone el ingreso de dólares sigue bastante verde. La típica puja sectorial que habitualmente ha llevado al desastre.
Los empresarios del campo iban a liquidar 8 mil millones de dólares, pero esa cifra en las últimas horas parece haberse encogido a 3 mil. La diferencia habrá que conseguirla de los bancos que ya empezaron a arrastrar los pies. A lo que debe agregarse que inyectar dólares en la plaza sin hacer un ajuste fiscal y monetario adecuado derivaría en que las reservas se esfumen en el corto plazo.
Las pruebas en ese sentido son abrumadoras. El último en tener esa mala experiencia fue Kicillof en el verano de 2014.
Pero no todo fueron malas noticias para Macri. Debutó en el poder con un triunfo en su pulseada con Cristina Fernández que quiso complicarle la asunción presidencial con un acto propio el día 10 en el Congreso. Como se anticipó en este espacio hace una semana, la ex presidenta quería ser la protagonista de la jornada reduciendo a Macri a un simple partenaire. Pero el presidente electo la desplazó de la escena y la obligó a retirarse del poder el 9.
El multitudinario acto que hizo la presidenta ese día en la Plaza de Mayo era el mismo que tenía armado para el siguiente en la del Congreso. No pudo ser. Contraatacó con la decisión de no participar de la ceremonia del traspaso pero Macri la armó igual en el Congreso y varios senadores, diputados y gobernadores cristinista resistieron la orden de vaciar la ceremonia.
Además de debilitar a Macri, la ex presidenta pretendía ponerse a la cabeza de la oposición peronista, proyecto que comenzó a desflecarse la noche del miércoles 9, cuando el hasta entonces hegemónico bloque de senadores kirchneristas no pudo reunir quórum para aprobar las leyes que ella reclamaba.
Macri tiene el diálogo abierto con los gobernadores peronistas y con sus representantes en el Congreso.
Las dos partes saben que se necesitan mutuamente para que la gobernabilidad no colapse; esa mutua dependencia terminará aislando a Cristina Fernández. El desafío que enfrenta ahora el gobierno es el del poder económico. Debe tratarlo con la misma decisión y la misma estrategia que usa con los políticos. Es inútil hablarles con el corazón como hizo el extinto radical Juan Carlos Pugliese. Debe hacerlo con el bolsillo. Es el único idioma para el que no necesitan traductor.