Opinión
Con perdón de la palabra

Luis Gallardo, mi padre

Se llamaba Luis Francisco Gallardo Cantilo, pero firmaba Luis F. Gallardo. Algunos amigos le tomaban el pelo, afirmando que la inicial efe correspondía a folleto. Ya que mi padre había escrito unos cuantos, entre ellos alguno titulados El porqué de la violencia, Las Fuerzas Armadas y la Defensa Nacional, Debemos Criar Ovejas.­

Se preguntará el lector qué interés puede tener para el público que les hable de mi padre. Trataré de explicarlo.

Papá fue un hombre singular, de acentuada personalidad, lo cual justifica escribir sobre él en un diario de gran circulación. ­

Nació accidentalmente en París, cuando allí estaban sus padres haciendo un viaje. Estudió Derecho en La Plata, pero no llegó a graduarse pues dejó de estudiarlo debido a que José Peco se hartó de bocharlo en Penal, por razones ideológicas.­

Fue un niño mimado por su madre y por la sociedad donde se movía. Un Blue Boy como decían por entonces. Buen mozo, elegante, desfiló como abanderado de la Legión Cívica, fuerza civil militarizada que fundara el general José Félix Uriburu cuando ejerció la presidencia provisional del país en los años 30. Alguna vez marchó al frente de la Legión ocultando bajo el paño de la bandera su pistola Colt Super 38, automática, en previsión de un ataque del Clan Radical, grupo de choque yrigoyenista. Su padre, Angel Gallardo, además de reconocido hombre de ciencia fue canciller de Alvear y radical. Pero radical galerita, es decir antipersonalista. Papá se escapó por el balcón de su casa para tomar parte en la revolución del 6 de septiembre. Y lo metieron preso, yendo a parar al Cuadro Quinto de la Penitenciaría Nacional.­

Formó parte de la Liga Republicana. Pero, decepcionado de la política, se fue a vivir al campo, a la estancia Huinca Hué donde yo me crié, próxima a la estación Pirovano del entonces Ferrocarril Sud, hoy General Roca.

Católico practicante, fundó con Manuel García Verde y Pablo Hary la Hermandad de Nuestra Señora de las Pampas, cuyo estatuto escribió al igual que las circulares que se remitían periódicamente a los miembros de la Hermandad.

Hombre emprendedor, además de Huinca Hué, compró otros dos campos: Santa María de Lihué Calel, en La Pampa, y Santa María del Desierto, también en La Pampa, rodeada de extensas travesías en donde crecen la jarilla, los alpatacos y los chañares. ­

El casco de Santa María del Desierto, como el de Lihué Calel, tenía forma de fortaleza, con almenas. Cierta vez lo vio desde el aire Syilvester Stallone, mientras volaba en helicóptero, y quiso comprar el campo a cualquier precio, pero una hermana mía, que lo había heredado de Papá, se negó a venderlo.

Allí pasaba mi padre largas temporadas cuando, viudo de Mamá y vuelto a casar, decidió hacer una vida más retirada que aquella que llevaba habitualmente.

Llevaba barba, sus nietos lo llamaban El Abuelo de la Barba, usaba boina, calzaba alpargatas y se abrigaba con una especie de gabán tejido con lana de sus ovejas. ­

Murió en paz con Dios. ­