Opinión
Mirador político

Los “stand up” sobran

 

El espectáculo montado por el presidente Javier Milei el domingo por la noche en el Congreso fue tan institucionalmente superfluo como agraviante para quienes asistieron desde las bancas. A lo que se puede añadir que políticamente consistió en más de lo mismo: otra fase de la agotadora “blitzkrieg” verbal lanzada desde diciembre pasado; un aluvión de palabras de un gobierno anémico de poder estatal. Ningún discurso podrá cambiar esa fragilidad, sólo las urnas, en caso de que la estabilidad macroeconómica se mantenga. Y eso lo sabe perfectamente Milei que no le habló a los legisladores, sino a los mercados, como pudo comprobarse al día siguiente. El manoseo institucional fue tan innecesario como injustificable.

El equilibrio fiscal y la invectiva constituyen las únicas armas de que dispone el Presidente y con las que se ha sostenido en el poder hasta ahora. El palabrerío supuestamente académico es en realidad una apelación a la magia de eliminar los obstáculos que le ponen los políticos invocando el buen orden de las cuentas públicas como un mantra. Repitió ante el Parlamento más o menos lo mismo que había dicho últimamente ante la SRA, la UIA y el IAEF.

Las invocaciones no son, sin embargo, las que sostienen la gobernabilidad, sino las expectativas. Mientras estas no colapsen la resistencia opositora seguirá arrinconada. La oposición política es débil, porque está desconectada de los ciudadanos que dice representar. La mediática lo es, porque machaca con el apocalipsis social con tanta euforia como falta de empatía con su público. Buena parte de la prensa que se ha mimetizado con los políticos confunde la realidad con sus aspiraciones. Juega a la política, pero comete el peor de los errores que un político puede cometer: siembra pesimismo.

En ese aspecto la línea divisoria entre Milei y el resto es nítida y no está relacionada con la escuela económica vienesa. Mientras las distintas tribus peronistas, la parte mayoritaria de la UCR que la sigue y la izquierda decimonónica apuestan a planes, subsidios, “empleo” público y prebendas a financiar por el Estado para ganar apoyo electoral, Milei propone lo contrario: achicar la caja del Estado, es decir, cortar la fuente de financiamiento del clientelismo, un negocio ruinoso para el país que ya dura 80 años.

El gran descubrimiento del balotaje de noviembre fue que los que se quedan afuera de la repartija que gerencia la “casta” son mayoría y parecen haber comprendido su situación. De allí su odio a los políticos que reproduce el discurso de Milei y el recorte del gasto público anexo.

Esa idea parece gozar hoy de un consenso social inédito, pero dos circunstancias la debilitan. La primera es la innecesaria sobreactuación de su promotor. La segunda, los números que no cuadran, como los 60 mil millones de dólares de ajuste a las provincias que anunció y que no eran tales. La situación es crítica y el ajuste, socialmente doloroso. La seriedad es obligatoria. Los “stand up”, sobran.