Opinión
Mirador político

Los inflacionistas

El Gobierno avanza con lentitud en el saneamiento de la economía en gran medida porque se encuentra con una fuerza equivalente y contraria para preservar el aumento del gasto público y la consiguiente inflación. Así, su principal problema no es dar con la política acertada para superar una herencia macro catastrófica, sino gambetear las piedras que le pone en el camino una dirigencia con tendencias inflacionistas congénitas.

Esa dirigencia intenta incrementar el gasto público sin otro recurso que el de la emisión. El ejemplo más a mano es el del aumento jubilatorio sin financiamiento sancionado por el Congreso con mayorías agravadas en ambas cámaras, lo que dejó en claro que el populismo está extendido a casi toda la clase política, como así también la razón por la cual la Argentina es el único país que lidia desde hace décadas con una inflación que hundió en la miseria a la mitad de su población, aunque cuenta con recursos naturales que le permitirían al doble de sus habitantes vivir con holgura.

Javier Milei vetó esa ley, pero para que el veto no sea rechazado el Gobierno resolvió llegar a un entendimiento con el PRO, lo que impediría que la insistencia parlamentaria alcance los dos tercios.

Sin embargo, ahí no terminan sus problemas, porque la oposición, en particular la de la UCR, quiere también aumentar el presupuesto de las universidades un 0,14% del PBI sin financiamiento. Pero tampoco ahí termina la presión por fondos: lo que Milei llama peyorativamente “la casta” quiere coparticipar el impuesto al cheque y meter mano en cualquier caja que encuentre.

A lo que hay que sumar que resolvió aplicar nuevos impuestos o aumentar los existentes. Es lo que ocurre con varios municipios bonaerenses. Mientras Luis Caputo baja el impuesto a las importaciones para reducir la inflación, caciques híper K del conurbano como Mayra Mendoza aumentan la presión fiscal en el sentido exactamente contrario.

Pero el afán recaudatorio no termina ahí. Según trascendió, los gobernadores no peronistas del CFI planean quitarle el control de los fondos del organismo a los peronistas. Eso impactaría sobre el manejo de una cifra multimillonaria. El síndrome de abstinencia no respeta nada.

Estos hechos forman parte de lo que los economistas llaman la “coyuntura”: la reacción circunstancial al “no hay plata”. Pero el Gobierno también debe lidiar con otro problema de fondo expuesto en el discurso presidencial del Día de la Industria. El sector goza de créditos, subsidios, exenciones tributarias y barreras arancelarias que le dan una rentabilidad que pagan los consumidores, aunque el doctor Funes de Rioja opine que sus mandantes son las “víctimas”, no los victimarios de esa situación. Además, la famosa “sustitución” de importaciones sustituye bastante poco, porque los insumos productivos hay que importarlos, lo que provoca cíclicamente falta de dólares.

En suma, el saneamiento económico es una tarea ciclópea, con viento en contra y más allá del poder, la ideología y la determinación de un solo gobierno. En particular de uno sin aparato político, enfrentado con todas lascorporaciones y que de manera casi milagrosa no voló todavía por el aire.