Por Armando Cartes Montory *
Pretendo contar desde Chile y desde el sur, pues soy de Concepción, la complejidad enorme que significó, para el gobierno de Bernardo O"Higgins, cumplir el compromiso de llevar la guerra y, con ella, la emancipación, hasta Lima. Lo que significó esta empresa para su gobierno y para él mismo, como gobernante y como persona.
Bernardo O"Higgins asumió la dirección suprema del Estado en circunstancias muy difíciles. Fue el 17 de febrero de 1817, a menos de una semana del triunfo de Chacabuco, que una reunión de vecinos de Santiago le ofreció el poder, con una fórmula extraña que refleja la angustia del momento. Le piden elegir entre la "república absoluta" o la dictadura. Es que Chacabuco de ninguna manera aseguró la libertad de Chile. Muchos realistas huyeron hacia el sur inaugurando una larga campaña, que termina en el fracasado asalto a Talcahuano, en diciembre de ese año. Una nueva expedición española, al mando de Mariano Osorio, el triunfador de Rancagua, trae la guerra de vuelta al centro del país y, tras el desenlace incierto de Cancha Rayada, la victoria se consolida en Maipú.
Estas circunstancias plantearon varios desafíos. Un primer desafío o dificultad fue convencer a los chilenos de embarcarse en un proyecto continental. Para O"Higgins y San Martín, para la Logia, Maipú era solo una etapa de un plan mayor, que buscaba sustraer al continente completo del dominio español, pero en particular a tres países en formación, Argentina, Chile y Perú, más Bolivia si consideramos la configuración actual. Para la enorme mayoría de los chilenos, en cambio, incluso aquellos que habían apoyado la independencia, la guerra había concluido. En verdad, no era así, pues continuaría en el sur, violenta y sin cuartel, por toda la década. Había un agotamiento económico y psicológico y el deseo de reconstruir el país y organizar una república.
COMPROMISO DE HONOR
De manera que cumplir el compromiso de llevar la guerra al Perú era un desafío mayor que iba a tener un costo altísimo para el propio O"Higgins. Era un anhelo antiguo, que con el tiempo se hacía más preciso y cercano. Comienza antes de 1800 con el juramento en Londres de no descansar hasta dar libertad a América. Se renueva en Plumerillo y en Buenos Aires, ante la Logia. Y el 5 de febrero de 1819, en la firma de un convenio con el gobierno de las Provincias Unidas, se concreta el compromiso de armar una Escuadra y liberar al Perú. Para O"Higgins era un compromiso de honor, que puso a prueba su tozudez irlandesa, en contra de una sociedad de Santiago que no lo quería. Lo habían aceptado por sus dotes militares, pero concluida la guerra aspiraban a retomar sus fueros y gobernar el país.
El segundo desafío fue organizar una escuadra. O"Higgins cumplió 42 años el 20 de agosto de 1820, el día que los ocho buques de la escuadra y los 17 transportes se hicieron a la mar en Valparaíso. Miles de personas en los cerros, mujeres llorando a sus maridos, ancianos despidiéndose de sus nietos. Hubo escenas de mucha ansiedad y angustia. Se oyeron arengas, cantos y poesías.
El General en Jefe del Ejército era el general José de San Martín, quien ostentaba el grado de capitán general del Ejército de Chile. Iba como jefe del estado mayor, el general Juan Gregorio de Las Heras. El parque seguía a cargo del sargento mayor Luis Beltrán, el mismo fraile que lo había conducido en 1817, al cruzar la cordillera de los Andes. Muestra la continuidad entre ambas expediciones.
Hubo que hacer un esfuerzo enorme para adquirir naves, avituallarlas, artillarlas, obtener tripulaciones. Todo convergió en una poderosa fuerza naval de 25 navíos, con 6.030 almas a bordo, rumbo al Perú.
El tercer desafío fue concretar un ambicioso proyecto geopolítico ¿Cuál era el proyecto detrás de la Escuadra? Es la llamada Confederación del Sur. Para 1820 O"Higgins había renunciado a su inicial federalismo, pero creía en una confederación de naciones. Así lo dice en un manifiesto a los pueblos de Chile, en 1818 y también al agente norteamericano Worthington. Así se explica la bandera de tres estrellas que enarboló la expedición libertadora, aun cuando los buques navegaron bajo bandera chilena. La expedición fue una expresión de un alto americanismo, como el cruce de los Andes.
El cuarto desafío era pelear una guerra... y sobrevivir políticamente en el intento. Para el Libertador O"Higgins la campaña del Perú tuvo un alto costo. Su lealtad a San Martín mermó su popularidad, pues la ciudadanía sentía que no se habían cumplido los objetivos y que Cochrane había tenido un mejor papel. Pero el mayor costo no fue económico y militar sino que, en definitiva, político. O"Higgins destinó todas las energías del Estado a cumplir su plan continental, descuidando la situación del sur. No era solo una guerra cruel y sangrienta, por algo se le llamó la Guerra a Muerte, sino que generó una terrible hambruna y desolación.
Finalmente, el levantamiento del sur, tierra de la que O"Higgins era originario, fue la consecuencia más grave de su lealtad al proyecto continental. El sur se levantó en armas y, para evitar una guerra civil, prefirió abdicar. Marchó a Lima, rumbo a un exilio que sería definitivo. Desde el mar dirigió una proclama de despedida. Repetía así el viaje que hizo la Expedición Libertadora que tantos desvelos le provocara; y la travesía que había hecho de adolescente, a educarse a la capital del virreinato. Perú lo recibió con generosidad; allí vivió el último tercio de su vida. Allí, aunque menos activo en política, igualmente mantuvo los ideales americanistas que habían marcado su vida.
* Doctor en historia, Universidad de Concepción.