Opinión
Tipos sociales

“Los chantas”

Por José Luis Rinaldi

“Es un chanta” solemos escuchar a diario. Porque el ser chanta es más que una característica de algún aspecto de la vida del otro, ya que se acerca a su definición como persona. Pareciera que hace a su personalidad, que lo constituye.
Las facetas múltiples que la sociedad le ha dado al término por un lado, y la variedad de ocupaciones y circunstancias en las cuales se manifiesta, vuelven difícil dar un concepto unívoco de la palabra.
Pertenece al ámbito del lunfardo, presumiblemente como una reducción de la palabra de origen genovés “ciantapuffi”, luego “chantapufi” y más tarde reducida a solo “chanta”. Es un término muy nuestro, con el cual abarcamos una cantidad de conductas y actitudes negativas que como decíamos, pueden llegar a definir a esa persona.
Así, es un chanta el informal, el ventajero, el simulador, el tramposo, el descarado, el falto de esfuerzo, el perezoso, el manipulador, el maestro del engaño, el no confiable, el estafador… y muchas de esas características suelen darse juntas en esa persona.

¿QUIÉN NO HA CONOCIDO ALGUNO?
Aquel operario que todo lo puede arreglar pero que se va y todo vuelve a funcionar tan mal como antes; el mecánico del auto que nada nos soluciona pero nos cobra como sí; el vendedor que nos asegura ciertos usos de lo que estamos comprando que nunca podrá prestarnos.
En una entrevista de trabajo, afirma sus variadas habilidades y capacidades, para luego demostrar que no puede afrontar o solucionar cuestiones mucho más sencillas. En el ámbito académico también es muy común encontrar chantas; la misma o casi idéntica publicación en diversas revistas de la especialidad; “papers” sin ninguna profundidad, pero la clave está en el número no en la consistencia.
El engaño en cuanto a la seriedad de sus investigaciones, muchas veces plagiadas de revistas extranjeras; la cátedra como forma de ascender pero no como transmisión de conocimientos y valores a sus alumnos; sus ausencias reiteradas porque los congresos internacionales (que son su debilidad, pero solo cuando transcurren en determinados lugares geográficos) que resultan más tours turísticos que otra cosa, los que le impiden el dictado de sus clases; la repetición año a año de los mismos contenidos; su falta de actualización; el incumplimiento del horario preestablecido.

EL CONFERENCIANTE
Y cuando se trata de un conferenciante, el chanta muestra la hilacha cuando, en lugar de tratar el tema para el cual se lo ha convocado, por su falta de esfuerzo y dedicación trata otro con poca vinculación con el título de su disertación, que seguramente ya lo ha expuesto en alguna otra oportunidad, dejando al público en ascuas acerca del tema de la convocatoria.
También otra forma de demostrar su liviandad en cuanto no ha preparado su exposición, se da cuando no respeta el tiempo que se le ha acordado, y entonces su improvisación demuestra la ausencia de cierta reflexión propia, con la imposibilidad de efectuar una síntesis y atenerse a los minutos otorgados.
Otra posibilidad de caer en este defecto, es cuando el expositor no ha siquiera reflexionado sobre el público al cual va dirigida su exposición (edad, nivel intelectual, modos de atraer y mantener la atención…) factor clave de toda buena conferencia. Y así el público sale defraudado y se siente engañado o por lo menos, confundido.

EN LAS PROFESIONES
Algunas profesiones u ocupaciones suelen agrupar a muchos chantas: así, el ámbito del derecho con promesas incumplidas al cliente, con compromisos no respetados, con consejos que solo buscan su propio beneficio económico por sobre los intereses de quien lo consulta. En la intermediación en la compraventa de propiedades, donde los metros cuadrados aumentan según la buena fe del comprador, o la luminosidad de la publicidad no es tal ni la distribución la prometida; los revendedores de automóviles y su peculiar concepto de “joya”, y aún las mismas agencias, con promesas de entrega inmediata del 0 Km. contra el pago total, pero con una noción del tiempo cuya curva tiende al infinito, con el argumento de que “la fábrica no cumple”.
El hábil vendedor que rápidamente nos convence que lo que buscamos ya no se fabrica más, y por tanto hay que cambiar todo el artefacto que justamente lo tiene en oferta; el taxista que “pasea” al turista para que el viaje le salga más caro. No hay profesión u oficio donde no digan presente los chantas; loa anticuarios, donde la antigüedad de los objetos en venta siempre superan ampliamente el siglo y han pertenecido a algún famoso; los administradores de consorcios, con promesas de operarios que nunca concurren a solucionar los problemas; los constructores de casas y edificios, cuya calidad de materiales pocas veces es respetada y la entrega asegurada para cierta fecha queda salvada por “el mal tiempo” reinante en los últimos meses; el automovilista que quiere pasar por el carril rápido “chupado” por el que tiene el pase; el librero que al no tener la obra que le pedimos, inmediatamente tiene la respuesta: está agotado, aunque en la librería de la cuadra siguiente lo tienen y en oferta; las agencias de turismo y sus paquetes donde a último momento alguno de los destinos prometidos no puede ser cumplido.
Otro modo de expresar su chantería, es el de aquel que nos pide dinero o algo prestado por unos pocos días, y que luego, pasado sobradamente el tiempo acordado, cuando le reclamamos la devolución, todavía se hace el molesto y casi agraviado. Da vuelta la situación y pasamos de víctimas a victimarios, pues justo en “el peor momento económico” o “cuando más lo necesito” pretendemos que devuelva lo que es nuestro; por arte de birlibirloque hemos pasado a ser casi extorsionadores; nos envuelve y engaña y muchas veces sin ningún tapujo ni verguenza invoca las necesidades familiares para intentar justificar su incumplimiento, mientras toma vacaciones en lugares impensados para nosotros.
Es este uno de los aspectos más despreciables del chanta: une varios aspectos, así su habilidad para manipular y engañar, simulador, tramposo, descarado, oportunista.

AMBITO POLITICO
Por último, resulta casi insoslayable mencionar a los políticos, muchos de los cuales pertenecen a este tipo social, con promesas y engaños en sus campañas electorales, sin formación alguna y luego dando explicaciones de su falta de dedicación, de sus ausencias injustificadas, de su actuar algunas veces delictivo, imposible de creerles. Como muestra basta recordar a aquella legisladora que sostuvo que no había tenido tiempo de leer el proyecto de Ley de Bases que se iba a tratar en el recinto.