Opinión
Con perdón de la palabra

Los casos del Club Evaristo (entrega XXXIII): La operación Algeciras

Ya se habían caído las flores de los jacarandás, formando una alfombra entre celeste y violeta a los costados de la Avenida Sarmiento, una de las vías de acceso a la ciudad para quien venga del norte. También se habían caído las del lapacho que está en la esquina de Figueroa Alcorta y Castilla. Y, en la Plaza de Mayo, las copas de los árboles hervían de golondrinas que se abatían sobre ellas al caer la tarde.

Como único incidente digno de mención, vinculado con la sede del Club Evaristo, sólo podría citarse un mal momento que Gatica le hizo pasar a su dueño pues, en una de sus correrías, se comió un ratón, cosa natural en una gata. Pero el caso resultó desgraciado pues se trataba de un ratón que, con esfuerzo y empeño, había sido amaestrado por una vecina. El bicho se sentaba sobre sus patas traseras y juntaba las delanteras en actitud orante, obedecía al llamado de su dueña y trotaba tras los pasos de ésta mientras barría la casa.

Para hacerse perdonar, Avelino invitó a almorzar a su vecina durante una semana. Pero no reprendió a Gatica porque, al fin de cuentas, había actuado conforme a su instinto felino.

En cuanto al caso que se trataría en la respectiva reunión del club, Mariano Gallardo se ofreció para presentar una operación poco conocida de la Guerra de Malvinas, revelada al público por su tío Juan Luis en una novela que escribió sobre el asunto. Dijo Mariano:

–Alguien afirmó: las guerras se pueden ganar y perder; las que no se pueden perder son las posguerras. Y, respecto a la de Malvinas, además de perder la guerra se sigue perdiendo la posguerra. Perder la guerra resultaba una posibilidad muy previsible, pues dependía de múltiples factores, entre otros la actitud que tomarían los Estados Unidos y la eventualidad de conseguir algunos Exocet más de los cinco que teníamos. Perder la posguerra, en cambio, resultaba menos previsible pues obedeció a la campaña de desmalvinización que se llevó a cabo en el país y que era difícil de vaticinar.

“Pues bien, consideraciones generales aparte, lo cierto es que la de Malvinas fue la única contienda internacional en que participó la Argentina durante el siglo XX, ya que en la Segunda Guerra Mundial no llegamos a tomar parte activa. Bastaría este detalle a fin de demostrar la importancia que el conflicto tuvo para el país”.

”Y, si bien la desmalvinización se encargó de insistir respecto a que en Malvinas todo lo habíamos hecho mal, con el paso del tiempo se fue advirtiendo que las cosas no fueron así. Aquí, en el Club Evaristo, nos ocupamos ya del ataque al portaaviones Invincible y de la actuación del submarino San Luis, que constituyeron acciones bien ejecutadas por nuestra parte”.

De la que me ocuparé hoy es otra operación perfectamente planificada, audaz e ingeniosa, que no tuvo éxito por pura casualidad, y que todavía no ha sido suficientemente difundida. Más aún: si no fuera porque un tío mío escribió una novela sobre ella y porque esa novela dio pie a que un director de cine español, Jesús Mora, filmara una película contando la historia, ésta hubiera permanecido entre los asuntos mantenidos en penumbras por los servicios de inteligencia militares. Paso a relatar lo que conozco al respecto!.

–La película de Mora está en Internet –informó Fabiani–. Y se llama Operación Algeciras.

–Así es –admitió Gallardo–. Pero dejame seguir.

GOLPE EN EUROPA

”Ya navegaba hacia el sur la Task Force cuando al almirante Jorge Anaya se le ocurrió que sería conveniente dar un golpe en Europa, generando dudas en cuanto a quiénes fueran los autores del mismo”.

“Ello con intención de que los europeos advirtieran que la flota de la NATO, en vez de estar en condiciones de defenderlos de los rusos, se dirigía hacia un archipiélago próximo al polo sur para librar una guerra colonial. Advertido lo cual, presionarían en procura de un pronto regreso”.

”Y, puesto a considerar la idea, el marino resolvió que un lugar adecuado para realizar el ataque era la base británica del Peñón de Gibraltar pues, de paso, refrescaría la memoria de los españoles respecto a su usurpación por parte de Gran Bretaña”.

”Satisfecho con su proyecto, Anaya llamó al almirante Eduardo Morris Girling, jefe del Servicio de Inteligencia Naval, y le encomendó llevarlo a la práctica”.

”El grupo que se constituyó para realizar la que pronto empezó a denominarse Operación Algeciras, aunque nunca se la denominó así oficialmente, quedó al mando de Héctor Rosales, un capitán retirado; de Máximo Nicoletti (a) El Gordo Alfredo; de Antonio Nelson Latorre (a) El Pelado Diego y de El Marciano, cuyo nombre aún no se conoce”.

MONTONEROS

”Rosales era el único oficial que intervino en la operación. Los otros tres participantes eran montoneros que, capturados, habían optado por colaborar con la Armada. Máximo Nicoletti, buzo, ex comandante de una columna guerrillera y autor del atentado que llevara al fondo de una dársena la fragata Santísima Trinidad, cuan- do estaba en la última etapa de su construcción en el astillero de Río Santiago. El Pelado y El Marciano también se desempeñaban eficazmente como buzos. Algunos volvieron al país desde el extranjero, actuando todos como voluntarios, informados previamente respecto a que, en caso de ser capturados, la Armada negaría toda relación con ellos”.

LOS PROBLEMAS

”Varios problemas tuvo que resolver Girling para organizar la misión que le había sido encomendada. El primero, referido a la documentación que utilizarían los comandos, fue solucionado por otro guerrillero, preso en la Escuela de Mecánica, que se dedicaba a confeccionar documentos falsos. El segundo consistió en cómo enviar a España los explosivos que se emplearían en Gibraltar. Después de considerar varias alternativas, se optó por mandarlos en valija diplomática sin que se enterara de ello el canciller Costa Méndez. Y el modo como se los disimuló consistió en darles la forma de una boya formada por gajos de alegres colores. Por último, hubo que idear un sistema seguro para que los comandos se comunicaran con Buenos Aires, y a la inversa, sin que tales comunicaciones pudieran ser interferidas. Descartadas varias propuestas, se descubrió que las llamadas efectuadas a y desde teléfonos públicos resultaban las más seguras”.

”Los comandos, divididos en dos grupos, viajaron en vuelos de línea hasta Francia y, desde allí, llegaron hasta Algeciras en automóvil, alojándose en un hotel próximo a la playa”.

”El inconveniente con que toparon fue que no había buques de guerra ingleses en el puerto de la base. Luego de adquirir un gomón, provisto de motor fuera de borda, efectuaron sucesivos reconocimientos, haciéndose pasar por aficionados a la pesca submarina”.

“Parece que en uno de ellos se comprobó que las redes de acero que debían clausurar la entrada al puerto de la base no estaban colocadas. Y verificar también que el único barco que allí se hallaba era un pequeño minador, con casco de madera, que no podía considerarse blanco rentable”.

”Comenzó así una larga espera. Durante la cual ingresó a la base un superpetrolero, con bandera de Liberia, para abastecerla de combustible. Por medio del teléfono público, Rosales pidió a Buenos Aires autorización para volarlo. La cual le fue denegada por tratarse de un buque con bandera neutral y porque su hundimiento contaminaría de petróleo el Mediterráneo, enconando la posición europea adversa a la Argentina, manifestada en el bloqueo económico decretado a su respecto. De manera que la espera continuó”.

LA ARIADNE

”Ya habían sido hundidos el Belgrano y la Sheffield cuando, finalmente, una fragata gemela de ésta, la Ariadne, recaló en Gibraltar para seguir luego hacia Malvinas. Había llegado el momento de actuar”.

”Pero, antes de hacerlo, el capitán Rosales y otro de los comandos concurrieron a la agencia donde habían alquilado los automóviles que utilizaban pues, ese día, vencía el arrendamiento de los mismos. Y allí estaban cuando, inopinadamente, se hizo presente el jefe de la policía local, acompañado por algunos agentes, y comenzó a inte- rrogar al marino”.

”Le llamó la atención que éste no pagara con tarjeta de crédito sino con cheque contra una cuenta en Miami y terminó por sorprenderlo en una contradicción respecto a un cheque de la libreta, firmado de antemano. Al verse descubierto, Rosales lo llevó aparte y le reveló su condición de oficial en operaciones, solicitando se le permitiera continuar la misión. El policía no le creyó e informó a sus superiores, que estaban en Málaga. Y, por último, hizo detener a Rosales y su acompañante, como así también a los que estaban durmiendo en el hotel”.

”Comprobada la misión de los comandos, se dio intervención al jefe de gobierno, que a la fecha era Leopoldo Calvo Sotelo y se hallaba casualmente en la zona. Confidencialmente se informó al Rey y, por último, el primer ministro cedió ocho plazas en el avión que había charteado para él y su comitiva, permitiendo que los cuatro comandos, acompañados por cuatro policías, fueron trasladados a Madrid y de allí a Canarias, ya en un avión de línea. Los policías se quedaron en Canarias y los comandos siguieron viaje a Buenos Aires, manteniéndose el asunto en la más absoluta reserva”.

COSTA MENDEZ

”Días después, el canciller español lo llamó a su colega argentino Costa Méndez, para pedir noticias sobre cierta incursión de comandos argentinos en España. Costa Méndez consultó a Anaya y éste le pidió el nombre de los comandos. Costa Méndez requirió el dato al español, que le pasó los nombres que figuraban en los pasa- portes falsos. Lo cual le permitió a Anaya responder, sin mentir, que esos nombres no correspondían a personal de la Armada.

–¿Por qué el policía español se trasladó a la agencia que alquiló los autos, cuando Rosales estaba renovando el alquiler? –se interesó Ferro.

–Mi tío conoció años después al policía –respondió Mariano –y éste le dio la versión siguiente: que, trasladado hacía poco a la Costa del Sol, había dispuesto, como medida general, que las agencias informaran sobre los contratos que formalizaban. Que a él le llamó la atención que un grupo de argentinos arrendara tres coches y ordenó que la agencia le avisara cuando concurrieran allí para devolverlos”.

“Cosa que hizo la agencia, indicando el comisario que se retuviera a los argentinos hasta que él llegara. También le dijo el comisario a mi tío que, cuando comprobó que Rosales era un oficial en operaciones, ya resultaba tarde para permitirle continuar su misión. Pero, antes de embarcar los comandos en el avión fletado por Calvo Sotelo, tuvieron un almuerzo con los policías, donde se brindó por un Gibraltar español y unas Malvinas argentinas”.

–Tengo entendido, sin embargo, que los ingleses dicen haberse enterado del ingreso de los comandos en Francia y que, desde ese momento, los tuvieron monitoreados –señaló Fabiani.

–Eso dicen los ingleses y no creo que sea cierto. Lo que pasa es que no quieren admitir que casi les hayan volado una fragata dentro de la base de Gibraltar, sin que la Inteligencia británica se enterara siquiera de la aproximación de los saboteadores.

–Bueno –concluyó Avelino–. Les propongo que, para terminar la reunión, hagamos el mismo brindis que hicieron los comandos argentinos y los policías españoles: por un Gibraltar español y unas Malvinas argentinas.