Luego del rotundo fracaso de los asesores de Agustín Rossi, es de esperar que los equipos de los aspirantes a presidente hayan revisado su papel en los debates, a fin de enriquecer la calidad de la discusión y al mismo tiempo de evitar que los cuestionamientos a su adversario terminen en respuestas fatales para quien los formule.
La columna pretende hacer un repaso de lo que no debería preguntar el candidato peronista y actual regente del gobierno kirchnerista Sergio Massa, para no recibir retruécanos que pueden mostrarlo como un mentiroso, un cínico o alguien afectado por algún síndrome de personalidad múltiple deliberada, como se le ha endilgado tantas veces.
La primera pregunta que evitar es: “¿Qué va a hacer con las Leliqs si es elegido presidente?”, pregunta que ya se ha hecho en el debate de primera vuelta y que luce como un hábil truco ante un problema que resulta cada vez más insoluble. En realidad, la verdadera pregunta sería: “¿Qué va a hacer con los plazos fijos?”, que son el correlato de fondeo de las Leliqs y constituyen el verdadero problema.
Este instrumento, que en definitiva plasma la idea de ofrecer un interés tentador que desaliente el consumo y que haga que el público elija ahorrar en vez de gastar el dinero que le sobra, para bajar la inflación, sólo puede usarse en un contexto de no emisión, con tasas de interés moderadas, pero en tanto eso no ocurra, como fue el caso durante el gobierno de Fernández y mucho más alevosamente en el período de regencia de Massa, el problema se vuelve explosivo, porque la emisión aumenta la inflación y la tasa que hay que ofrecer para tratar de neutralizarla es tan alta que termina creando más inflación hasta el infinito. El Plan Platita, combinado con el interés que se debe pagar semanalmente por esos papeles, garantiza una hiperinflación. El peor impuesto futuro posible.
Massa fue, en el último año y fracción, quién aceleró ese proceso locamente, al abusar de la emisión, el aumento del gasto, la baja de impuestos sin reducir las erogaciones y el festival de subsidios y regalos de los últimos meses, ahora exagerado hasta la desvergüenza. El regente fue, claramente, quien incendió la pradera. Resulta ridículo que justamente el incendiario les pregunte a los bomberos cómo van a apagar el fuego que él mismo inició, mucho menos criticar cualquier medida que piensen tomar. Esa es la respuesta que va a recibir ante un planteo como el indicado
Por otro lado, Milei y sus economistas, ahora con más apoyo técnico del Pro, tienen claro que se requiere un plan integral con objetivos de corto, mediano y largo plazo para salir del atolladero, y está claro que Massa no tiene ninguno, salvo seguir licuando ingresos de jubilados y trabadores con el sistema que hasta ahora aplicó. Nada puede decir sobre cómo encarará el futuro, salvo cháchara.
La segunda pregunta se interrelaciona con la anterior, y tiene que ver con la supuesta maxidevaluación que aplicaría un presidente prolibertad económica si resultase ganador. Aquí valen las mismas consideraciones que en el caso anterior: la política cambiaria del gobierno, exagerada hasta la ridiculez por el ministro plenipotenciario, ha tratado de ocultar una devaluación del peso que ya se ha producido irreversiblemente. (Además de estafar con un sistema multitier de tipo de cambio a dedo) No se ha reflejado del todo en su valor porque se han hecho toda clase de trampas y se han cometido todo tipo de atropellos para ocultarlo. Eso incluye los operativos policiales, impositivos y de fiscalización para impedir que los mercados libres muestren la realidad, como también el cambio diario de las reglamentaciones en todos los mercados legales para impedir que se desenmascare la mentira del tipo de cambio oficial, las amenazas, feriados y cuánto recurso desesperado exista. Ese accionar ha tenido efectos negativos y de largo plazo, empezando por la virtual parálisis respiratoria de las importaciones y la deuda atrasada por las que se hicieron anteriormente, una nueva hipoteca que se está dejando para la sociedad que deberá portarlo a partir del 10 de diciembre.
Esa irresponsable y hasta delictiva actitud no se disimula con retórica en un debate. Ni poniendo cara de piedra. Otra vez, el incendiario les pregunta a los bomberos cómo van a hacer para parar el incendio sobre el que arrojó tanta nafta. (Con perdón por desperdiciar el escaso combustible) También le rebotará al candidato kirchnerista si se le ocurre ese planteo.
Massa ha dejado deliberadamente un rosario de minas y bombas de tiempo para el nuevo gobierno. Preguntarle ahora cómo va a resolver los problemas que les legó adrede es un acto de hipocresía y cinismo que le debe ser enrostrado. El debate será una buena oportunidad. Tal vez por eso se insistió tanto en prohibir la utilización y exhibición de documentos y series históricas que demuestran este aserto. El populismo odia la evidencia empírica.
La famosa línea que bajó desde la conducción superior de UxP a todos sus estamentos y periodismo amigo que dice que el precio de la nafta, o el transporte o los servicios se multiplicará por 10 si sube un gobierno no kirchnerista será también esgrimida como pregunta o al menos como mecanismo de amedrentamiento. Suponiendo que la sociedad ha perdido la memoria. También rebotará como un boomerang a quien la intente usar. Toda inflación produce una grave distorsión de los precios relativos, mucho más si el gobierno mete la mano con sus controles de precios, generación de desabastecimientos, subsidios al voleo y desesperados que paga toda la población, y también recordándole que quienes pagan precios regalados por el transporte y las tarifas son los vasallos habitantes de AMBA, no de las provincias. Eso, además de los bolsillos de la gente, destroza la inversión y el empleo.
El argumento de que un nuevo gobierno subirá los precios supone que un gobierno hipotético de UxP no los aumentará, ni el tipo de cambio, (otro precio) ni las tarifas, lo cual es falso de toda falsedad, o se tratará de precios al que los bienes no se conseguirán, lo que se pagará con desabastecimientos como los que ya asuelan al país y peores. Un plan integral, por otra parte, contempla un reacomodamiento de salarios, lo que ciertamente dañará los bolsillos de los políticos, sus parientes, amantes y demás socios, piqueteros y otros no trabajadores. Ciertamente las elecciones parecen obnubilar el análisis de las propias víctimas, pero la promesa implícita del massismo de continuar con los precios baratos luego de haber alcanzado el presente nivel de inflación, o de hiperinflación en el último año, es una mentira que hasta los tontos advertirán. El desastre de la salud pública sin insumos clave, de las prepagas al borde de la quiebra, de los copagos, de la negación sistémica de salud al que son sometidos los ciudadanos, también será un argumento que despertará este tipo de preguntas.
Siguiendo en esa misma línea, exactamente lo mismo se puede responder a cualquier pregunta o cuestionamiento sobre la inflación, tema que está imbricado en todos los que se han analizado hasta ahora. El comportamiento del gran visir, montado sobre una enfermedad inflacionaria endémica argentina, de emitir alocadamente, de comprar dólares alocadamente, de colocar Leliqs a una tasa de 3 dígitos, necesitará dos o tres años como mínimo para suavizarse, con mucha suerte. Cualquier opinión del candidato sobre el tema, le caerá inmediata y merecidamente sobre su cabeza.
La inflación deliberada y perversa también sirvió para mostrar falsamente que se bajaba el déficit, cuando en realidad sólo se postergaba una suba inexorable del mismos al crear más distorsiones que no puede permitirse ni aceptarse que ocurran. Como la que sufren los trabajadores y jubilados legítimos, comparados con los desocupados, subsidiados, piqueteros o jubilados de favor. Ayer mismo se pudo constatar un despojo en varios sentidos a los jubilados legítimos, al eliminarse la compensación especial y simultáneamente darse un bono a los jubilados sin aportes, otra aberración electoralista socialistoide y populista, que implica una pérdida para ese sector del 25% frente a la inflación del período.
Mejor tampoco pasar por ninguno de los centros de pérdida y robo del gobierno, porque son indefendibles, incluyendo YPF y el mismísimo Vaca Muerta, saturado de licitaciones y prórroga de concesiones sin licitaciones que no sobrevivirían al análisis de cualquier modesto semisenior de una empresa de auditoría.
En cuanto a la famosa dolarización, más allá de los mecanismos y el momento de implementación, es más que evidente que el peso no tiene ningún valor ni respeto ni local ni internacionalmente. No hay ningún mecanismo que permita creer en que una moneda nueva, o con otro nombre, para mejor decir, no herede el mismo desprecio que el peso. La discusión debe darse y buscar el mejor método y oportunidad para hacerlo. Pero no parece haber alternativas, más allá de que algunos de los consultores elegidos por Milei no han podido encontrar algunas soluciones que tal vez hoy no están al alcance. Pero Massa no tiene alternativa alguna para que el peso vuelva a ser respetado, menos con él en el gobierno.
Se puede argüir que la economía no es el fuerte del ministro de economía, rara frase que suena a Les Luthiers, entonces puede ser interesante pasar a otro rubro: la educación. Se ha puesto mucho énfasis en UxP en que el concepto de vouchers es sinónimo de fin de la enseñanza pública. Eso es, simplemente, un invento. En ninguna parte del mundo donde se aplica ese sistema se ha eliminado la enseñanza pública. Vale para Estados Unidos, vale para Suecia. En esos países, también con la firme oposición del trotskismo sindical docente, que ama ser empleado del estado, lo que se hace es que el estado financia y paga totalmente la educación, pero la gestión educativa la hacen cuerpos de padres. Ya lo sostuvo Juan Llach en un brillante trabajo de hace unas décadas, donde rescataba el valor de la familia, en especial de la madre, como pilar de la permanencia del alumno.
Tampoco el candidato a presidente parece saber mucho de educación, si confunde esos términos. El error u omisión de Milei fue considerar al sistema de vouchers como el único mecanismo de financiamiento estatal sin robo ni adoctrinamiento, como ocurre localmente. El sistema se combina en muchos países con las Chartered schools, por ejemplo, que además premia a las escuelas y paga más a los maestros que se ocupan de ayudar a los alumnos menos aventajados a elevar su nivel escolar. Y también con las escuelas confesionales, que, desde siempre, han sido fundamentales en la educación de los sectores más pobres. Nadie es capaz de determinar qué funciones cumple el Ministerio de Educación de la Nación, pese a su presupuesto sin docentes.
Interpelar a cualquier político o analista que pretenda mejorar la educación argentina, es casi un acto de caradurismo, a la luz de lo que ha hecho el gobierno de Cristina Kirchner y sus delegados en lo que va del siglo. Defender el sistema educativo público tal como existe hoy es un acto canallesco contra las clases más pobres.
Algo similar ocurre con la salud. El candidato de UxP, la coalición formada por la viuda de Kirchner, suele defender la salud pública como si existiera, cuando en realidad se está engañando a los sectores más necesitados de la sociedad negándosele la atención y los medicamentos indispensables, una crisis que, capitaneada por el control de precios sobre las empresas privadas prepagas, ha transformado la salud pública en una suerte de sistema de dispensarios chino o cubano, donde la gente es acompañada hasta su muerte más o menos disimuladamente. Nadie ha dicho que la salud pública deba ser privada. Y en el mejor de los casos, nadie ha hecho más para empujar a los pocos que aún tiene recursos a un sistema desordenado e injusto de salud privada que el Gobierno con el que tan conspicuamente ha colaborado Sergio Massa en los últimos años. Tampoco entonces sería un tópico recomendable para abordar por el candidato, que no tiene nada para exhibir en este rubro, al contrario. Aún sin incluir el papelón-abuso-negociado de la pandemia.
Con lo que, los asesores del candidato peronista-kirchnerista deberían limitarse al tema de la venta de órganos, de los perros, de algunos aspectos caricaturescos de Milei y por el estilo. Tampoco la democracia, que tanto se ha cacareado, parece ser un fuerte del massismo o kirchnerismo, o peronismo, como se le quiera llamar. No es muy creíble que el kirchnerismo y La Cámpora acusen a nadie de antidemocrático.
El debate entonces puede limitarse a determinar cuán bien puede mentir Sergio Massa y si se le cree lo que dice, o cuánto más hábil puede ser en hablar sin decir nada o anular su pasado.
Lo que tiene relación con estas elecciones. Para algunos, el pueblo argentino elige quién quiere que sea su presidente. Para otros, el pueblo argentino elige qué quiere ser.