La denominación del producto implica que en la cara principal de la etiqueta debe figurar su nombre. ¡No, el suyo no! (aunque algunas gaseosas lo hicieron): el nombre del producto.
Dicho de otra manera, el rótulo nos tiene que dejar en claro qué hay dentro de ese envase. Indica la verdadera naturaleza del producto. Esta denominación o la denominación y la marca se presentan en la que hemos llamado "cara principal" de la etiqueta.
Se pueden agregar denominaciones de fantasía, pero la de venta del producto no puede faltar. Cerquita, ahí nomás de la denominación de venta, puede agregarse alguna información que oriente al comprador; por ejemplo, en el caso del café: molido, torrado, etc.
A diferencia de cuando nace un hijo y sus progenitores eligen el nombre que identificará a esa persona, el fabricante no puede elegir a su capricho el nombre del producto, aunque casi sea un hijo para él o ella: debe ser acorde con lo que dicta la legislación para ese producto en particular.
Veamos un ejemplo: si estaban con insomnio y decidieron hacerse un sandwich de jamón crudo y queso, pueden ingresar al CAA online en el enlace www.anmat.gov.ar/Alimentos/normativas-alimentos-caa.asp.
Allí podrán ver que el código está organizado en veintidós capítulos. El capítulo V presenta la normativa correspondiente a la rotulación de alimentos, y en el VI, "Alimentos cárneos y afines", si avanzan hasta el artículo 293 correspondiente a "jamón crudo", verán que se llama así no sólo al cuarto trasero de cerdo curado y muy rico, sino a algo que, además, debe cumplir con una serie de características, como el tiempo mínimo de estacionamiento antes de su venta, entre otras cuestiones.
También verán cuáles son los requerimientos para que una etiqueta pueda indicar "jamón crudo argentino" como denominación de venta. Cada uno de ellos ("jamón crudo" y "jamón crudo argentino") presenta distintas exigencias; entre ellas, por ejemplo, se indica que el estacionamiento para el jamón crudo argentino debe durar doce meses, mientras que el del jamón crudo a secas será de seis meses. ¿Sabían todo esto cuando compraron el jamón para el sandwichito?
* Extractado del libro Etiquetas bajo la lupa de Mariana Koppmann y María Claudia Degrossi