"No es signo (no es una medida) de buena salud
el estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma"
Jiddu Krishnamurti
Cotidianamente leyendo las noticias, tenemos en algunos casos la sensación y en otros la certeza de que vivimos en una sociedad que avanza en un camino que se va volviendo extraño, por momentos peligroso. De hecho, esas noticias manifiestan una pérdida de equilibrio, emergiendo bajo diferentes formas de violencia, cada vez más inexplicables. Los ejemplos pueden ser de los últimos días: un joven que festejando su cumpleaños muere acuchillado por una disputa que comienza con unos menores que arrojan objetos desde un balcón en Mar del Plata, o una política que se horroriza por compras de artículos importados mientras busca refrendar sus dichos en un Smartphone de alta gama que se ha vuelto fetiche en nuestra sociedad, u otro que en un lapsus al referirse a una ONG cita una famosa película porno. Esta nota la puede leer aproximadamente en cualquier momento, solo buscando las noticias de la semana, ya que la sensación es estar viviendo en un estado constante de ficción o pesadilla trágica, en esencia irreal, o al menos eso quisiéramos.
Los episodios se van haciendo cada vez más frecuentes. Desde manifestaciones de algún político o personaje público con falsedades y contradicciones evidentes, que en otro contexto serían cercanos al delirio, o como mencionábamos antes, casos que pasaron de la crónica policial y forense a la vida cotidiana.
Frente a todo ese escenario, esa vivencia, las personas buscan encontrar el equilibrio, entre lo conocido y estos datos de la extraña realidad, entre lo interno y lo externo, constantemente cambiante. La búsqueda de la homeostasis, es inherente a la existencia mental y física, si es que se las quisiera diferenciar. En esa tensión entre elementos está el ser que busca adaptarse y en muchos casos cada vez más para ello paga un precio, bajo formas de malestar, de angustia, de síntomas y hasta enfermedades, que se exteriorizan y luego establecen en lo somático. Las dos piernas que se van separando, en algún momento generarán la lesión muscular y quizás hasta ósea. En la mente es la ruptura traumática o la disociación y buscamos a todo precio no caer en ello, aun a costa de nuestro criterio. Y allí los ejemplo ya sí de la clínica, en la que las consultas por el antiguo malestar neurótico ahora son por pasajes al acto o rupturas psíquicas, bajo la forma de brotes delirantes o psicóticos, son cada vez más frecuentes.
Esa búsqueda de equilibrio se basa en principio en la de un relato, una explicación que permita darle sentido a la existencia, que se llega a percibir como ilusoria, o hasta delirante. De allí la ruptura como adaptación. La primera pregunta puede ser si es verdad, si uno ha entendido bien eso que percibe, o inclusive si no hay algo erróneo en uno mismo. En ese momento hay una bifurcación, al menos transitoria, pero a veces definitiva de caminos. Una vía en ese camino es una toma de conciencia que permita otra perspectiva y así modificar el nuevo paradigma y entender finalmente, a pesar de que seguramente no será aquello sobre lo que nos fundábamos previamente para decodificar esa realidad. La otra vía es la de la búsqueda de confirmación, cosechando ávida y compulsivamente más datos de la "realidad" en lo externo, es decir, más noticias, más redes sociales hoy, más dictámenes de personajes erigidos como referentes, intentando adaptarse, asimilarse sin filtros a eso externo en búsqueda del Santo Grial de la aceptación social.
Los sesgos cognitivos que se basan en aceptar como válido lo que aparentemente prevalece, se fundamentan en la necesidad de adaptarse, de no dejar de pertenecer. Imitar para adaptarse y sobrevivir. ¿Pero imitarse a costa de perderse a uno mismo, plegarse a qué? La tarea se complica en ese caos de información, de datos: vivimos en épocas de redes sociales de información falsa que se establece como dogma, como real, y real que es catalogada como falsa. Las redes sociales, los medios, han instalado la necesidad angustiante de compararse para ser validado, admitido, aprobado y lo disidente es peligroso e implica hacerse cargo de la necesidad de confirmación de los otros para no salir del teatro del absurdo. El costo sin embargo es mayor a la imaginaria pérdida de lugar en esa escena. Diversos estudios actuales nos muestran, una y otra vez, cómo vamos sufriendo emocional y cognitivamente en esta búsqueda desesperada y adictiva de confirmación. Las consecuencias del uso masivo de las diferentes formas de redes sociales, y de las diferentes formas de bombardeo informativo, son en muy escaso tiempo ya una fuente inagotable del estudio del comportamiento humano y no precisamente sus consecuencias positivas.
Jean-Paul Sartre decía que al instante que esperamos ser como otro que uno mismo, en ese momento algo muere en nosotros. Sin duda el origen de la historia del rey desnudo mostraba como todos, excepto un niño, se habían adaptado a la ilusión. ¿Quién era el normal, quién el "loco", es decir aquel fuera de lugar?
O como mencionaba Krishnamurti, quizás la adaptación deba cotejarse previamente con aquello y aquellos a lo cual uno busca adaptarse o cargar con la "excentricidad" de los desadaptados.