Poco después de la irrupción del covid-19, la Organización Mundial de la Salud (OMS) se apuró a empezar a trabajar en un “Acuerdo sobre prevención, preparación y respuesta frente pandemias” y para ello creó incluso un “Órgano de Negociación Intergubernamental” que se encuentra trabajando en un anteproyecto del acuerdo. Este órgano de negociación presentará un informe sobre la marcha de su labor a la 76ª Asamblea Mundial de la Salud, que se prevé celebrar en 2023, mientras que las conclusiones serán examinadas en la 77ª Asamblea Mundial de la Salud prevista para 2024.
Como ya se ha puesto de manifiesto en artículos anteriores, este “tratado pandémico” que se propuso bajo la excusa de “garantizar que las comunidades, los gobiernos y todos los sectores de la sociedad –en el ámbito nacional y a nivel mundial– estuvieran mejor preparados y protegidos, a fin de prevenir y responder a futuras pandemias” encierra peligros vinculados con la potencial pérdida de la soberanía nacional en caso de decretarse una nueva pandemia y el otorgamiento a la OMS de un poder de decisión absoluto sobre las medidas a implementar.
Claro que detrás de este acuerdo y de la propuesta de destinar recursos para la “preparación frente a pandemias” existen millonarios intereses que nada tienen que ver con la intención de proteger a las sociedades. Para lograr su cometido, los actores favorecidos -o mejor dicho, los parásitos- deben crear la idea de que las pandemias son una amenaza cada vez más habitual. Así lo pone de manifiesto en un interesante artículo el exfuncionario médico y científico de la OMS David Bell, médico australiano especialista en Salud Pública y consultor biotecnológico en salud global.
En el texto, titulado “Preparación pandémica: el nuevo parásito”, Bell cita un fragmento de un reciente documento conjunto del Banco Mundial y la OMS, redactado para la reunión de 2022 del G20, que dice: "La frecuencia y el impacto de los patógenos propensos a las pandemias van en aumento. Unas inversiones modestas en capacidades de Preparación y Respuesta Pandémica (PPR) pueden prevenir y contener brotes de enfermedades, reduciendo así drásticamente el coste de la respuesta"
Bell subraya que el documento trata de justificar una petición de financiación internacional sin precedentes en materia de salud pública dirigida al floreciente sector de la preparación y respuesta ante pandemias (PPR). “Las modestas inversiones a las que se refieren incluyen 10.000 millones de dólares en nuevos financiamientos; tres veces el presupuesto anual actual de la OMS”, resalta.
En el siglo anterior a la debacle del covid, las pandemias no aumentaban y su impacto disminuía de forma constante, como se señala en las directrices sobre pandemias de 2019 de la OMS, hace notar Bell, quien contrasta: “El coste de la respuesta al covid también habría sido mucho menor si se hubieran seguido estas directrices de 2019, que se abandonaron aunque estaban basadas en evidencias. Las directrices de la OMS señalan que los enfoques que comprendían los confinamientos del covid serían costosos, especialmente para las personas con ingresos más bajos”.
Sin embargo, la declaración conjunta de la OMS y el Banco Mundial no pretende reflejar la realidad, sino pintar un cuadro a través del cual el público perciba una realidad falsa, asegura el médico especialista en Salud Pública. “Al provocar miedo y deferencia, la respuesta de concentración de riqueza utilizada contra el covid puede normalizarse y luego repetirse. Las afirmaciones falsas presentadas como hechos aceptados han demostrado ser muy eficaces para aumentar la porción de la industria en el pastel financiero mundial. Las agencias internacionales no tienen estándares publicitarios que cumplir”, argumenta.
En ese sentido, explica que cuando una industria absorbe valor material para producir productos en su mayoría incuantificables, las percepciones son vitales. “El crecimiento de la industria de la salud pública sólo puede producirse de dos maneras. En primer lugar, la industria y el público pueden identificar conjuntamente áreas de trabajo mutuamente beneficiosas que el público considere dignas de financiación. En segundo lugar, la industria puede engañar, coaccionar u obligar al público, con la ayuda de gobiernos cooperativos, a prestar un apoyo que no redunda en su interés. Esto último es lo que hacen los parásitos”, grafica Bell.
"Como descargo de responsabilidad, he pasado la mayor parte de mi vida laboral empleado por gobiernos o en presupuestos de ayuda, viviendo del dinero que se sacaba a los contribuyentes para que yo pudiera tenerlo. Puede ser un gran estilo de vida, ya que los salarios y prestaciones de la sanidad mundial suelen ser muy atractivos, permiten viajar a lugares exóticos y suelen ofrecer generosos beneficios en términos de salud y educación”, confiesa el exfuncionario de la OMS, quien añade: “Esto también puede funcionar para el público si la relación es simbiótica, aumentando su salud y bienestar general y mejorando el funcionamiento de una sociedad moralmente decente. A veces puede darse ese resultado”.
EN CONTROL
Bell expresa que para que la salud pública funcione para el público, éste debe seguir controlando esta relación. “Los pájaros picabueyes que se suben a los rinocerontes tienen una útil relación simbiótica con su huésped: eliminan los parásitos de las grietas incómodas de la piel, proporcionando al rinoceronte una piel más sana y menos picores irritantes. Si picotearan los ojos del huésped, estos pájaros dejarían de ser beneficiosos y se convertirían en un parásito merodeador”, ilustra y continúa: “Durante un tiempo, los picabueyes pueden ganar más para sí mismos, dándose un festín con las partes más blandas del rinoceronte. Con el tiempo, su huésped sucumbirá, ya que un rinoceronte ciego, a menos que esté confinado en un zoológico, no puede mantener su ser. Pero el picabueyes, si se deja llevar por la codicia, puede no haber pensado tan lejos hacia adelante”.
Para seguir al mando y gestionar la salud pública en beneficio mutuo, hay que decir la verdad a los ciudadanos, sostiene Bell. “Pero en una industria de resolución de problemas en la que los problemas resueltos ya no requieren trabajo, decir la verdad pone en riesgo la seguridad laboral”, detalla.
"Aquí es donde la relación simbiótica de la sanidad pública tiende a volverse parasitaria. Si a uno le pagan por ocuparse de un problema sanitario concreto, y el problema se resuelve gracias a una buena gestión o a un entorno de riesgo cambiante, hay una necesidad clara y urgente de justificar la continuación del sueldo”, prosigue.
En esa línea, asegura que, a mayor escala, burocracias enteras de salud pública tienen un incentivo para encontrar más problemas que "deben" abordarse, elaborar nuevas normas que luego deben aplicarse e identificar más riesgos que se deben investigar. “Siguen surgiendo y creciendo nuevos organismos internacionales de salud pública, pero no cierran. La gente rara vez elige el despido y el desempleo”, remarca.
Para Bell, aquí es donde la industria de la salud pública tiene una verdadera ventaja. En la naturaleza, los parásitos suelen concentrarse en un solo huésped para sobrevivir, adaptándose para maximizar sus ganancias. Un anquilostoma está diseñado específicamente para sobrevivir en el intestino de su huésped. El huésped, sin embargo, tiene toda una variedad de parásitos, enfermedades y otras preocupaciones acuciantes con las que lidiar. Por lo tanto, el huésped debe ignorar al anquilostoma mientras no suponga una amenaza inmediata evidente. El gusano necesita nutrirse de la sangre del huésped mientras parece relativamente inocuo.
"Un anquilostoma realmente inteligente encontraría la forma de engañar al huésped para que piense que es beneficioso, tal vez promoviendo los beneficios de prácticas medievales como la sangría, como hemos visto con los barbijos y los toques de queda a través de la reciente respuesta covid. La industria sanitaria mundial puede utilizar este enfoque construyendo una historia que les beneficie, lo suficientemente plausible para el público como para pasar un escrutinio rudimentario. Si suena suficientemente especializada, disuadirá de un examen más profundo”, explica el médico especialista en Salud Pública.
"En la versión actual de esta estratagema, el público se enfrenta a una amenaza cada vez mayor de pandemias que devastarán la sociedad si la industria de la salud pública no recibe más dinero. Se les da una historia de urgencia, y se les escuda de las realidades históricas y científicas que la socavarían”, agrega.
Bell hace notar que ya existen organizaciones internacionales de salud pública centradas exclusivamente en hacer frente a las pandemias, como la CEPI, inaugurada por la Fundación Gates, Noruega y Wellcome Trust en el Foro Económico Mundial de 2017, y el nuevo Fondo de Intermediación Financiera para Pandemias del Banco Mundial. “Otros como Gavi, y cada vez más la OMS y Unicef, se centran fuertemente en este ámbito. Muchos de sus patrocinadores, incluidas las grandes empresas farmacéuticas y sus inversores, obtienen enormes ganancias de la espalda de este jugoso tren”, subraya.
Como contrapartida, señala Bell, el contribuyente promedio, que tiene que hacer frente a la inflación, la vida familiar, el trabajo y un sinfín de otras prioridades, difícilmente puede interesarse por la veracidad de lo que dicen los "expertos" en algún lugar lejano. “Deben confiar en que siga existiendo una relación simbiótica y mutuamente beneficiosa. Esperan que la industria de la salud pública haga lo correcto; que siga estando de su lado”, razona el exfuncionario de la OMS, quien advierte: “Tristemente, no es así”.
ANALISIS OCULTOS
Los libros blancos sobre la preparación ante una pandemia no contienen análisis detallados de costes y beneficios, al igual que no se facilitaron para los confinamientos del covid, los cierres de escuelas o la vacunación masiva. Cálculos someros sugieren un escaso beneficio global, por lo que se han evitado. “Ahora vemos cómo esto se traduce en el declive de las economías, el aumento de la pobreza y la desigualdad. Desviar miles de millones de dólares al año a pandemias hipotéticas se sumará a esta carga. Sin embargo, esto se está haciendo, y el público está consintiendo este uso de sus impuestos cada vez más duramente ganados”, insiste Bell.
"Un rinoceronte muerto no mantendrá a muchos picabueyes, y un anquilostoma no sobrevivirá desangrando a su huésped hasta la muerte. Un sector de la sanidad pública que empobrece su base de financiación y perjudica a la sociedad con políticas desacertadas acabará sufriendo las consecuencias. Pero las ganancias a corto plazo del parasitismo son atractivas y los humanos no parecen tener los instintos (o la inteligencia) que mantienen al picabueyes en sana simbiosis”, escribe con ironía el experto en Salud Pública.
Bell considera que así la industria de la salud pública probablemente continuará su trayectoria actual, aumentando la desigualdad y la pobreza, cómodamente en el extremo receptor de la redistribución de la riqueza que promueve. “El dinero solicitado para la preparación ante una pandemia se pagará, porque las personas que deciden si se utilizan tus impuestos son esencialmente las mismas que los solicitan. Dirigen el sector financiero y sanitario internacional y todos se reúnen en su club privado llamado Foro Económico Mundial. Sus patrocinadores tienen ahora más que suficiente dinero de sobra pululando por ahí para mantener a bordo a políticos y medios de comunicación necesitados”, enfatiza.
Según este especialista, los que trabajan dentro de la industria saben lo que hacen, al menos los que se detienen lo suficiente a pensar. “Este abuso continuará hasta que el anfitrión, el parasitado, se dé cuenta de que la relación simbiótica con la que contaba es una falacia y ha sido engañado”, vaticina.
"Hay formas de lidiar con los parásitos que no son buenas para el parásito. Una industria de la salud pública realmente inteligente adoptaría un enfoque más mesurado y se aseguraría de que sus políticas benefician al público más que a ellos mismos. Pero eso también requeriría un código moral y algo de valentía”, finaliza.