Marchan en familia o en grupos de colegios o parroquias. Van cantando y rezando, casi todos con un pañuelo celeste anudado en alguna parte del cuerpo, y la enorme mayoría portando banderas argentinas que ondean sin vergüenza. Podría arriesgarse que es predominante la presencia femenina, en especial de adolescentes y jóvenes que a fuerza de frescura y vitalidad desmienten el estereotipo de que aborto y mujer son sinónimos.
Ellos son la "ola celeste" que el sábado pasado volvió a estrellarse contra la indiferencia de las elites nacionales. Una vez más marcharon en todo el país en defensa de la vida y contra la imposición del aborto, pero también levantaron la voz frente a la ideología de género
disfrazada de "educación sexual integral", y denunciaron la ceguera de una clase dirigente que se empecina en no escuchar sus reclamos.
En un país secuestrado por ideólogos, oportunistas o peones de intereses espurios, ellos representan la parte más sana de una población que está perdiendo la paciencia. Por eso todas las metáforas que se aplican a sí mismos los militantes provida tienen plena validez: en efecto, hay un "gigante dormido que se despertó", y sí, es verdad que la ola celeste acumula fuerza para convertirse en un auténtico "tsunami".
Sus demandas son muy simples, pero con aquella simpleza que parece revolucionaria en un mundo trastornado. Afirman que la vida comienza en la concepción y que, por lo tanto, el aborto comporta el asesinato de un ser humano. Defienden la santidad de la familia, primer y último baluarte de toda persona de bien. Aman a la patria, a la que no quieren ver desgarrada ni sometida a designios oscuros. Creen en Dios y quieren seguir proclamando su Fe sin las intimidaciones de ateos o laicistas.
El sábado último hicieron una demostración de fuerza difícil de ignorar. Como ocurrió varias veces el año pasado, se movilizaron sin aparatos, en la mayor orfandad política, víctimas del desprecio de los grandes medios y de las burlas de los abortistas, que por su desmesurada soberbia no alcanzan a comprender la dimensión del fenómeno que tienen enfrente.
En un año electoral de resultado incierto, "Con aborto no te voto" fue una de las consignas que más se escuchó en la marcha de alrededor de 300.000 personas que partió de Plaza Italia y desembocó en la Facultad de Derecho porteña. Sería imprudente pasarla por alto. Los políticos que conserven algo de dignidad harían bien en tomar nota de ese clamor de una porción considerable del pueblo al que dicen representar. Todavía tienen tiempo de hacerlo.
La manifestación culminó con un breve mensaje del coronel Esteban La Madrid, heroico veterano de guerra de Malvinas. Habló de una nueva batalla, la batalla que desató el "debate" del aborto. Si la metáfora es real, también lo son los dos bandos. De un lado, están los poderosos de la Tierra, con todo su dinero, su capacidad de presión, sus artimañas para fijar y cambiar las reglas del juego.
Del otro, un pueblo que se siente amenazado en lo más íntimo, la vida de sus hijos y la tierra de
sus padres, y que ya anunció que está dispuesto a dar pelea hasta el final. ¿Cómo no abrigar la esperanza de que otra vez David vencerá a Goliat?