El valenciano Manuel Borja durante su breve paso por Buenos Aires, con motivo de la inauguración del Museo de los inmigrantes y el Centro de Arte Contemporáneo (CAC) de la Universidad de Tres de Febrero (Untref) precisó: "el problema de los museos es que trabajan como fábricas de producción de eventos, sin reflexión. Hay que dar vuelta las prácticas museísticas como un guante".
Los museos son "un modo de entender la historia y la cultura de un país", advirtió el director del museo madrileño nacido en los "80 como centro de arte, en lo que antes era un lugar público, y donde desde 1788 y hasta 1965 funcionó allí el hospital de San Carlos. "De hecho, hay gente que hoy visita el museo, recorrió el edificio antes como paciente", subraya Borja.
El "cambio radical" en la gestión museística a la que se refiere Borja tiene que ver con "dejar la lógica paternalista" mediante programaciones tendientes a "generar el debate a través de planes de estudio, talleres y trabajo con diferentes colectivos, barriales, activistas y antiglobalización", por ejemplo.
PAPEL Y TRAYECTORIA
Es decir, "actividades que configuran de otro modo el papel del museo", asegura Borja, quien a sus cincuenta y seis años posee una reconocida trayectoria como director del Museo de la Fundación Antoni Tapies, desde su fundación en 1990 hasta 1998 cuando fue nombrado director del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba); además de haber sido jurado en la Bienal de Arte de Venecia.
A su entender, habría que evolucionar desde la idea de un museo en red -a veces demasiado economicista, como si el único fin fuera generar recursos- hacia la de "un museo molecular en plena acción, que va cuestionando constantemente sus premisas, al tiempo que genera sus propios espacios de conocimiento, afecto y antagonismo".
En este sentido señala, "el Reina Sofía no es un museo tradicional porque no está asociado a un edifico, es toda una ciudad con sus elementos nobles, otros no tan nobles y otros que permiten el trabajo invisible y colectivo", espacios de "libertad" donde se puede "trabajar a largo plazo" sin las exigencias de mercado.
CAMBIO RADICAL
Las prácticas artísticas y museísticas "tienen que cambiar de un modo radical -insistió-, es importante establecer puentes de saber y sociabilidad con el público y que las instituciones replanteen su papel".
¿Cómo? Revisando los textos fundantes para lograr una forma diferente de narrar, en la cual "la identidad deje de tener un sentido fundacional para ser algo móvil y relacional".
Las sociedades se conforman en torno a textos fundacionales que condicionan su comportamiento, subrayó, "por eso una sociedad sana es aquella que puede debatir sus ideas y sus dispositivos".
A esta discusión necesaria, Borja sumó "la idea de propiedad, un concepto central en los museos donde entienden que las obras y la cultura les pertenecen, cuando pertenecen al mundo".
"Las colecciones -consignó- ya no deben ser asimiladas como un elemento de acumulación sino desde la idea de lo común y de que el conocimiento es de todos, como el agua o el aire".
Esta forma de concebir el papel de los museos "implica más riqueza -afirmó-. Estamos en un sistema de crisis permanente que se basa en la escasez, cuando el conocimiento debería ser excesivo y reflejar multiplicidad de relatos y visiones partiendo de historias corales".
IDEA PERVERSA
Desde esa mira, las colecciones deben funcionar como "un archivo, un lugar difuso, una red de redes que va contra la idea perversa de secuestrar conocimiento en lugar de generarlo", al quedar el patrimonio cultural encerrado en los sótanos de los museos; y deben basarse "en la oralidad", en un sentido performativo y lábil que "tenga que ser construido e incorporado por el espectador cada vez".
Esas otras lecturas incluyen "entender lo local como aquello que nos acerca a nosotros pero también al que está lejos, ya no como una celebración de la identidad", sino como una reflexión sobre "cómo somos y porqué no somos otra cosa".
En cuanto a los públicos, los separó del concepto de audiencias y se refirió a "una mayoría dentro de la cual antagonizan numerosas minorías. Una idea basada en la democracia -destacó-, que define públicos y contrapúblicos y permite generar espacios heterotópicos que van antagonizando entre sí".
Para finalmente llegar a esa otra forma de entender la educación por la que trabaja desde hace años, lo que demuestra que "el arte no sólo produce conocimiento, sino también afectos".