El 3 de diciembre de 1833 nació Carlos Juan Finlay, médico cubano que en 1881 descubrió que el mosquito Aedes aegypti era el principal transmisor de la fiebre amarilla. Este hallazgo revolucionó la medicina preventiva al introducir el concepto de “vector” y sentó las bases para controlar enfermedades como el dengue y el zika. En reconocimiento a este logro, la Asociación Médica Panamericana declaró en 1953 el 3 de diciembre como el “Día del Médico”, en honor no solo a Finlay, sino a todos los profesionales que contribuyen al bienestar y desarrollo de las sociedades.
El ser médico, la medicina, ha evolucionado junto al resto de la cultura, como parte integral y concreta de lo que llama el antropólogo Melville Herkovitz: las obras del hombre (Man and his Works, 1948). Así, más allá de épocas cronológicas e históricas, se trata de ver cuál es la concepción del ser humano y su integración, o no, al resto de la naturaleza y del cosmos en un sentido amplio del término.
En este contexto, la concepción del ser y su manera de integración con todo aquello que lo rodea es lo que fue dando forma al corpus de la medicina, y, en particular, a la identidad de aquellos que representaban este saber, los hombres de medicina. En la antigüedad o aun en grupos que mantiene culturas tradicionales, primaba la figura del shaman, del sabio, del brujo inclusive. Así se plantea que el gran cambio de paradigma fue pasar del “medicine man”, aquel que estaba imbuido de un espíritu ligado a la sanación, a la del “man of medicine” el hombre de la medicina, el médico actual.
Quizás es el dilema en el cual todavía nos encontramos. ¿Males del alma o baja de serotonina? ¿Malleus Maleficarum o Hexenhammer (Martillo de las brujas) de los exorcistas alemanes y franceses en sus inicios, originalmente o episodio psicótico? Evidentemente esta visión amplia e integradora de aspectos naturales, culturales, sociales, mágicos, numinosos, podía también caer en graves errores. La educación médica ha sido, y en muchos casos sigue siendo, muy variada en su concepción y en sus aspectos curriculares.
A medida que la ciencia occidental comenzó a ofrecer respuestas donde antes predominaban explicaciones mágicas o religiosas, el conflicto con la medicina tradicional se volvió inevitable.
Quizás sea interesante el fenómeno conocido como el “Balde o cuba de Mesmer”, en relación con un médico austríaco que propugnaba el “magnetismo animal” y que una comisión de notables, con nombres famosos, debió evaluar si se trataba o no de una estafa. La comisión estaba compuesta por Joseph Ignace Guillotin, quien propugnó por una forma de reducir el sufrimiento de los condenados a muerte, y una leyenda urbana sugiere que la inventó y luego fue víctima de ella, pero en realidad falleció de carbunco; o el físico Lavoisier (el de la ley) y Benjamín Franklin. Esa comisión dictaminaría que los “fluidos magnéticos” no existían, finalizando la teatrales pero sugestivas prácticas de Mesmer. Es decir, si no se podía medir, no existía. Sin embargo, hoy se considera a esto a los origines del hipnotismo y algunos sugieren del mismo tipo como los abordados por el Chi Kung o el Reiki, prácticas tradicionales de la medicina en otras culturas relativos al mismo fenómeno. La ciencia indicaba que aquello que podía ser mensurable, objetivable y replicable era científico, y ese era el criterio que se imponía. Este era el estado de la educación que se buscaba fuera, impartida por las escuelas de medicina en el mundo. Quizás una imagen literaria sea el “Médico a pesar de sí mismo, o El médico a palos de Molière” como se conoció la comedia en español, y su parodia de alguien que intenta demostrar discursivamente que es médico, sin serlo. Pero ya Moliere entendía algo que sería la norma en la medicina estandarizada.
Es mejor ser loco junto a todos que un sabio solo
(Il vaut mieux être fou avec tous que sage tout seul.)
Medico a palos "Médecin malgré lui" Molière
El título de médico, el anunciarse como tal, era extremadamente variado en cuanto a la capacitación recibida e inclusive el obtener un título podía ser muy poco fiable. Es en este contexto en el que la educación médica buscaba pasar de estos modelos a otros más formales y científicos, que nace el llamado informe Flexner.
En 1910 se publicaron los resultados del estudio liderado por Abraham Flexner. La Fundación Carnegie, creada por el millonario Andrew Carnegie, le encargó evaluar el nivel de las escuelas de medicina en los Estados Unidos. Este propuso a partir de este informe realizado luego de evaluar 155 escuelas de salud, una serie de reformas para mejorar la educación médica buscando que fuera más rigurosa y científica, contribuyendo a la profesionalización de la medicina, haciendo eje en la investigación y la formación práctica. Evidentemente esfuerzos loables y necesarios. A partir de allí que cambiaron la manera en que se estructuraron las escuelas de medicina en los Estados Unidos y Canadá. Esto genera cambios curriculares en universidades en Estados Unidos primero y luego en el mundo. pero lo hicieron al costo de un modelo de pensamiento que descartaba la constelación emocional, social y psicológica del individuo. Ese cambio paradigmático signado por la primacía a lo que se consideraba ciencia y descartando lo que no, dejó en el camino a una cantidad importante de perspectivas y enfoques sobre la salud más ligadas a medicinas tradicionales, modelos integradores y holísticos, y favoreciendo el abordaje de algo que comenzaba a mostrar señales, muy promisorias y era la farmacología.
Sin embargo, el informe Flexner también tuvo un costo: bajo la premisa de elevar los estándares, impuso un modelo único de educación médica y descartó otras formas de conocimiento, incluidas las prácticas tradicionales y holísticas.
Las voces críticas sostienen que el informe fue promovido por grupos de interés económico como la Fundación Rockefeller, que buscaban alinear la educación médica con la naciente industria, junto a la del petróleo, farmacéutica. Ese modelo en el que se trataba de detectar anomalías con un fármaco que las corregiría, anulaba toda otra visión integradora y así descartando siglos de saber médico.
Al mismo tiempo, el médico como portador de la sanación, quedo relegado a quien era validado por instituciones y otras formas de conceptualizar al ser e inclusive de curación eran descartadas. Quizás un ejemplo sea el uso de ciertas sustancias que pasaron a ser perseguidas y estigmatizadas, pero hoy si al ser avaladas en centros universitarios vuelven a ser aceptadas, como es el caso del cannabis medicinal, o el uso de ketamina o psilocibina. Otro aspecto muy relacionado es el reduccionismo al extremo que quizás tenga un ejemplo clave en la famosa teoría serotoninérgica de la depresión, a una emoción, tristeza se le adjudicaba un fármaco, en un recorte extremo de la realidad del ser. Es válido decir que todo esto ocurría mientras en otros centros científicos se descartaba esa idea , pero sin embargo a los fines comerciales se seguía sosteniendo, depresión igual baja de serotonina. En este contexto, el control de la medicina pasó a los laboratorios e inclusive el objetivo de muchos médicos paso de ser proveedores de salud a ser elegible para los laboratorios como voceros de sus productos. En esa inversión de valores el médico paso a ser un administrador del conocimiento aportado, no por su experiencia, sino por la que le daba la industria.
Antes del informe Flexner, la medicina tenía un enfoque más diverso, que incluía prácticas tradicionales y una mayor conexión entre mente, cuerpo y espíritu. También es cierto reinaba un estado caótico, pero el mismo no desapareció sino llevó a que medicina alternativa fuese cualquier cosa, y así los hallazgos de la medicina china o ayurveda o practicas milenarias quedaran apartadas, y en el mismo espacio que estafas similares a los médicos del lejano oeste. Tras el informe, se estableció un modelo mecanicista en el que el cuerpo se ve como una máquina, con el médico actuando como un técnico que "repara" las fallas mediante intervenciones químicas o quirúrgicas.
Si bien los beneficios son indudables, como el desarrollo de tratamientos efectivos, un aumento en la esperanza de vida, abordaje de patologías antes mortales etc., también llevó a una despersonalización del paciente, a la medicalización de aspectos cotidianos de la vida y en particular a un recorte del ser con el medio. Algo poco conocido es que en su momento el cierre de esas escuelas en Estados Unidos limitó el acceso a minorías, sociales, raciales y en particular a mujeres.
El desafío actual es recuperar una visión integradora de la medicina, que combine el rigor científico con prácticas tradicionales y enfoques holísticos. Esto implica aceptar que el bienestar humano abarca no solo el cuerpo, sino también la mente, las emociones y la conexión con el entorno. Es un llamado a recuperar una visión más amplia e integradora de la medicina, que combine rigor científico con prácticas tradicionales, seleccionando lo útil y probado, sin restricciones ideológicas o conceptuales. Un ejemplo es el auge hoy del llamado “Mindfulness” derivación directa de la meditación Vipassana, o técnicas de golpear puntos corporales en trauma (Trauma Tapping Technique) que refieren a los meridianos chinos, o como decía antes el uso de ciertas sustancias antes demonizadas y hoy son avanzada en el tratamiento de ciertas patologías psiquiátricas.
Quizás volver a ser sanadores, portadores del bienestar y no soldados que combaten la enfermedad, implique adoptar enfoques holísticos que consideren los factores emocionales, sociales y ambientales en la salud. También fomentar la medicina preventiva, el bienestar general y el uso responsable de los medicamentos, entendiendo estos no solo los que surgen de la industria, sino todo aquello probado y con márgenes de seguridad y finalmente reintegrar las múltiples y fascinantes prácticas tradicionales pero basadas en la evidencia y el rigor científico.
En definitiva, la medicina es uno de los aspectos de la producción cultural humana y cualquier recorte o sesgo conceptual nos priva de recursos que redundaran en el beneficio de aquello que llevo a adoptar esa forma de volver a ser un portadores y proveedores de bienestar. Ser médicos.
"El médico debe tener por objeto la salud del cuerpo y del espíritu”
Avicena