Opinión
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La 'industria' de los patrones del mal

Con espanto escucho a un presidente caribeño de un país que es uno de los principales productores de esta droga como lo es la “cocaína” diciendo que no es dañina y si lo es el whisky, mientras que si el fentanilo es la tumba para U.S.A.
Cada vez me resulta más evidente hoy que las drogas son instrumentos de dominación de los pueblos generando una multitud de esclavos que creen por el marketing “gota a gota” -de banalización del uso- ingerido que consumir es una señal de libertad.
Negocio perfecto cuya plusvalía genera una eutanasia social (con diversos nombres, muerte, dementización, delitos, deterioro, discapacidades varias, etc).
La psicopatología de hoy da la razón a H. Ey (maestro en psiquiatría francés del siglo XX) cuando menciona que las personalidades psicopáticas tienen como característica central la “maldad moral”. Los generadores de este negocio son verdaderas personalidades psicopáticas.
En mis años de estudiante me costaba entender esta definición tan clara. Hoy observo diversos “Patrones del Mal” (mentando los diversos “Pablos Escobar” vernáculos) que se apoderan de territorios y personas ejercitando esa “Maldad Moral” que menciona el gran psiquiatra francés en su “Tratado de Psiquiatría”.

EL HOMBRE PARECE PERDER LA DIMENSION SAGRADA
Todo parece negociable en este mundo perverso: venta de drogas, pedofilia junto al consumo, utilización de mujeres como parte de la venta de sustancias, connivencia con poderes legales y transformándolo en ilegales a los fines de ejercitar sus negocios, el juego, prestamos usurarios con extorsiones varias, expertos en manejos del marketing y de la opinión pública, etc.
Es la industria del mal. Las historias de los pacientes están llenas hoy de estos sujetos que practican la “maldad moral” sin ningún tipo de remordimientos y que se apoderan desde niños y jóvenes, y que en su accionar venden hasta criaturas para satisfacer su necesidad de crac, por ejemplo.
Una iglesia abandonada en un barrio de la ciudad de Buenos Aires sirve como “aguantadero” de consumo y también de venta de sexo siendo regenteada por lo que llamamos un “Patrón del Mal” y es probable que esa Iglesia ya pertenezca a un “tiempo otro y perdido”.
Inés queda presa ahí y me relata con dolor esa etapa de su vida. Esa paciente me cuenta como un “patrón narco” manejaba esa Iglesia y ahí vivía un mundo siniestro. La adoración al “Santísimo Sacramento” de otrora es ya lejanía y hoy el “Santísimo Paco” es la pócima deseada en esa Iglesia tomada pero abandonada porque como dijo el célebre cura de Ars “dejad a una parroquia sin un cura y veras lo que sucede” (1786- 1859-Francia).

“EL TOTALITARISMO BLANDO”
Todo esto parece ser el signo de la destradicionalización que en occidente permite reine el “Totalitarismo Blando” (concepto de A. Arendt) de los que imponen y rentan con gran plusvalía un modo de vida alienado y mortífero. Para ello habrá que derribar todo lo antiguo como perimido, pero así el hombre quedará solo encerrado en el reino del individualismo de una sociedad anómica (“anemia” de normas).
La transmisión de valores es nuestra salvación y este término deriva de “tradens” (tradición) y sin transmisión no hay cultura y no hay Hombre posible.
La droga reina y en el altar de los sacrificios mientras miles se inmolan en una sociedad que tiene características que invitan al “Totalitarismo Blando” del drogarse.
No hacen falta “tiranías” solo el “Totalitarismo blando” que nos enseñara Orwell en “1984” (obra magna) en donde “dos más dos son cinco” porque el sentido común queda a un costado en aras de lo relativo que implica la deconstrucción de la realidad. En su libro la “Decadencia de la Sabiduría” Gabriel Marcel (filósofo francés excelso en sus pensamientos en el siglo XX) nos enseñaba que la sabiduría era solo el sentido común.
Nada remite a la esencia del vivir todo es una construcción cultural. Así drogarse es sinónimo de libertad cuando, en realidad, es una entrada en la esclavitud y consideramos a la adicción como una patología de la Libertad. Incluso el que se droga en este “Totalitarismo Blando” es un ser que ha elegido la libertad y nos venden el Goce como lo excelso (el placer llevado a su máxima expresión es el engaño hacia la muerte).
Lo ilimitado nos muestra precisamente nuestro limite. Respetar los límites de nuestra naturaleza es signo de salud mental. Todo esto es relativo para este pensamiento que reina en el llamado antiguamente occidente.
La des-familiarización creciente completa este cuadro de eutanasia social en donde desde las discapacidades de jóvenes hasta la muerte final es cosa que vemos todos los días.
La des-familiarización (objetivo clave para el Totalitarismo Blando) asegura la borrosidad de todos los límites de contención tan necesarios para todos los jóvenes. Hombres y mujeres sin apellido o que aborrecen ese apellido que alguno les dejo se transforman merced a la vida que llevaron y a la historia que repudian de sus ancestros a quienes en algunos casos ni conocen se van transformando, así, en seres anónimos, con identidades falseadas y en ese anonimato van quedando reducidos al arbitrio de otros. Viven la vida de los condenados.

LA CULTURA DE LA CANCELACION
Triunfante hoy este modo de vivir se necesita de una cultura y una mercadotecnia con una reingeniería social de base que sean el sustento. Hoy se la llama la cultura “woke” (del despertar) en donde se cancela todo aquello que impida el triunfo de esta concepción. Mathieu Bock Cote -sociólogo canadiense- hoy se refiere a esto con su libro “la Revolución Racial”. Todo el mundo debe hacer penitencia y agachar la cabeza ante el pensamiento decretado como políticamente correcto.
La cultura de la cancelación (“cultura del woke”) es una rama pujante del llamado pensamiento político correcto que abarca todas las estructuras del pensamiento que basaron occidente (desde las drogas, la eutanasia, la familia, la política de natalidad y sexual, el racismo de los blancos, etc.). Se derriban estatuas, se proscriben libros y atacan los grandes monumentos clásicos de la literatura, se demonizan a personajes y las palabras “opresión”, “odio”, “racismo”, “discriminación” son parte del vocabulario que se repite hipnóticamente como verdades concluyentes en la lógica amigo-enemigo.
Hay que reeducar por completo a la población, deconstruir sus prejuicios y los pueblos occidentales son una categoría contrarrevolucionaria para liquidar.

HORIZONTE NUBLADO
Este totalitarismo blando necesita de una población adormecida y anestesiada. Una parte la hará la ignorancia y el fanatismo y otra parte la harán las drogas. Cuanto más aumenta el consumo más “fallidas” son las comunidades y aptas para controlarlas porque el dinero en una cultura dineraria o la amenaza de muerte a quienes se oponen o el silenciamiento de sus opiniones operan como un bálsamo mortífero.
Recordemos al apresado narco cuando aquel fin de semana en Rosario la jueza le pregunta su profesión: “contratar sicarios para disparar sobre jueces”. Es que también la cultura de la cancelación al condenarnos al relativismo hace surgir una pléyade enorme de personalidades antisociales que aumenta incluso por los daños cerebrales en los centros neuro-morales del sistema nervioso (corteza prefrontal). Nuestro continente está jaqueado por países productores (Colombia duplico su producción y agrego opioides), Bolivia es productor de cocaína, Perú, además fuerzas de choque controlan provincias en diversos países caribeños. México es productor de todo tipo de drogas. Afganistán es hoy una invitación a la exportación de todo tipo de opioides en la situación que se halla. En Europa crecen por doquier los laboratorios de drogas sintéticas.
Pero es la cultura de la cancelación lo que va a favorecer el avance de todo esto. Toda propuesta preventiva va a ser rechazada e incluso la evidencia de los daños sociales, familiares y personales que ocasiona el consumo. Negar la evidencia forma parte de la cultura de la cancelación. Ya hay muchos en el mundo que se resisten a este mundo de orfandad e intemperie y este -creo- es el germen de la reacción y de la esperanza.