Contrariamente a lo que Jorge Luis Borges afirmó en su soneto Everness: "Sólo una cosa no hay, es el olvido", los argentinos somos demasiado propensos a olvidar. Si nos trasladamos al ámbito de la poesía, ¿quiénes leen o recuerdan hoy a notables poetas del siglo pasado como Luis Franco, Horacio Rega Molina, González Carbalho o Francisco López Merino, para nombrar sólo a unos pocos? Pero más inexplicable es el olvido o la indiferencia respecto de contemporáneos fallecidos últimamente que no fueron sólo admirables poetas sino que ocuparon, además, cargos públicos de importancia. Tal el caso de Horacio Salas, muerto hace dos meses, quien fue un típico representante poético de la denominada Generación del "60 y, además, director de la Biblioteca Nacional, secretario de Cultura de la Municipalidad en dos ocasiones, director del Fondo Nacional de las Artes, distinguido dos veces con el premio Konex, declarado Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires y condecorado por el gobierno de Francia con la Orden de Caballero de las Artes y las Letras. Cargos y distinciones que pocos colegas podrían exhibir.
Su desaparición, sin embargo, pasó prácticamente inadvertida. En cambio un personaje de la farándula de segunda o tercera categoría, merece mucha mayor atención pública. Cierto es que la poesía ya no convoca el interés de otras épocas. Hace años los manuales escolares traían poemas que aprendíamos de memoria y los medios gráficos incluían suplementos literarios en los que se publicaban poemas.
Actualmente, con la honrosa excepción de La Prensa, que mantiene esa tradición, los medios no dedican espacio al género poético. Para peor, la palabra "verso" es utilizada coloquialmente como sinónimo de macaneo o cháchara.
Volviendo a Horacio Salas, nacido en 1938 en Buenos Aires, es necesario señalar su interés por las manifestaciones populares y cultas. Fue autor de un libro sobre el tango, una biografía de Homero Manzi y otra de Jorge Luis Borges, una recopilación de conversaciones con Raúl González Tuñón, una amena crónica evocativa del Centenario de 1910 y una serie de testimonios sobre su relación con Neruda, Octavio Paz, Ernesto Sabato, Julio Cortázar, Victoria Ocampo, Leopoldo Marechal y Nicolás Olivari.
Entre sus libros de versos cabe recordar El tiempo insuficiente, Memoria del tiempo, Cuestiones personales, Dar de nuevo, Jaque Pastor, El otro, Antología incompleta y Línea de puntos. Lejos de una poesía intelectual, para uso exclusivo de intelectuales, y de esa otra poesía adocenada, pasatista, que se sitúa en el extremo opuesto, su obra en verso se distingue por un estilo hecho de ingeniosa lucidez y entrañable humanidad.
Exiliado en Madrid durante los oscuros años del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional, publicó allí el libro La España barroca.
Horacio Salas fue, asimismo, gestor y autor de varias antologías de poetas argentinos y un ser siempre dispuesto a ayudar a sus colegas desde los puestos oficiales que ocupó. Dato curioso: participó como actor en la película Lola Mora, de Javier Torre.
Para terminar, la expresión de una tímida esperanza, seguramente una utopía: si algún día la poesía recupera -aún para esa "inmensa minoría "de la que habló Juan Ramón Jiménez- el reconocimiento de su valor estético y revelador, su capacidad generadora de belleza y emoción, si la palabra "verso" deja de ser un sinónimo injusto, es de esperar que muchos poetas nuestros, Horacio Salas entre ellos, sean reivindicados como imprescindibles creadores que enaltecieron la cultura de nuestro país.