Abril arrancó con excelentes noticias para los inversores. La economía más importante del mundo registró una creación récord de empleo. Recordará usted que en febrero Estados Unidos había creado 468 mil puestos de trabajo en el sector no agrícola. En marzo, el mercado esperaba 650 mil nuevos empleos. Sin embargo, ¡llegó a 916 mil! La tasa de desocupación cayó al 6%, dos décimas menos que la tasa registrada en febrero. Esto refleja claramente que la economía estadounidense sigue recuperándose del impacto del virus chino. Agréguese, el plan de estímulo de u$s 2,25 billones que anunció la semana pasada Joe Biden, muy bien recibido por los agentes económicos.
He leído que de los 22 millones de empleos perdidos durante la pandemia de neumonía de Wuhan, se han recuperado ya 13 millones en Estados Unidos, lo que supone el 60 %.
En lo tendencial, la Bolsa de Nueva York seguirá en alza, lo cual no implica -no me canso de advertirlo- que pueda haber correcciones en el corto y mediano plazo. El temor a la inflación no se ha desvanecido, por lo que es un buen momento para desensillar hasta que aclare.
Wall Street cerró una semana bursátil de cuatro días con ganancias: el Dow Jones se anotó un avance semanal del 0,31 % situado en el nivel de los 33.000 puntos; S&P 500 del 1,14 %, superando por primera vez los 4.000 puntos; y el índice Nasdaq del 2,59 %, con lo que recuperó mucho de los perdido.
La Bolsa americana se encuentra este año, en promedio, 7 % arriba. Comparemos las acciones con otros productos. El petróleo se encuentra 26 % por encima del cierre de 2020 (el barril de Texas, de referencia en la Argentina, cerró el jueves en 61,45 dólares). El bitcoin, 84 % arriba. El oro, uno de mis productos de inversión favoritos, 7 % negativo (sigue el proceso correctivo).
De este modo, el mercado sigue apostando por productos con mayor riesgo y relega -por un tiempo- el refugio tradicional de los metales preciosos, castigado también por la mejora en el rendimiento del bono del Tesoro estadounidense a 10 años, que parecería haberse estabilizado en el nivel del 1,7 %. Espero, no obstante, que este año el oro llegue a los 2.000 dólares la onza. Aquí hay una oportunidad de compra (no hablo de trading sino de tendencias).
Con respecto a las criptomonedas sigo pensando que son el mercado número uno para este año. Todos los días, cuando leemos los diarios por la mañana, vemos que otra empresa más de primera línea la agrega a su cartera de inversión o a sus prácticas comerciales. Grandes fondos están pasando de cero a un porcentaje, reducido aún, pero creciente de criptos. Esta es la razón por la que opino que el bitcoin será una excelente inversión de largo plazo. De los 60 mil actuales a los 100 mil o 150 mil de un futuro no muy lejano.
Se me permitirá una digresión de carácter personal. He quedado sorprendido por la cantidad de ataques malévolos que ha recibido mi columna de la semana pasada en la página web de La Prensa, diario al que agradezco inmensamente por permitirme expresar con toda libertad mis ideas y mi visión de los mercados globales desde hace más de un año.
Me gustaría destacar que no soy periodista, sino advisor profesional, con varios posgrados en el exterior, y más de treinta y cinco años de experiencia en las tricheras financieras. Vivo en el extranjero desde 1994; actualmente en Chile. Trabajé en varios bancos de inversión. Mi única ideología es el pragmatismo. No me siento representado por ningún partido político que hoy actúa en la Argentina. Cuando el dólar estaba a quince pesos en mi país, escribí en otro lado que había razones técnicas que hacían suponer una escalada por encima de los cien pesos. La historia me dio la razón. Lo que pienso y lo que hablo con mis clientes es lo que escribo.
Soy un hombre de mercados y para mí lo más importante es el precio, que se da cuando dos personas intercambian bienes, libremente. En la mayoría de los países del mundo, el precio de las monedas deviene de dos factores básicos: la confianza que genera la nación y el gobierno de esa nación; y en segundo lugar los términos de intercambio de lo que tiene que ver con la tasa de interés (fenómeno de carry trade).
Cuando un país se encuentra en crisis, al inversor no le importa tanto el diferencial de tasas, pues el riesgo de devaluación es elevado. Obsérvese que en un momento de la década pasada, el dólar costaba lo mismo en México que en la Argentina: 19 pesos. Hoy cotiza el libre a $ 144 en nuestro país y en el país azteca vale $ 20 (a pesar de que lo gobierna AMLO, a quien algunos analistas exagerados lo creían como otro Fidel Castro casi). Se compra y se vende según expectativas y confianzas, quiero decir.
Nadie debería culpar al mercado por premiar a México, Brasil y Chile; y castigar a la Argentina y Venezuela. La degradación nacional y la ineptitud de un gobierno se ve en el precio de la moneda. Nadie quiere pesos argentinos; quién va a vender sus dólares si lo que ve es pura decadencia. Así las cosas ver el dólar en 145 pesos es una ficción; nada nos dice que de aquí a fin de año permanecerá aherrojado a esa cotización absurda.