Opinión
Siete días de política

La batalla política se libra alrededor del superávit fiscal

Milei sabe que es la garantía de la estabilidad de su gobierno. Por eso la oposición la ataca en el Congreso con leyes que aumentan el gasto sin otro financiamiento que el de la emisión

Contra la mayoría de los pronósticos el gobierno consiguió liquidar el fantasma de la retirada en “helicóptero” con que soñada la oposición, en especial la kirchnerista (Albistur, Moreno). Pudo hacerlo en sus ocho primeros meses de gestión gracias a una inflexible política antiinflacionaria. El aumento de precios al consumidor (IPC) en julio fue del 4%, el más bajo en 22 meses.

El descenso desde enero del IPC es en picada y tiene distintas explicaciones, pero la central es el recorte del gasto y la más evidente, la baja drástica de la emisión monetaria más allá de cualquier debate que pretendan plantear los economistas nacionales y populares.

Hay además causas concurrentes como, por ejemplo, la caída del consumo. En julio se redujo más del 16%, la baja más abrupta en tres años, porque los consumidores no convalidan los aumentos. El apretón monetario dio, entre otros, ese resultado infrecuente. Hay una incipiente recuperación de ingresos fijos (salarios y jubilaciones), pero no presiona todavía los precios hacia arriba.

A esta situación se agregan otros dos factores no estrictamente económicos que juegan a favor de la estabilidad. Primero, que no hay una reacción popular masiva contra la recesión ni en la calle ni en las encuestas. Segundo, que el círculo rojo está empezando a creerle a Javier Milei y a Luis Caputo de que no habrá un salto devaluatorio, ni se levantará el cepo en el corto plazo.

Los empresarios parecen haberse convencido de que lo último podría ocurrir recién después de las elecciones del año próximo para evitar cualquier corrida cambiaria y rebrote inflacionario en los meses previos a la votación. Milei dijo claramente ante el “establishment” reunido la semana pasada por el Consejo de las Américas: ““No estamos dispuestos a devaluar para arruinar a los argentinos, vamos a trabajar en cambiar los niveles de productividad“, como si esto último tomase solo unos pocos meses.

Más allá, sin embargo, de la retórica de ocasión, el presidente dijo algo que también llamó la atención de los hombres de negocios: el gobierno “no va a tomar nunca más deuda para financiar al fisco”. Esto fue un intento de bajar las expectativas negativas sobre la solvencia del gobierno y reducir su riesgo financiero clavado en los 1.500 puntos que hace imposible la vuelta a los mercados voluntarios de deuda.

En suma, el gobierno necesita un puente de dólares para vencimientos de deuda y para importaciones que no se sabe de dónde saldrá. El FMI no pondrá la suma que Milei y Caputo reclaman para 2024/2025. Teme que el peronismo lo acuse de financiarle la campaña al libertario como en su momento lo acusó de financiar la de Mauricio Macri. Sus funcionarios se han vuelto hipersensibles a la política. Por su parte el sector privado espera los comicios del 2025 para saber si el populismo continúa respirando. Ahí comenzará a tomar decisiones.

Por eso resultan cruciales el ajuste fiscal y la contención del gasto. Por eso también, ante la inexistencia de un estallido hiperinflacionario y la firmeza del ajuste ortodoxo al que Milei se aferra con uñas y dientes, la oposición peronista/kirchnerista ha considerado que la única estrategia disponible consiste en hundirlo en el Congreso con proyectos que aumenten el gasto sin otro financiamiento que el de la emisión.

Lo hizo con el proyecto de aumento de las jubilaciones a un costo 0.4% del PBI que se tratará esta semana en el Senado, y con el de aumento para las universidades en Diputados.

El Congreso es el talón de Aquiles del presidente y el punto en el que se concentrarán los esfuerzos para desestabilizarlo. A lo escaso de sus bloques en ambas Cámaras se suma que el radicalismo vota dividido y deambula sin liderazgo, mientras que de los demás bloques “dialoguistas” el PRO es el único apoyo más o menos constante. El resto es un verdadero rompecabezas que cuando deba discutirse la Ley de Presupuesto 2025 se volverá inmanejable. La asignación de recursos promete convertirse en una batalla homérica para Milei-Caputo.

En este marco el presidente cuenta, sin embargo, con un hándicap considerable: la postración del peronismo. A su mala salida del poder se suman en estos días escándalos que deterioran su imagen, mientras se fortalece la de Milei (ver “El efecto Alberto”).

Si Alberto Fernández es una lápida para el principal partido de la oposición, el liderazgo de Cristina Kirchner también da señales de agotamiento. A acompañarla a Comodoro PY fueron unas pocas decenas de seguidores, mientras el grueso del PJ la cuestiona por mandar a votar a alguien del que ahora no quiere hacerse cargo. Apartarla del rol que tiene desde hace casi dos décadas en el peronismo no será fácil. Su liderazgo es tóxico y a la vez difícil de reemplazar en el corto plazo.