Opinión

La bandera y los ataques que recibe

Con pena en el alma, comprobé que desde el pasado 5 de mayo de 2016 el Concejo Deliberante del municipio de Malvinas Argentinas del Gran Buenos Aires, aprobó una insólita ordenanza: resolvió -en una doble torpeza intelectual, que podría tildarse de traición a la patria-, que la bandera wiphala flamee en los establecimientos educativos estatales y privados en el distrito de Malvinas Argentinas, para que generaciones venideras supuestamente descubran que existía otra cultura, reconociendo la preexistencia étnica y cultural de los pueblos originarios. Además, la ordenanza propone colocar todos los 12 de Octubre la bandera a media asta en recordación a los originarios fallecidos en la Conquista de América.

Es penoso, triste y da vergüenza, que ediles municipales de una ciudad que porta tan glorioso nombre, el de nuestras islas irredentas, desconozcan la historia del descubrimiento y la conquista y repitan ad nauseam la leyenda negra que ha sido aclarada hasta el hartazgo.

Se sabe bien y se comprueba al caminar las calles de la América Española, que el color de piel de nuestros compatriotas denota la sangre aborigen preponderante en nuestras sociedades. El Nuevo Mundo estaba habitado por un sinfín de tribus que no tenían conciencia de continente, ni de nación, donde las más débiles eran sometidas por los imperios azteca e inca que se imponían por su crueldad para con otras tribus. Incluso, algunas que no llegaban a imperio como los indios caribes, se destacaban por su canibalismo ejercido sobre tribus más débiles como los indios taínos que, cuando Colón llegó, estaban al borde de su extinción. Hernán Cortés y luego otros Adelantados, organizaron a cientos de tribus pequeñas para enfrentar y derrotar al poderoso y sanguinario poder azteca. ¿Acaso nuestros honorables ediles creen que cuatrocientos españoles al mando de Cortés, por muy bravos que fuesen y lo eran por cierto, hubiesen podido derrotar a cuarenta mil guerreros aztecas, si no hubiesen contado con la ayuda de decenas de miles de nativos indígenas que se querían liberar del yugo también indígena? Y no hablen de los arcabuces españoles que, donde se humedecían en el Caribe, no servían más que de garrotes.

EL CHOQUE VIROSICO

Lo que si hubo fue un choque virósico, como se produce aún hoy en día cuando se encuentran numerosos grupos migratorios con sus nuevos anfitriones. Incluso en viaje a lugares lejanos, mucha gente se vacuna preventivamente, eso no es culpa de nadie, la naturaleza es así. Ese choque produjo la muerte de numerosos indios y de españoles también. Pero, ¿acaso saben que en el sur del continente las poblaciones indígenas eran poco numerosas y las que había convivieron pacíficamente con la civilización española? Era natural que, en algún momento las poblaciones de un lado y de otro del océano se encontraran, las antípodas se equilibraban y estaban destinadas a conocerse. Y en ese encuentro, la población más retrasada era lógico que quisiera avanzar y adoptar el progreso que le ofrecía la más adelantada. Es lo natural y lógico. Y tan es así, que España les aportó a los pueblos amerindios el noventa por ciento de la dieta cárnica y cerealera y estos pueblos le aportaron al español el chocolate, el tabaco, el tomate y muchas cosas que hoy se disfrutan en Europa y el mundo. 

IMPULSO EVANGELIZADOR ESPAÑOL

Gran sorpresa se llevarían nuestros ediles si supiesen que el impulso evangelizador español, que es motivo de orgullo para mentes inteligentes, fue posible gracias a la receptividad de los indígenas que se acercaban a las capillas asombrados porque el Dios que había llegado no exigía sacrificios humanos, es más, se había sacrificado El por nosotros. Para los indios, Jesús era el Dios bueno que no necesitaba satisfacerse con la sangre de doncellas y guerreros derrotados. La aceptación de esa simple novedad, obligó a los misioneros a construir templos más grandes y luego catedrales, para lo cual, miles de indios aprendieron gustosos el arte de la albañilería. Y estos mismos misioneros les rescataron sus lenguas y las pasaron a idiomas escritos, ya que en su mayoría eran ágrafas, no tenían escritura. Lenguas que en muchos casos, fueron perseguidas tras las independencias y por los nuevos gobiernos revolucionarios, no por los españoles.

OTRAS CUESTIONES INTERESANTES

Por último, sería interesante que los ediles averiguasen tres o cuatro cosas más antes de pretender imponer unas banderas sin historia. En primer lugar, los indios no tenían telas de flameo y nunca usaron banderas, como mucho y tal vez, algún estandarte en alguna tribu, estas banderas son modernas y quisiera saber quién las diseñó. En segundo término, deberían averiguar que detrás de toda esta acción indigenista hay un claro interés británico en provocar una secesión territorial en el sur argentino y chileno para crear un estado ficticio seudo mapuche, que luego dependería económica y militarmente de Inglaterra, es decir, Londres extendería su usurpación desde Malvinas hasta el Pacífico, adueñándose definitivamente de la Antártida. Lo pueden comprobar en este sitio: http://www.mapuche-nation.org/espanol/nosotros.htm.

Y nuestros ediles serían, en el esquema de batalla cultural, cómplices de esta entrega. Creo que se llama traición a la patria, no sé qué pensará ud., querido lector, pero me gustaría saber su opinión sobre cómo usted mismo podría perder la mitad del país, en una clara continuación inglesa de la guerra del Atlántico Sur, cuya voluntad es someter a todo nuestro país, como lo viene haciendo desde sus acciones de apoyo al separatismo revolucionario en 1810, que terminó dividiéndonos en más de veinte estados debilitados y por dos siglos sometidos a sus intereses hasta el día de hoy.

NO HUBO INVASION

El tercer aspecto a considerar es que los indígenas no sufrieron una invasión sino que al asimilarse a la monarquía católica, sumaron beneficios que los protegieron a unas tribus de otras y a todas de un eventual exterminio como el que sufrieron las tribus del norte del continente en la América anglófona. En cuarto lugar, me gustaría hacerles saber a los honorables ediles, que los indios del sur bonaerense no era mapuches como la pretendida whuipala, y que ya participaban del protocolo real en todas las celebraciones que organizaban las autoridades virreinales, se ofrecieron bajo el mando de dieciséis caciques a luchar en la defensa de Buenos Aires ante la prevista segunda invasión inglesa acaecida en 1807.

A los pocos días de la Reconquista de Buenos Aires ocurrida el 12 de agosto de 1806, estos caciques pidieron hablar en el cabildo y dijeron: "Reprochamos a nuestro buen Señor y soberano, Don Carlos IV, el que nos haya convocado para echar a la basura inglesa. Tenemos treinta mil lanceros y cien mil caballos para pelear". Liniers los organizó y sumó otra cuenta que los ingleses le cobraron cuando lo fusilaron en Cabeza de Tigre por orden de Mariano Moreno y de la Junta de Buenos Aires.

Como podemos leer, los aborígenes no planteaban un nuevo estado separado, concepto por demás que desconocían. Los indios, en su estructura cultural eran monárquicos, por lo tanto, les resultó natural firmar tratados de mutuo reconocimiento con la corona española, por lo cuales, el rey de España era su rey y ellos eran dueños y custodios de las pampas y la Patagonia. No pretendan volver a separarlos de la identidad nacional fabricándoles un símbolo de reciente diseño, porque esa no es perteneciente a su historia.

Cuando vino la guerra de la independencia en América, lo primero que hicieron los revolucionarios fue quitarles sus tierras a los indios, que eran conocidas como "Repúblicas de indios". Por esta causa y por rechazar el liberalismo antirreligioso de la revolución, las tribus se sumaron al ejército realista, con caciques que llegaron incluso al grado de general como los casos de Antonio Huachaca y Agustín Agualongo y que, cuando se les ofreció pasarse al ejército revolucionario o ser fusilados, optaron con valentía y dignidad por el paredón. Los indios fueron exterminados no por los españoles, sino por los revolucionarios en un proceso que se mantuvo hasta principios del siglo XX, cuando sicarios recibieron órdenes de asesinar a los indios patagónicos del sur argentino y del sur chileno. En Uruguay los acorralaron y casi exterminaron en una batalla por 1830 y a los últimos se los vendió a un zoológico en Bélgca. Y ya no había autoridades españolas, gobernaban los revolucionarios o sus hijos.

ASPAS DE BORGOÑA

Por eso, quiero explicarle al honorable Concejo Deliberante, que la verdadera bandera indígena en toda la América española es y era la conocida como Aspas de Borgoña, por la cual lucharon y murieron en cada guerra y batalla contra Inglaterra, Holanda y Francia a lo largo de los siglos XVII y XVIII, también contra oficiales españoles que pretendieron traicionar al rey en sus dominios de América y luego como soldados voluntarios del ejército realista. La resistencia indígena en defensa de la unidad de América y de esta con España, duró hasta 1842.

Esa es la verdadera historia, lo otro es un cuento inglés bien armado para enfrentarnos y luego, a río revuelto, sacar ellos su ganancia para volver a separarnos y completar su viejo y nunca detenido plan de balcanizarnos. Un municipio gobernado por peronistas debería recordar las palabras de Eva Perón cuando dijo: "La leyenda negra se hizo para engañarnos. Y se engaña el que quiere ser engañado".

Con gusto me ofrezco a explicárselos, pues tomar decisiones de este tipo de daño para la Argentina, sin saber bien lo que están provocando, es poner en juego el futuro de sus propios hijos. Y no es un tema para mirar a un costado. Hago mías las palabras de Dante Alighieri cuando escribió: "Los lugares más oscuros del infierno, están reservados para aquellos que se mantienen neutrales en tiempos de crisis moral". Y elegí no ser neutral. Para mí como argentino hay solo dos banderas, la azul y blanca con el sol y las Aspas de Borgoña, que me une con toda Hispanoamérica y que porta el glorioso Regimiento Uno de Infantería "Patricios", aquel que luchó por nuestra patria en 1807 y también en 1982, batalla por la cual también combatieron y murieron numerosos aborígenes profundamente argentinos. Y el municipio de Malvinas Argentinas, justamente por su nombre, no debería prestarse a confusiones.