Ana María Musicó Aschiero (*)
La creación de la bandera nacional se encuentra enmarcada dentro de las primeras acciones revolucionarias de los patriotas criollos. El gobernador español de Montevideo Gaspar Vigodet había dispuesto que su flota impidiera las comunicaciones de los revolucionarios a través del río de la Plata y de sus afluentes. Para cerrar el paso a los navíos realistas el gobierno del Triunvirato ordenó al Jefe del Regimiento de Patricios la construcción de baterías en las orillas del río Paraná. En cumplimiento de la orden, el coronel Manuel Belgrano estableció en las barrancas del Rosario dos pequeñas fortificaciones a las que denominó Independencia y Libertad.
Ante la noticia de un próximo ataque realista, Belgrano decidió que sus soldados no deberían seguir llevando distintivos españoles. Solicitó permiso al gobierno para el uso de una escarapela nacional, el que fue concedido a través de un decreto del 18 de febrero de 1812.Entusiasmado con la aprobación, Belgrano diseñó además una bandera celeste y blanca, colores que el cuerpo de Patricios había adoptado durante las invasiones inglesas y que los patriotas usaran el 25 de mayo como enseña.
El 27 de febrero, durante la inauguración de la batería Independencia Belgrano hizo formar a sus tropas frente a la bandera confeccionada por una dama rosarina, Doña María Catalina Echeverría de Vidal. Ordenó a sus oficiales y soldados jurarle fidelidad y exclamó: "Juremos vencer a los enemigos interiores y exteriores, y la América del Sur será el templo de la Independencia y de la Libertad. En fe de que así lo juráis, decid conmigo ¡Viva la Patria ¡".
Al tomar conocimiento del hecho el Triunvirato lo reprendió severamente mediante un oficio en el que expresaba "El gobierno deja a su prudencia la reparación de tamaño desorden, pero debe prevenirle que ésta será la última vez que sacrificará hasta tan alto punto los respetos a la autoridad del gobierno y los intereses de la nación que preside y forma, los que jamás podrán estar en oposición a la uniformidad y orden. A vuelta de correo dará cuenta exacta de lo que haya hecho en cumplimiento de esta superior resolución".
Cabe destacar que en esos momentos Belgrano era uno de los pocos jóvenes criollos que se atrevían a emplear la palabra independencia. Si bien este ideal era compartido por otros patriotas de la talla de José de San Martín, el Triunvirato, por distintas motivaciones políticas, prefería que no se mencionase el tema de la independencia. Por esa causa reprobó la actitud de Belgrano.
Mientras tanto el General había partido hacia Humahuaca para hacerse cargo del Ejército del Norte y no llegó a enterarse del rechazo, por lo que colocó la nueva bandera en los balcones del Ayuntamiento de San Salvador de Jujuy.
El 27 de junio el gobierno lo desautorizó por segunda vez a lo que Belgrano respondió que destruiría la bandera: "para que no haya ni memoria de ella. Si acaso me preguntan responderé que se reserva para el día de una gran victoria y como está muy lejos, todos la habrán olvidado".
Afortunadamente el día de esa victoria estaba muy cerca, ya que si bien el gobierno mantuvo en completo abandono al Ejército del Norte y ordenó a Belgrano retroceder hasta Córdoba éste lo desobedeció, y ante el angustioso pedido de ayuda de los tucumanos a causa de la invasión perpetrada en agosto por los realistas, el General decidió presentar combate. Así fue como el 24 de septiembre de 1812 aplastó al ejército de Pío Tristán.
La felizmente incumplida orden de repliegue dirigida a Belgrano acrecentó el desprestigio del gobierno y precipitó su caída. El 8 de octubre se formó un segundo triunvirato afín con la ideología de San Martín, integrado por Juan José Paso, Nicolás Rodríguez Peña y Antonio Alvarez Jonte, el que dio un nuevo impulso a la guerra por la independencia. Avaló lo actuado por Belgrano y le ordenó confeccionar nuevamente la bandera.
En las orillas del río salteño Pasaje, que desde entonces pasó a llamarse Juramento, el 13 de febrero de 1813 el Mayor General Eustaquio Díaz Vélez, tomó al General Belgrano juramento de fidelidad a la enseña. Acto seguido éste hizo lo propio con Díaz Vélez y con el resto del ejército. El 20 de febrero se libró la Batalla de Salta en la que Belgrano derrotó nuevamente a los realistas, siendo ésta la primera acción militar de los patriotas presidida por la bandera celeste y blanca. Años después el Congreso de Tucumán se encargó de desagraviar a Belgrano reivindicando su actuación patriótica, y el 20 de julio de 1816 ratificó oficialmente el uso de la bandera celeste y blanca como símbolo nacional.
Durante mucho tiempo la población rosarina bregó por erigir un monumento que homenajeara a nuestra bandera y a su creador. Su construcción recién comenzó en 1943 y estuvo a cargo del arquitecto Angel Guido y de los escultores Alfredo Bigatti y José Fioravanti con quienes colaboró activamente el prestigioso pintor Julián Althabe. En el subsuelo de la edificación se encuentra la Sala de Honor de las Banderas de América presididas por la Argentina.
Un editorial del lunes 20 de junio de 1955 finaliza diciendo: "Esta enseña y su valioso inventor se confunden e identifican en una sola gloria que la celebración de este día quiere fervorosamente perpetuar. La una es el símbolo perenne de la Nación Argentina, el otro es para nosotros el arquetipo del patriota perfecto. Ante ambos nos inclinamos hoy con reverencia y amor".
(*) Licenciada en Historia - Miembro de número del Instituto Argentino de Historia Militar.