Opinión
EL PODER DE LAS IDEAS

La austeridad como valor

La historia fue publicada en el sitio ABC Internacional. Angela Merkel, canciller de Alemania, acudió -junto a su marido, Joachim Sauer- al festival de Bayreuth de 2012, donde se representan cada verano óperas de Richard Wagner y al que acuden figuras prominentes de la cultura, el cine, la política y la intelectualidad de ese país, con el mismo vestido azul, el mismo collar, el mismo reloj y el mismo peinado que utilizó para la misma ocasión en 2008. 

"Hay que predicar con el ejemplo", piensa Angela Merkel cuando abre su armario.. Es la misma estadista que dirige la cuarta economía más poderosa del mundo. 

Hasta el latín, tendríamos que retrotraernos para poder encontrar el origen etimológico de la palabra austeridad. En concreto, tenemos que decir que es fruto de la suma de dos componentes de dicha lengua: el adjetivo austerus, que es sinónimo de “áspero o difícil”, y el sufijo -itas, que puede traducirse como “cualidad”.

Hay un sentido equivoco, de la palabra austeridad en la sociedad, vinculada con la carencia, el mal vestir, la indigencia, el sufrimiento o la escasez.

Nada más alejado de la realidad, una persona austera, es una persona sobria, elegante, sencilla, simple, con dominio de sí, y en eso radica su fortaleza.

Un médico austero 

Argentina en el año 1963 encontró un hombre austero, sencillo, humilde, un médico afincado en Córdoba, se llamó Arturo Illia.

Cuando el doctor Arturo Umberto Illia asume como presidente de la Nación, desde Casa de Gobierno le mandaron hacer un traje de gala para la ocasión, al recibir el traje en su despacho, el doctor sacó su billetera preguntado cuánto debía, lo cual sorprendió a sus allegados y acompañantes porque el presidente de la Nación no estaba bromeando, realmente quería pagar por ese traje.

No aceptó la pensión de presidente porque ser presidente había sido un honor para él.

Al día siguiente de su destitución por las fuerzas del general Onganía convoco al Escribano Mayor de Gobierno para hacer un registro de sus bienes. Al asumir, en 1963, había declarado una propiedad en Cruz del Eje (obsequiada por los vecinos para que la utilice de casa-consultorio), un auto y un depósito bancario de 300.000 pesos. Al dejar el gobierno sólo le quedaba la casa en la localidad cordobesa. La plata la había gastado y el auto, un Fiat 1500, lo vendió en pleno ejercicio de la Presidencia para afrontar gastos por la enfermedad de su esposa.

Otro dato: dispuso en tres años de 240 millones de pesos para gastos reservados (que no requieren rendición de cuentas) y sólo utilizó 20 millones, entre otras cosas para llevar obras de teatro a Europa.

Renunciado, tomó un taxi y fue a la casa de su hermano.

Sus pertenencias en Olivos, cupieron en dos valijas medianas, vaya significado hoy día.

Desde que tengo uso de razón, nuestro país, se ha caracterizado por ser un país, en eterna situación de crisis económica, donde se gasta más de lo que se produce, se endeuda más allá de sus posibilidades, y con cada nuevo gobierno la palabra ajuste (termino familiar), desemboca inevitablemente, en aumento de los impuestos, ajustes a la clase pasiva y todo tipo de recortes siempre en áreas esenciales, como salud, ciencia y educación.

Es una virtud declamada, pero poco aplicada, dentro de la sociedad, de las familias, de la enseñanza, y por, sobre todo, de la clase política.

La austeridad tiene que venir necesariamente de la política, porque son nuestros representantes, los que tienen el deber de ejemplaridad.

Ningún partido hasta ahora, ha planteado un plan sustentable, para ahorrar; pues no se trata de gastar menos o más, sino de gastar mejor, y eso requiere cirugía mayor, establecer prioridades, análisis concretos, decisión política, y consensos.

Lo que la gente se pregunta es, cómo se puede pedir austeridad a una sociedad a la que cada vez se empobrece más, a base de menos ingresos y más impuestos, y encima despilfarrar recursos de una manera tan obscena, más en tiempos, como los que estamos afrontando.

Ellos ganan siempre; nosotros, los ciudadanos perdemos.

Tenemos innumerables ejemplos, que constituyen la antítesis de la austeridad: jubilaciones de privilegio, jubilaciones ilegitimas, las dietas, la cantidad de asesores por diputados y senadores que constituyen verdaderas PYMES, el uso de aviones privados, la enorme cantidad de entes de gestión, la falta de auditorías de los planes sociales, la corrupción, vacaciones en lugares exóticos, autos oficiales, sueldos exorbitantes, el agujero negro de los fondos reservados, compra de aviones presidenciales, propaganda, licitaciones fraudulentas, propiedades suntuosas.

¡No aprendemos! El crecimiento del Estado argentino ha sido exponencial en estos últimos 15 años. Cuando se compara 2018 contra 2002, el gasto público total creció 61% (16,3 puntos del PBI), pasando del 26,7% (2002) al 43,0% (2018). La presión tributaria total subió 50% (11,4 puntos. del PBI), pasando de 22,9% (2002) a 34,3% (2018) del PBI.

Todo este gasto superfluo, socava cualquier autoridad y deslegitima cualquier esfuerzo, generando falta de confianza.

Emma Ilia cuenta, que su padre decía siempre, una frase de Albert Schweitzer: 

“Hay tres maneras de enseñar: con el ejemplo, con el ejemplo, con el ejemplo”.