Después de la derrota sufrida diez días atrás por el gobierno en la Cámara de Diputados, cuando una amplísima mayoría del cuerpo (dos tercios de los presentes) aprobó una recomposición de los haberes jubilatorios que demandaría casi medio punto del producto interno bruto, la sesión del Senado del reciente miércoles se había convertido en una instancia crítica decisiva.
Qué pasaba si no salía
Es que aquella pulseada perdida, como señalábamos una semana atrás, había “agravado la inquietud de los mercados y la incertidumbre sobre la capacidad de gobernar de Milei”. El Congreso, y no el Ejecutivo, fijaba las reglas en un punto determinante del programa fiscal. El poder presidencial se exhibía muy abollado. En esas condiciones, si el Senado rechazaba el reciente miércoles la versión (ya notablemente desflecada) de la Ley de Bases girada con media sanción por la Cámara de Diputados, la impresión de ingobernabilidad que se estaba engendrando habría quedado ratificada. Como resumió Carlos Melconián con su habitual irreverencia, “si no salía estábamos en un quilombo”.
El gobierno emergió del desafío con un éxito que lo alivió y lo estimuló. Después de seis meses de tropiezos, desde las primeras horas del jueves 13 puede ostentar una ley que, aunque por momentos simuló menospreciar (síndrome de la zorra y las uvas), consideraba indispensable para poner en marcha las reformas que ha elucubrado. Ahora el desafío no consiste en obtener el instrumento, sin o en usarlo. Los mercados apreciaron el cambio de situación: cayó el riesgo país, bajó el dólar paralelo (se achicó la brecha con el oficial), se valorizaron las acciones y bonos argentinos en Wall Street.
El logro obedeció, en buena medida, al cambio de sintonía que programó y elaboró Guillermo Francos, primero desde el ministerio de Interior y últimamente como Jefe de Gabinete. Después de la primera caída parlamentaria (cuando el propio oficialismo retiró del trámite parlamentario un proyecto que ya había sido aprobado en general por la Cámara de Diputados para evitar que muchos artículos se debatieran y eventualmente se modificaran durante el tratamiento en particular), Francos se propuso aprender del fracaso. Se trataba- como se señaló en este espacio- de “comprender que el hiperpresidencialismo, el principal motor de la marcha del gobierno, había encontrado un límite y era indispensable articularlo con el aporte y participación de otros actores”. Había que hacer política, cerrar acuerdos, negociar y ampliar la base de apoyo que la ley necesitaba. A principios de mayo registramos acá una expresión atribuida a “un colaborador de Francos” que ilustra el cambio de procedimientos que condujo al éxito del miércoles 12: “Más diálogo y menos trolls”. Así el proyecto de Ley de Bases consiguió la aprobación, primero de los diputados y esta semana de los senadores. Es cierto que el procedimiento no ha concluido: en la medida en que algunos puntos del proyecto que envió la Cámara Baja fueron modificados en el Senado (por caso, se redujo el número de empresas privatizables, se rechazó la restitución del impuesto a las ganancias), Diputados debe volver a tratarlo, sea para admitir los cambios, sea para insistir en el texto que ya había aceptado.
Las fuerzas del cielo pueden negociar
Que la aprobación de la ley en el Senado haya dependido del voto de desempate de la vicepresidenta Victoria Villarruel subraya lo cerca del precipicio que llegó a estar el proyecto. En rigor, destaca el fino trabajo realizado desde la jefatura de gabinete que consiguió soslayar la posibilidad de que opositores condescendientes se sumaran al bloque opositor de Unión por la Patria, tanto para negar quorum como para rechazar el proyecto de ley o desactivar algunos de los puntos que el Ejecutivo considera centrales (delegación de funciones, régimen de incentivos a las grandes inversiones) o para estimular ausencias en instantes concluyentes.
Para conseguir esos efectos, Francos autorizó concesiones y modificaciones en el texto que había llegado de Diputados, admitió reclamos de algunas provincias y pedidos de algunos senadores. Así se eliminaron empresas estatales de la lista de privatizables (Aerolíneas Argentina, Radio y Televisión Argentina, Correo).
Para Francos, lo habíamos señalado en este espacio, lo prioritario era sacar la ley, así fuera sacrificando más puntos de su ya adelgazado contenido. Tener la ley era una prueba de fuerza, central para la credibilidad del gobierno. Eso no implica que el gobierno renuncie a aquellos objetivos (el de las privatizaciones, por caso) , pero no tenía sentido arriesgar por un punto o dos, el hecho mayúsculo de la aprobación de la ley. Aquellos puntos serán, en todo caso, objeto de proyectos específicos de ley. En cualquier caso, con la ley sancionada hay bastante terreno para poner a prueba la capacidad del gobierno para transformar y alentar .las inversiones que permitan la tan ansiada reactivación económica “en forma de ve corta”.
Habrá que ver ahora si el “método Franco” (diálogo, negociaciones, eventuales concesiones, búsqueda de coincidencias), que ha mostrado eficacia es adoptado como propio por todo el gobierno. Parecería razonable que los mecanismos que funcionaron para sancionar la ley sigan operando para sostener la acción de gobierno. Que, ya conseguida la Ley de Bases, se mantenga la idea del pacto con los gobernadores (los Pactos de Mayo, que según el jefe de gabinete, podrían celebrarse el Día de la Independencia en Tucumán), que fueron sostenedores insoslayables de la aprobación de la Ley.
Después de que la Cámara de Diputados modificó la actualización jubilatoria, el Presidente retomó su estilo de reacciones impacientes y furiosas contra la mayoría que dio media sanción a esa ley. Muchos de quienes sufrieron el ataque estaban entre quienes habían votado la Ley de Bases de la cámara baja (y habían sido celebrados por ello desde la Casa Rosada). Más que el sube y baja de las apologías y las denostaciones, la gobernabilidad que se fortaleció el miércoles con el sostenido voto de media Cámara Alta, los desempates afirmativos de la vicepresidenta y la aprobación de la ley, necesita sostener con equilibrio constante una lógica de diálogo, negociación y respeto.
El gobierno venía de una semana agitada que muchos calificaban como “la más complicada” del semestre. Desde el miércoles parece haber inaugurado un ciclo opuesto: tiene la ley que quería (solo falta la vuelta a Diputados), el Indec dio la buena noticia de un índice inflacionario no sólo más bajo que el del mes anterior, sino el más bajo de los últimos dos años (4,2 por ciento). Y China aceptó el roll over del swap de 5.000 millones que concedió a la Argentina con el gobierno anterior. Toca una visita de Milei a Beijing y un apret’on de manos con Xi Jinping. De no haberse renovado el swap, la necesidad de hacer frente a esa obligación habría constituido un golpe durísimo para las reservas que atesora el Banco Central. Buen período de trabajo de las fuerzas del cielo.