Opinión
UNA MIRADA DIFERENTE

¿La ansiada luz al final del túnel?

El primer tramo de la resurrección parece haber culminado con éxito. Ahora empieza lo difícil.

La economía parece estar saliendo de su letargo y también mejoran los signos internacionales de confianza sobre el país. Se está sólo al principio del camino pero al menos otorga al Gobierno un triunfo para exhibir y brinda a la clase media un consuelo por haber sido la protagonista y contribuyente principal del ajuste.

Quienes esperaban un enfoque liberal (no existe una teoría libertaria sobre la economía) tienen razón al sostener que no se ha llegado hasta aquí aplicando esos principios y que tampoco se está aplicando la doctrina a la que se convirtiera el presidente hace tres o cuatro años. 

La columna había advertido antes de la asunción de estas autoridades que el proceso de rescate del naufragio que había dejado el massismo-kirchnerismo iba a ser desordenado, poco orgánico, contradictorio a veces, lleno de cambios sobre la marcha y ciertamente heterodoxo. 

La discusión teórica entre quienes puntualizan ese desapego a los principios clásicos y los fanáticos que pretenden ver liberalismo o economía austríaca donde no existen, es meramente política, a veces teñida de desconocimiento. El ajuste es un ajuste típico, como tantos otros en la historia reciente: desordenado, injusto, de grandes números, basados en la licuación inflacionaria masiva de los grupos de gastos más voluminosos y sin ningún análisis inteligente y selectivo, para el que no había ni tiempo, gente, conocimiento ni soporte legal. No era esperable otra cosa. 

Las tempestades financieras fueron resueltas, eludidas, campeadas o escondidas también como en los otros ajustes: con manipulación de la política cambiaria, una lucha día a día contra la presión de los mercados y los especuladores, una permanente pulseada para defender un tipo de cambio (o sea un valor del peso) que todos saben que es provisorio pero que por ahora conviene mantener tratando de transponer o extrapolar los términos de la ecuación monetaria para que arroje un resultado que convenga, como alguna vez pasó con la convertibilidad. Bastante alejado de la fe austríaca presidencial. 

Como se dijo antes, todo ese proceso es, aún tragando saliva, comprensible y acaso ineludible al tener que realizarse en un corto plazo, para lograr un urgente equilibrio imprescindible a todas luces. 

Algunos de los múltiples planes de ajuste que se vivieron anteriormente tuvieron éxito y otros fueron abandonados a mitad de camino. Este plan de ajuste actual parece haber resultado exitoso al menos en cuanto a los datos y números de las estadísticas. 

Otra etapa

Nivelado y despejado el terreno luego del terremoto, viene ahora la etapa de la reconstrucción. Y, como en el caso de otros planes, empieza ahora la parte más complicada. ¿Se intentará reconstruir la estructura productiva y social del país utilizando los principios de libertad, propiedad privada, libertad comercial, decencia, competencia o se recurrirá al mismo mecanismo peronista-mussoliniano de siempre? 

La pregunta no es inocente. Porque esa fue además la verdadera promesa de fondo de Javier Milei: recuperar la grandeza de la nación usando los principios que alguna vez la hicieron grande. 

Tampoco el interrogante es caprichoso. En prácticamente todos los movimientos que apuntan a un futuro crecimiento el Gobierno se ha apoyado, o ha contado con el aplauso ruidoso, (que ha retribuido en muchos casos) de los mismos prebendarios y hasta sospechados que monopolizan (sic) el escenario empresario nacional. Petróleo, energía, construcción, exportación agrícola (no productores), comunicaciones, minería, prepagas, y otros sectores menos conspicuos pero igualmente peligrosos. 

Muchos de quienes protagonizaron en su momento la causa de los cuadernos, dan cátedra hoy de patriotismo empresario y competitividad. Muchos se codean con la hermana presidencial o el Rasputín criollo Santiago Caputo, como alguna vez lo hicieron en los tés con Zulema Menem. ¿Esa será la prometida libre competencia en la que se confiará la grandeza nacional? ¿No es acaso esa la pata económica de la proverbial casta que supuestamente se quiere atacar y hasta hacer desaparecer del mapa? 

¿En esos personajes deben confiar los argentinos su futuro? 

El virus de la corrupción

Se recordará que el perverso sistema nacional de radicación de inversiones prevé que para poder participar en cualquier licitación, las empresas extranjeras se deben asociar con empresas argentinas. ¿No habría que empezar por intentar la eliminación de esa imposición que garantiza inocular con el virus de la corrupción las adjudicaciones? ¿O eso sería demasiado liberal? 

Estos temores se confirman al observar quienes están cerca del “triángulo de hierro”, directamente o por interpósito operador. El Presidente mismo está virtualmente acaparado, casi secuestrado por la casta prebendaria. La reciente designación del canciller, más allá del sistemático manoseo conventillesco previo al que fue sometida una persona de bien como Diana Mondino, muestra en qué clase de personajes confía Javier Milei para salvar al país. ¿Conveniente desconocimiento o conveniente conocimiento? 

Seguramente en la juvenil mente presidencial anida la esperanza de que, esta vez, la casta será patriótica y competirá sin prebendas ni acomodos con el Estado. 

Tras haber logrado una expectante y hasta optimista calma, el Gobierno -o mejor el país- tiene muchos temas para solucionar. La deuda externa es un obvio riesgo. La deuda interna, menos impactante, no es menos importante en sus efectos y manejo, transformada con un pase de magia en “deuda del Tesoro”, como si semejante pirueta resolviera o cambiara algo. 

Los juicios internacionales deliberadamente incurridos por los gobiernos kirchneristas con el servilismo del ahora enemigo cristinista Kicillof son otro problema inmediato que se prefiere ignorar, y sobre todo seguir manejando como un avestruz que esconde la cabeza bajo tierra. Para medir su importancia, esa deuda es mucho más voluminosa que el total del blanqueo, que se considera un éxito. 

Y hablando del blanqueo, es complejo de entender justamente por qué su resultado se considera un éxito. Si bien algunas ventas de divisas provenientes de ese proceso se han invertido o gastado en algo, es arriesgado suponer que la cifra constituye una muestra de confianza, en una instancia donde no solamente el público en general debe blanquear sus dólares para poder financiar su supervivencia, sino muchas empresas. 

Como al pasar, las autoridades consideran un gran logro que mediante la compra de esos dólares se aumenten algo las reservas del Banco Central, lo que se logra con emisión, a menos que se estén pagando con un bono en pesos. 

Como una muestra del tipo de errores que se pueden cometer por impulsividad, o sobrerreacción, el Ejecutivo acaba de decir que planea destruir la base de datos del blanqueo, para evitar futuras imposiciones o ataques sobre los blanqueadores. 

Impulsividad declaratoria

La impulsividad declaratoria hace cometer errores gravísimos. Un documento público no puede ser destruido sin serias consecuencias judiciales para quien lo haga. Ello impide por otra parte, que se practiquen los debidos controles y escrutinios sobre ese proceso. Y también se infringe las disposiciones de lavado de dinero que se aplican con toda dureza con un monotributista o un ama de casa que quiere depositar 5.000 dólares o gastar 300.000 pesos en un supermercado, pero no en el blanqueo, que no incluye perdonar el lavado de dinero. 

Seguramente la actual auditoría del GAFI sobre el cumplimiento del país tomará nota de esta idea, en línea con las barbaridades que se han hecho y que cuestan tantos juicios perdidos a Argentina. ¿Qué es lo que no se quiere que se encuentre en la base de datos del blanqueo? Esa es la pregunta. Tal vez no se trate de impulsividad. 

Varios ajustes anteriores, aún algunos mejor planeados que el actual, llegaron a esta etapa y luego se diluyeron por causas endógenas o exógenas. Se está ahora en ese momento crucial. ¿Con quién encarará Milei esta etapa fundacional? ¿Con sus empresarios amigos? ¿Con un gobierno lleno de aduladores y kirchneristas supuestamente conversos por olvido o anulando el pasado? 

La obstinación, visible y solapada, de mantener el control cambiario, aun saliendo del cepo, es un indicador preocupante. La idea de conseguir nuevos préstamos es otro peligroso síntoma. 

Hace bien el Gobierno en celebrar el éxito de esta etapa.  A pesar de todas las reservas y condicionantes. Ahora, como se diría en el barrio, es tiempo de parar la pelota y reflexionar. 

Mientras tanto, Cristina Kirchner va en camino de presidir el Partido Justicialista al que ninguneó tantas veces. Buena decisión: es el mejor abogado defensor disponible. En cualquier momento la nombran embajadora.