El mundo
UNA MIRADA DIFERENTE

La acción trumpeana

La particular concepción del presidente electo norteamericano que influirá los próximos cuatro años del mundo.

En 1949, el economista, sociólogo y filósofo austríaco Ludwig von Mise publicaba el que sería el más importante trabajo sobre economía, y para muchos el definitivo: La acción humana. Casi un tratado de sociología universal, contra la ola matematicista que se avecinaba en el mundo económico.  

Rescataba en él al consumidor, al público, al usuario, al ciudadano, como el modelador de todos los mercados, de todos los precios, de todas las decisiones que afectan al ser humano moderno, y proclamaba la libertad en todos los planos como herramienta fundamental para regir esos procesos, contrariamente a la idea de pretender ordenar a la sociedad las conductas a seguir o el valor de los bienes. 

Es algo ofensivo y pretencioso tratar de resumir el monumental trabajo, pero sus conclusiones bien podrían aplicarse a cualquier disciplina y a cualquier aspecto de la vida en comunidad, local o universal, no sólo a la economía. 

En una etapa donde los políticos, y consecuentemente sus gobiernos, se sienten iluminados para regir, ordenar, disponer y resolver sobre los destinos y comportamientos de la humanidad, acaso tenga sentido recordar el concepto de la fortaleza e importancia de la acción humana que suele ir por caminos diferentes a los diseñados por quienes se sienten poseedores de la verdad y como corolario, tratan de imponer su criterio sobre la población mundial. 

Donald Trump se incluye entre esos denominados líderes mundiales arbitrarios, pero tiene la ventaja para muchos (incluyendo a la columna) de defender algunos conceptos más afines a los principios capitalistas, o para mejor decir, la ventaja de oponerse a políticas y estrategias anticapitalistas y a intentos totalitarios de experimentos sociales repugnantes. 

El futuro presidente -que además de ganar el voto popular y tendrá mayoría en el Senado y probablemente en la Cámara de Representantes cuando la CNN y algunos estados decidan terminar el conteo, y ganará por una diferencia de 100 votos en el colegio electoral– tiene más que claro lo que pretende hacer con su sociedad y lo que pretende hacer con la sociedad mundial. 

En todos los casos, se basa más en la acción trumpeana que en la acción humana, como es obvio, con lo que nada garantiza el devenir de los resultados, con prescindencia de la voluntad que ponga en llevar adelante sus ideas. Como en tantos otros planes que abundan crecientemente en el último siglo.

Proteccionista a ultranza

En términos puramente económicos, Trump es proteccionista a ultranza, respondiendo a su clásico entrenamiento como cuestionado y cuestionable protagonista en el mercado interno. Ninguna competencia extranjera será jamás bienvenida. O acaso ninguna competencia, sin aditamentos. Su idea, que no es nada más que una amplificación de su anterior presidencia, de usar los aranceles como barrera para evitar la “amenaza china”, o la idea de penalizar a las empresas radicadas en México para que instalen sus fábricas en Estados Unidos, encarecerá notoriamente los precios, lo que unido a la emisión pandémica, que sigue presente, necesariamente provocará un aumento de la inflación. Y aumentará el problema de los migrantes mejicanos, que se intenta reducir y que tratados como el NAFTA, que evidentemente será nuevamente repudiado, ayudaban a aliviar.

Por eso es poco comprensible el comentario repetido de que el dólar se fortalecerá durante los próximos cuatro años. Difícilmente ello ocurra en un contexto proteccionista y con Estados Unidos habiendo renunciado a ser “el gendarme del mundo”, como proclamó George Bush hijo en el año 2000. Es posible, como algunos sostienen, que se produzca un aumento de la tasa de inflación, y que las tasas, que ahora el propio Trump quiere forzar a la baja poniendo presión sobre la Reserva Federal, como él mismo sostiene, deban subir de nuevo luego de un período corto para frenar ese proceso inflacionario, pero la inflación no retrocede ante esas medidas, sólo deja de crecer, por lo que se trataría de un nuevo espejismo de un mercado especulador bursátil, nada más. 

Es cierto, en cambio, que esa fiebre proteccionista, que inexorablemente afectará también a Europa, uno de los destinatarios favoritos de las rabietas del nuevo mandatario, será muy perjudicial para los países en desarrollo, que ya vienen sufriendo las restricciones económicas y de todo tipo tanto europeas como norteamericanas. 

Ningún caso de proteccionismo de las grandes potencias ha significado crecimiento ni aumento del empleo en el mundo en desarrollo, ni probablemente en ningún otro. China emitirá más para compensar las restricciones arancelarias, las empresas e inversiones americanas se retirarán del mercado asiático, y eso perjudicará las exportaciones de países como Argentina o Uruguay y empujará la inflación. 

El triunfante candidato republicano ha dicho que esa suba de costos producida por los recargos será compensada con ahorros en el gasto estatal y también con la reducción de los gastos para sostener a organismos internacionales, lo cual debe ser celebrado ante la evidencia de que la mayoría de esos entes supranacionales son anticapitalistas y supranacionalistas y sólo promueven la destrucción de todos los sistemas sociales. Pero esos procesos son lentos, y aunque fueran exitosos los efectos negativos del proteccionismo, tanto en su efecto inflacionario como en la erosión de la libertad de comercio mundial y en el combate contra la pobreza, se notarán mucho antes que los supuestos ahorros en la OTAN, la ONU, la OMS y otros entes secuestrados por el wokismo marxista y sus burócratas, mediocres pero aplicados, se reflejen en el presupuesto americano y sus consecuencias. Algo parecido a los ajustes de Milei. 

Su doble presión sobre el comercio mundial y sobre la Fed y aún sobre las finanzas mundiales y sus sistemas impositivos deben ser causa de altísima preocupación. El capitalismo se puede destruir deliberadamente desde su exterior, o sin quererlo desde su mismísimo riñón. Las ideas de Trump, cegado por su idea del MAGA, una reminiscencia de la lamentablemente célebre “América para los americanos”, son casi obligatoriamente empobrecedoras. 

Y no habrá que descartar su presión adicional sobre quienes comercien con China y los países asiáticos para que dejen de hacerlo, sin ofrecerle nada a cambio, pero amenazándolos con sanciones como es su estilo. 

Ambientalismo a la basura

Del lado del haber en términos económicos está la decidida actitud del nuevo mandatario de tirar a la basura todas las ideas ambientalistas que obligan a luchar contra la naturaleza y que están fundiendo a muchos países y encareciendo los costos de vida a niveles intolerables. Si eso se lograse con rapidez sería un alivio real e importante, nada menor, para las economías de los países y de la gente.

En cuanto la supuesta simpatía por Argentina que redundaría en beneficio del país, no se debería poner muchas expectativas en ello. El electo mandatario prefiere las inversiones en su propio país. La idea de obtener un préstamo por la influencia estadounidense sobre el FMI no es un beneficio, es repetir un camino que siempre ha sido nefasto en este medio. 

La estrategia y en consecuencia a la política internacional norteamericana es aún más complicada o difícil de predecir. Comenzando por la idea del flamante presidente de “terminar la guerra entre Rusia y Ucrania en un día”. Luego de varios años de abandonar su tarea de rector del orden mundial, la tarea estadounidense será complicada. El postulado (póstumo) de Kissinger -que sostenía que así como en su momento se había contemporizado con China para frenar a Rusia ahora se debía proceder a la inversa- está flotando en el ambiente. Ucrania, enfrentado al cese de ayuda de Occidente, ahora prácticamente sólo EEUU, puede ser compelido a una paz que termine en una división de su territorio. De paso eso sería bueno para abaratar el precio del petróleo, ahora influido entre otras razones por la guerra. 

Estos gastos bélicos incurridos por la administración Biden están en la picota para contribuir a compensar otros costos de la política de Donald. 

El caso de Israel, que dejó de ser “el único aliado estratégico de EEUU” por decisión demócrata, puede jugar en sentido inverso. Irán no puede sino ser considerado un enemigo norteamericano en el mundo de Trump, luego de la tolerancia obamista que permitió con una inocencia difícil de entender el desarrollo atómico del desafiante y sistemático enemigo permanente de Estados Unidos. Por ese lado no deben esperarse ahorros. Al contrario. 

Seguramente de haber triunfado el partido de Kamala Harris, las preocupaciones serían distintas, mayores y más certeras y graves. Pero las que eventualidades que se avecinan ahora no pueden ser enfrentadas cerrando los ojos. Para resumir la situación en este aspecto bastaría con hacerse una pregunta: ¿Dejará Estados Unidos que Europa se termine de morir y pase a manos del Islam, o la reconocerá como aliado capitalista pese a von der Leyen y acudirá en su ayuda en sentido múltiple? ¿Y qué efectos de todo tipo puede tener eso?

Y escondido como un Voldemort entre bambalinas del escenario global, el peligro de un líder que, como los otros, también cree tener toda la verdad y espera imponérsela al mundo. La acción trumpeana contra la acción humana. Los efectos de cualquier decisión impuesta siempre se hacen sentir.