Hace pocos días, la OMS (Organización Mundial de la Salud) ratificó el intento que viene pergeñando y gestionando desde antes de la pandemia, de obligar a firmar a todos los países del mundo un tratado que los obligue a delegar en este ente burocrático mundial seudocustodio del bienestar universal, dependiente de la ONU, las medidas inherentes a una pandemia y de otros temas relativos a la salubridad pública, y a obedecer sus órdenes. Desde la detección, declaración y formalización de una pandemia, hasta obligar a cada nación a tomar todas las medidas que la burocracia con sede en Ginebra determine, incluyendo bloqueo de fronteras, medidas de cierre, aislamiento, tratamiento, vacunación y consiguientes. O sea, la dictadura burocrática de la salud mundial. Porque para poder llegar a aplicar semejante criterio necesita virtualmente de un sistema paralelo de poder y de espionaje y una des-soberanización de cada uno de los países.
No demasiado distinto de lo que ahora ocurre con el tratado de calentamiento climático, que no solamente ha obligado a poner impuestos ruinosos e inflacionarios sobre el consumidor mundial, sino que tiene ahora, justamente por otra cláusula estúpida, la facultad de sancionar a quienes no se adhieran o no cumplan con sus mandatos, hasta transformarlo en un paria internacional. (La guerra agrava y evidencia el problema, pero no es la causal del problema) No hace falta mucho pensar para comprender que se destrozará a este paso la economía de todas las naciones, basándose en el miedo instaurado cuidadosamente de un imposible de probar cataclismo universal. La descabellada idea de reemplazar el sistema de producción de energía por otro que se supone que se llegará a inventar en el futuro, no solamente es delirante, sino que sembrará la hambruna en el mundo, lo que supuestamente se trata de evitar con este invento. No hay manera de ganar la guerra con Rusia sin dejar de lado o modificar drásticamente este tratado, pese al empecinamiento europeo y aún americano en mantenerlo hasta las últimas consecuencias, que serán últimas, para redundar.
El tratado de la salud que ahora se intenta es más directo y eficiente en su poder destructivo. Y no admite discusión. Es esto o la muerte, dice la dialéctica del relato. Se basa por supuesto en un miedo construido a lo largo del tiempo, lleno de contradicciones -miedo al que tanto han contribuido dos organizaciones privadas con fines de lucro como Greenpeace y la Fundación Bill y Melinda (?) Gates- esta empresa gran beneficiaria de un encierro generalizado y en un cambio drástico del sistema alimentario universal que el mesiánico fundador del monopolio Microsoft-Windows intenta imponer por igual vía y en el que está invirtiendo fuertemente (recordar su idea de la carne de gusanos y otros alimentos sustitutos) Está claro que reemplazar el sistema clásico de alimentación por un sistema fabril de proteínas sintéticas es el mayor negocio de la historia. También el mayor esclavizador y empobrecedor de la historia.
La reciente pandemia deja varias lecciones que digerir e interpretar antes de que cualquier país intente apresuradamente plegarse por solidaridad, conveniencia, alineamiento, ideología o presión a la idea de resignar por urgencias económicas o electorales, por sobornos, por miedo o por facilismo su soberanía y los derechos de sus ciudadanos, que garantiza su constitución, a un ente burocrático de la ONU, cuyos objetivos se desconocen – o se conocen muy bien – sobre todo ante la constante que muestra un copamiento de estos entes por el peor neomarxismo. Entendiendo por neomarxismo al conjunto de pensadores y de prácticas que se vienen diseñando y aplicando desde la caída del comunismo, y aún antes, como método de imponer las mismas ideas marxistas, leninistas y estalinistas por otra vía, pero con igual final. Véanse algunas observaciones:
Tal cosa es este tipo de tratados, un intento de forzar una dictadura universal sin apelación para que la incompetencia y la pobreza no sea cuestionada. Por supuesto, basándose siempre en el miedo. El miedo a la muerte por comer mal, a la muerte por el derretimiento del hielo, a la muerte por una pandemia, al meteorito de Don’t Look Up, no importa, o a otros sentimientos primarios, comos la indignación por la invasión rusa a Ucrania, la solidaridad con la desigualdad, el odio nacionalista, la esperanza de la paz, como sostiene el presidente Biden cuando dice falazmente que “un poco de inflación es el precio que hay que pagar por la paz”, un argumento tan superficial y sin fundamento como si lo hubiera formulado un analfabeto.
Para entender mejor la concatenación de situaciones, intereses, negocios y política detrás de estos conceptos, baste recordar que la Organización mundial de la Salud, dirigida por un personaje redimido y exonerado de la justicia real y la justicia popular, está financiada en su mayor parte por el gobierno de Alemania, seguido inmediatamente por la Fundación Bill y Melinda (?) Gates, con una fortísima participación del 60%
Como se pudo comprobar en el advertorial complaciente y condescendiente de Netflix, pagado por sus abonados, en el que el culpable de Windows y amigo de Epstein expone o hace exponer allí su capacidad de redentor de la raza humana, y la clarividencia de profetizar múltiples catástrofes, desde la hambruna universal que curiosamente algunas de sus ideas puede provocar, a una tenebrosa organización terrorista capaz de hacer renacer mediante manipulación genética los virus de la viruela, el tifus o la fiebre amarilla, y desparramarlo en la Penn Station o en la Oxford Square Station del subte londinense. El formato de marketing monopólico que tantas veces se le ha imputado a Microsoft o a Windows, por otros caminos.
El monopolio de la salud que ahora intenta conseguir la orga que dirige Mister Ghebreyesus, usando la letra del tratado que obligará a firmar, es probable que proceda a determinar prohibiciones, recargos, multas y exclusiones para quienes alimenten a su población con alimentos tradicionales, como vacas, ovejas, cerdos, verduras, gallinas y demás. Eso también sería funcional a Big Brother Gates, que está invirtiendo fuertemente en sustitutos sintéticos a esos alimentos, como la seudocarne de gusanos. Finalmente, el rey del monopolio no cambiaría demasiado su concepto, sólo su metodología. También aquí se basaría en el miedo, también aquí, ese miedo llevaría a la pobreza universal, a la miseria de los pequeños países, a la desvalorización de la producción, para terminar descubriendo mucho después que el miedo era infundado. Ya ha pasado, ¿no? En la realidad y en la vasta ficción.
Sin embargo, este tratado que persigue la OMS, que probablemente sea aprobado antes de fines de 2024 como anuncia el ente, porque los presidentes de los países tienden a aferrarse a las mismas ideas de seudo sensibilidad de Joe Biden, (y las sociedades también, suponiendo que se enterasen) sirve para mostrar una constante que en grado diverso y creciente ha venido sucediendo hace varios años, aún desde el fin de la guerra. En definitiva, la ONU ha estado llenándose de Organizaciones, Tribunales, Cortes, reglas, reglamentos, Defensa de Derechos, que se comportan del mismo modo que ocurre en este acuerdo. Hasta se ha obligado a que los países vayan incluyendo en su constitución la subordinación de la legislación local a los tratados con esos organismos de la ONU, con iguales consecuencias. O peores. Los acuerdos de Lavado de dinero y secreto bancario, obligados por EEUU, el informal GAFI y la OCDE, no son sino la misma cosa, que detrás del espíritu de desquite y miedo tras la caída de las torres gemelas, permitió la aberración de la antiamericana y antidemocrática Patriot Act, negación misma de la libertad. Bajo la inspiración del entonces presidente Bush nieto y de su nociva asesora Condoleezza Rice, se cercenaron los derechos de todo el mundo, se consolidó la estatización y el control universal, se forzó a todos los países a quedar entrampados en el control financiero americano, se limitó la competencia de los bancos universales, por orden norteamericana, proceso que culmina con la autodestrucción virtual al sancionar a Rusia y sus correlacionados, que podrá tener razones profundas, pero que va en contra de la idea de transformar a algunas plazas en el centro financiero del mundo, ergo en contra de la globalización comercial, una señal de peligro para todo el sistema financiero y en especial para Estados Unidos. El mismísimo George Bush nieto, conocido como George Bush hijo, acaba de venderse en un furcio condenatorio en la semana: cuando quiso decir la injustificada y alevosa invasión a Ucrania, dijo la injustificada y alevosa invasión a Irak. Tiene razón Jorgito. Fue una burrada más en esta línea estatista llena de mentiras.
Nada diferente es la OTAN, la organización de DDHH, y cada uno de suss entes educativos, políticos, financieros o laborales, como la OIT, todos organismos que han encontrado maneras parciales o totales de crear un paraguas global institucional, y meterse subrepticiamente en las constituciones locales, en contra de las soberanías nacionales. Todos organismos burocráticos que en el mejor de los casos son inútiles, cuando no propagandistas y defensores activos del neomarxismo que propugna la división en miles de gajos de cada país para finalmente lograr su disolución y a partir de esos soviets volver a imperar. Basta leer las múltiples declaraciones de las Naciones Unidas, donde Argentina tendrá en breve un enemigo si alguien tratase de solucionar la invasión chilena-mapuche que inexorablemente contará con el apoyo automáticos de alguna de esas Declaraciones u organismos para defender derechos que no tienen y nunca tuvieron, en nombre de esos tratados supranacionales incluidos en la Constitución Nacional.
Sin entrar a considerar conspiraciones – ni a descartarlas, el sistema de orden mundial americano está destrozado, parte por culpa de EEUU, parte por su inocencia al dejarse subyugar por el pensamiento estatista y reivindicatorio. Occidente olvida que todos estos proyectos desembocan en lo que más le interesa al neomarxismo: un mundo con una economía débil, destruida, llena de pobres individuos dependientes del Estado. No muy distinto de lo que sueñan los biconeros, para ser sinceros. Otro día habrá una nota sobre eso.
El tratado de la salud pandémica y colectiva es parte de ese proceso. Porque utiliza al miedo como herramienta de justificación de confiscación, de emisión, de aumentos impositivos, de inflación y de miseria generalizada. Y utiliza también el miedo, como hizo el FMI para sostener el principio keynesiano de que “ante la gravedad de la situación, no es momento para preocuparse por los presupuestos y el déficit” frase que presagia el desastre. Y de paso, tiende a seguir despojando a las naciones y a las sociedades de su soberanía sobre cualquier tema. La Sociedad Mundial con la que siempre soñaron los estatistas tiránicos.
Es que el mentado Reseteo 2030 o el Gran reseteo, no será el fruto de un proceso de evolución de la teoría, ni una consecuencia de efectos del mercado, ni la aplicación de una teoría superior mágicamente encontrada. Es el efecto de un empobrecimiento deliberado e instantáneo, de la dependencia del individuo del estado y del miedo que justifica la pérdida de libertad. Las organizaciones escondidas detrás de la ONU, como la OMS, son las encargadas de generar esa situación caótica y fatal. No le preste atención a nada de lo que digan. Aunque le juren que va a caer un meteorito. Eso sólo lo creen Meryl Streep y Leo Di Caprio.