POR CHRISTIAN VIGNA *
Dios nos ha regalado vivir en este tiempo final (Hb 1, 2), para seguir anunciando su Reino; y bautizar y hacer que todos los pueblos (Mt 28, 19) sean sus discípulos. Y enseñarles a cumplir todo lo que Cristo nos ha mandado (cf. Mt 28, 20). Ésa, y no otra, es la labor de la Iglesia de todos los tiempos. Porque Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre (Hb 13, 8). También hay que hacerlo, claro está, con los pueblos que cayeron en la herejía, el cisma y hasta en la apostasía estruendosa; sea por reyezuelos lujuriosos y sanguinarios, o por frailes soberbios que, presas también de la rebelión, pulverizaron la castidad, y dilapidaron la fe. A ellos, hoy “autopercibidos” faros de la Europa decadente, es a quienes con más fuerza debemos volver a hablarles de Jesucristo, antes de que caigan para siempre bajo el poder de los mahometanos.
El pasado 20 de junio cumplí 48 años de periodista y, gracias a Dios, no he perdido mi capacidad de asombro. Sé, de cualquier modo, que, en este tiempo de posmodernidad, poscristianismo, posverdad, poshumanismo, y de todos los pos anticristianos y, por lo tanto, antihumanos, conocidos y por conocerse, uno puede toparse con las informaciones más insólitas y desconcertantes. Me ocurrió hace un par de jornadas, con una información procedente de Inglaterra. Ahora se busca allí “descolonizar” las universidades, prácticamente sepultando a Sócrates, Platón, y Aristóteles.
Lo primero que se les debe decir a los piratas invasores de nuestro territorio es que, si quieren “descolonizar”, empiecen por devolvernos nuestras Islas Malvinas; y Gibraltar, a España, nuestra Madre Patria. De lo contrario, es imposible concebir tanto cinismo.
Leer los argumentos de los colonialistas más crueles de la historia de la humanidad, para “descolonizar” sus claustros mueven, al mismo tiempo, al escándalo y a la compasión por la que se les vendrá encima.
INCLUSIVOS
Afirman los vanguardistas de la “mente abierta” que, al agregar una variedad más diversa de autores no occidentales, se busca promover “un enfoque más inclusivo en la filosofía”. ¡No podían faltar “diversidad” e “inclusivo”, palabritas talismanes de estos tiempos decadentes!
Y para lograr ese objetivo revolucionario proponen incorporar perspectivas de África, Asia, Medio Oriente e Iberoamérica.
Entre los nuevos pensadores, aparte de Confucio, y otros más clásicos, se procura incorporar desde una filósofa japonesa que desafía al “eurocentrismo”, hasta una académica feminista indio-estadounidense, y profesores africanos especialistas en “género”.
¡Desdichados ingleses! Se extinguirán más pronto que el resto de Europa, y de lo que queda de civilización. Ya lo advirtió, proféticamente, en 1978, el célebre Aleksandr Solshenitsyn, en El suicidio de Occidente.
Justo es reconocer, de cualquier modo, que en esta periferia colonizada también por la pérfida Albión, en buena parte de las universidades del Estado, en el currículo de filosofía, los griegos y la escolástica han desaparecido ya hace varios años.
Datan, así, el comienzo de la Filosofía con Kant; y relegan a todos los autores precedentes a un insignificante recuerdo de tipo histórico, vinculado con una supuesta “edad primitiva de la humanidad”.
Debe reconocerse entonces que colonizadores y colonizados competimos sin pausa en la rauda carrera hacia la nada. ¿O es que, acaso, puede esperarse algo de futuro, cuando se busca la destrucción sistemática de las raíces?
El amado y sapientísimo Benedicto XVI –a quien tanto extrañamos- enseñó que un avance decisivo en la comprensión del origen del cosmos fue la consideración del ser en cuanto ser y el interés de la metafísica por la cuestión fundamental del origen primero o trascendente del ser participado.
Para desarrollarse y evolucionar, el mundo primero debe existir y, por tanto, haber pasado de la nada al ser. Dicho de otra forma, debe haber sido creado por el primer Ser, que es tal por esencia (Discurso a la Academia Pontificia de Ciencias, 31 de octubre de 2008).
Los griegos, por la metafísica, llegaron a comprender perfectamente esto; y, en consecuencia, su aporte es fundante no solo para la civilización occidental, sino también para la humanidad entera.
Bien les vendría, entonces, a colonizadores y colonizados, de allá y de aquí del Atlántico, rendirse ante el primado de la razón objetiva, y no a un subjetivismo y sentimentalismo acomplejados, lleno de prejuicios e ignorancia; que reduce al Bien, a “pasarla bien”.
El gran mal de nuestro tiempo es que, buena parte de las personas, se resisten a pensar. Y todo lo reducen a los impulsos; especialmente, venéreos. Así les va.
Sin filosofía, sin razón, y de suyo, sin fe, son secas hojas, arrancadas de árboles moribundos.
VICTIMAS
En el caso de Inglaterra, además, se ve con patetismo que, en materia de colonización, no solo es victimaria sino también víctima, porque las logias masónicas y otras sectas, que nacieron y se desarrollaron bajo su amparo, terminarán ahogándola.
Los católicos somos bien abiertos y, claro está, no nos cerramos a la lectura y al estudio de autores venidos de otros ámbitos.
De hecho, en nuestro caso, como sacerdotes, hemos accedido a ellos para descubrir las “semillas de verdad” que aportan y, también, su suma de errores, y parcialidades.
La solución pasa por conocer más y mejor a los griegos; a la escolástica, y a todos los autores que, en 2500 años, primero a tientas, y plenamente luego con la Revelación, abrieron de par en par las puertas a Cristo. Y, al profundizar en los otros filósofos se descubrirá que, en su abrumadora mayoría, abrevaron en las fuentes europeas –que tanto detestan-; y a las que desfiguraron, en muchos casos, con malas artes.
Conoceréis la Verdad, y la Verdad os hará libres (Jn 8, 32), nos exhorta Jesucristo, la Verdad encarnada.
Bien proféticas resuenan, con este contexto, las palabras de San Pablo: Vosotros sabéis en qué tiempo vivimos y que ya es hora de despertarse, porque la salvación está ahora más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe.
La noche está muy avanzada y se acerca el día. Abandonemos las obras propias de la noche y vistámonos con la armadura de la luz (Rm 13, 11-12). La opción es, más que nunca, una sola: o Cristo o el error; o la Verdad o las falsas religiones. Sean, supuestamente, “de luz”, o de “dragones rojos”.
(*) Sacerdote y periodista.