En el contexto actual de América Latina, donde las sociedades enfrentan retos económicos, políticos y sociales que amenazan la cohesión y el bienestar de sus pueblos, el rol de la Democracia Cristiana emerge como un faro de esperanza. Más que una corriente ideológica, se trata de un movimiento que busca reconciliar la política con los valores humanistas y éticos que la región tanto necesita.
Durante el foro ‘América Libre’, que se realizó en Méximo, no solo nos encontramos debatiendo sobre el presente, sino también proyectando un futuro en el que la libertad, la justicia social y la dignidad humana ocupen el lugar central en la agenda pública. En este sentido, la Democracia Cristiana no solo ofrece un modelo teórico, sino un camino pragmático hacia la realización de una política comprometida con el bien común.
UN IDEAL PARA UNA SOCIEDAD JUSTA
Históricamente, la Democracia Cristiana ha sido una fuerza transformadora que ha influido en la construcción de democracias estables y sostenibles en el mundo. Inspirada en los principios de la Doctrina Social de la Iglesia, este enfoque busca un equilibrio entre la libertad económica y la justicia social, abogando por una economía de mercado que esté al servicio de la persona y no al revés.
En momentos donde el populismo y el autoritarismo amenazan con erosionar las instituciones democráticas en muchos países latinoamericanos, la Democracia Cristiana ofrece una alternativa que se sustenta en la ética, la responsabilidad social y el respeto por los derechos humanos. Es, por tanto, una voz necesaria en los debates sobre el futuro de la región.
UN LLAMADO A LA ACCIÓN
Hoy más que nunca, es vital que los partidos y movimientos de inspiración cristiana en América Latina asuman un rol activo en la defensa de las instituciones democráticas. La Democracia Cristiana tiene la capacidad única de tender puentes entre diversos sectores de la sociedad, promoviendo un diálogo que rechace la polarización y busque soluciones inclusivas.
No podemos permitir que los discursos de odio, la corrupción y el clientelismo sigan capturando el espacio político, robando a nuestros pueblos el derecho a una vida digna y a un futuro próspero. La verdadera libertad no es solo la ausencia de opresión, sino la posibilidad de que cada persona desarrolle su potencial dentro de una comunidad que respete su dignidad y sus derechos fundamentales.
UN NUEVO HORIZONTE PARA AMÉRICA LATINA
El llamado de la Democracia Cristiana en este foro ‘América Libre’ no es solo un ejercicio académico, sino un compromiso de acción. Es la reafirmación de que los valores éticos y espirituales deben guiar nuestras decisiones políticas para construir sociedades más equitativas y justas.
Al promover políticas basadas en la solidaridad, la subsidiariedad y la justicia social, los demócrata-cristianos pueden y deben ser los arquitectos de un nuevo pacto social que ponga en primer lugar a las personas, especialmente a las más vulnerables, y que no ceda ante los intereses de las élites económicas o de los poderes autoritarios.
Concluimos este foro no con un cierre, sino con un nuevo comienzo: el compromiso renovado de trabajar por una América Latina donde la libertad no sea un privilegio para unos pocos, sino un derecho inalienable de todos.