Opinión

Inteligencia artificial y democracia

Una historia de ficción que sirve para entender el liberalismo, y la política.

Aquél pequeño país había decidido por abrumadora mayoría adoptar a pleno los principios liberales para gobernarse. Comenzó entonces por asegurarse de que los ciudadanos se regirían estrictamente por la Constitución y las leyes preexistentes, sin depender de los funcionarios o burócratas. 

Entonces decidió recurrir al mejor programa de Inteligencia artificial conocido, que ciertamente no era uno de esos chats o bots que supuestamente se llaman de IA, pero que sólo son buscadores más o menos disfrazados de inteligentes, cuando en realidad simplemente recopilan información de múltiples sitios y fuentes, y no toman decisiones autónomas de ninguna clase ni verifican su calidad o autenticidad. 

Con eso lograron que las leyes aprobadas por el Congreso se aplicaran directamente, sin alteraciones, regulaciones, reglamentaciones ni arbitrariedades interpretativas, y evitar que toda legislación sufriera infinitos cambios o fuera desvirtuada por las decisiones, conveniencias, caprichos, manoseos, condicionamientos o limitaciones de cualquier gobierno o funcionario, o, al decir de Hayek, para que la sociedad no fuera esclava de la Fatal Arrogancia de la burocracia y que la población no dependiese de su capricho, conveniencia o ideología. 

Así como hay una línea de pensamiento que sostiene que hay que atar las manos del Estado dispendioso y emisor serial mediante el recurso de dolarizar la economía –con todas las dificultades que eso puede generar– un gobierno supervisado por una Inteligencia Artificial garantizaba no sólo que la ley se aplicara con pureza, sino que se evitaban vicios como el de la planificación central, que, como también pensaba Hayek, conducía inexorablemente a alguna clase de dictadura. 

De paso, se eliminaba la corrupción, el nepotismo, el electoralismo, la demagogia, el populismo, el clientelismo y todo tipo de exceso que los sistemas políticos modernos conllevaban. Y ciertamente, se ahorraba una masa de gastos que equivalía a la mitad del presupuesto nacional. O sea, que el dinero destinado a cumplir con las disposiciones legales que cubriesen salud, educación, seguridad, bienestar o cualquier otro aspecto, se destinaba totalmente a esa función, y no a pagar una estructura inútil y costosa que insumía y desperdiciaba o rapiñaba el 50% de los recursos.

De ese modo, el pueblo elegiría democráticamente a sus legisladores y a su Presidente, pero el Estado o el Gobierno debía ceñirse a las leyes tal como estaban escritas, sin estructuras que “bajaran al territorio” o decidiesen cómo tenía que pensar los ciudadanos. 

Justicia imparcial

Pronto la sociedad se dio cuenta de que la medida no era suficiente. Si las leyes también afectaban sus derechos esenciales, la vida, la libertad o la propiedad, los individuos debían tener la garantía de poder recurrir a una justicia imparcial, decente y veloz. Pero la Justicia había olvidado esos atributos. Ya no era posible corregirla porque se había imbricado de tal manera con la política y los intereses de la delincuencia en todos sus formatos, se tratasen de delincuentes comunes, tratantes, traficantes, políticos, empresarios, sindicalistas o gerenciadores de pobreza.

Entonces las grandes mayorías decidieron que también la Justicia necesitaba un programa de Inteligencia Artificial. Se eliminaron los jueces, fiscales y todo el aparato judicial, y el programa infalible se encargaba de juzgar y decidir cuando alguien había infringido la ley y cuál era la pena que le correspondía, según los Códigos. 

Eso llevó a que todo el sistema de seguridad también cayera bajo análisis con severos cuestionamientos, lo que motivó que otro programa de IA decidiera los procedimientos, las intervenciones, eliminara las complicidades, zonas liberadas, declaraciones amañadas, tolerancias, permisos, y se limitara a cumplir los protocolos también establecidos por ley. Hasta las cárceles estaban controladas por esa metodología, evitando toda permisividad. 

Para evitar la creación de leyes que favorecieran los intereses creados y los negocios sucios de empresas, políticos, sindicatos y seudocausas sociales y humanitarias, otro programa de IA declaraba inconstitucional toda legislación que los apañase o facilitase. 

Cuando se descubrió que la independencia de poderes era una mentira y que los cargos electivos eran digitados por partidos corruptos y asociados entre sí según el rubro y el tema, y que el pueblo votaba a menudo a delincuentes, incapaces, incalificables para cargos electivos, se decidió que en vez del voto popular, un programa de IA elgiera al azar a los miembros de los tres poderes, luego de analizar sus antecedentes, formación, historial y gestiones previas, el origen de su patrimonio y sus condiciones morales.

Conclusiones

La historia ficticia y distópica permite extraer algunas conclusiones:

* No hay liberalismo posible sin una justicia rápida, imparcial y honesta

* El liberalismo y la corrupción no pueden coexistir.

* La corrupción es la kriptonita de la democracia.

* Todo sistema corrupto desemboca en alguna forma de dictadura con prescindencia de su ideología.

* Una vez que se ha incurrido en el populismo a niveles masivos y por mucho tiempo la democracia es una declamación sin significado.

* La esperanza de una solución milagrosa e instantánea es peor que el problema que se intenta solucionar con ese anhelado milagro.

* La repetición de políticas y decisiones que llevaron a la ruina, con el formato que fuere, llevan a más ruina, esta vez deliberadamente. 

* La democracia requiere ser reformulada mundialmente para poder avanzar con criterios racionales y no caer en la complacencia y el desastre de la demagogia sistémica, que desemboca en la corrupción. (No es nada más que la advertencia de Tocqueville hace más de dos siglos)

* El criterio liberal es el que más se acerca a las necesidades de la sociedad y el que más respeta la acción humana y garantiza la competencia y la vigencia del mérito como mecanismo de ascenso social. Pero no puede ser aplicado manu militari, a riesgo de terminar desvirtuándolo.

* Ser liberal es respetar la acción humana. 

Ser liberal es respetar la independencia de poderes

Sir Arthur Clarke, el gran autor de novelas de ciencia ficción, coescribió junto a Stanley Kubrick su director, el argumento de la premonitoria película 2001, Odisea del Espacio, de 1968. En ella, la IA de una nave espacial resuelve corregir por su cuenta el rumbo porque cree que su tripulación es incapaz y entonces decide ignorar sus instrucciones y la lleva inexorable y empecinadamente hacia el infinito y la muerte.

La referencia a la Inteligencia Artificial en este cuento es una metáfora para quien quiera entenderla.