La muerte y la primavera
Por Mercè Rodoreda
Club Editor. 222 páginas
La muerte y la primavera, el testamento literario de la escritora catalana Mercè Rodoreda (1908-1983), es una obra extraña, una novela cargada de alusiones y simbolismos difíciles de precisar, y un artificio literario intenso y de engañosa fluidez.
Se ha dicho que es una alegoría del franquismo o una fábula de resonancias míticas. Bien puede haber sido una pesadilla, porque así de perturbadoras son sus apretadas páginas. La historia, que en el comienzo es narrada por un muchacho a punto de hacerse hombre, transcurre en un mundo alternativo y fantástico. Un pueblo anónimo, a la vera de un río real y simbólico, y al pie de una montaña amenazante. Del otro lado del río, un bosque-cementerio, en cuyos árboles se "entierran" a los muertos de la aldea. Los pocos personajes tampoco tienen nombre: el herrero y su hijo, el misterioso “señor”, el hombre del garrote que pelea con los chicos de la zona, el único preso del lugar, los padres muertos del narrador, su madrastra “lisiada”.
La crueldad y el desamor mandan en las relaciones de los pobladores, incluso entre padres e hijos. Todos se hallan como sometidos a una naturaleza vibrante que, lejos de cualquier inspiración bucólica, puede ser también implacable y despiadada. Rodoreda, narradora consumada, juega con esa ambivalencia y también con la temporalidad del relato y la identidad del narrador. Hacia el final, las piezas de lo que parecía un rompecabezas confuso y atroz terminan por unirse.
El libro lo escribió en el exilio, a comienzos de la década de 1960. Lo abandonó sin darle la forma que quería, pero eso no dificulta su lectura, que de por sí es ardua. Se publicó por primera vez en 1986, tres años después de la muerte de la autora. En aquel momento no convenció a la crítica, que tal vez esperaba una repetición de obras maestras como La plaza del Diamante (1962) o Jardín junto al mar (1967). Fue redescubierto en 2017 en medio de grandes elogios. En esta nueva edición viene acompañado por un muy adecuado posfacio de Mariana Enríquez.