El depuesto presidente de Honduras, Manuel Zelaya, intervino anoche sorpresivamente en la Asamblea General de las Naciones Unidas al reclamar, por teléfono, apoyo del organismo para luchar contra la "dictadura" que lo derrocó el 28 de junio último.
Zelaya se dirigió a la asamblea desde la embajada brasileña en Tegucigalpa, donde se encuentra refugiado, durante el discurso que su canciller, Patricia Rodas, iba a dar en nombre del gobierno de constitucional hondureño, el único reconocido por los 192 países que forman la ONU.
La canciller sustituía así a su presidente, quien en un principio iba a intervenir la semana pasada en la Asamblea, consignó un despacho de DPA.
"La vida de nuestro presidente, mientras hablo, está en peligro y también la de nuestro pueblo", señaló Rodas, y luego tomó su celular para comunicarse con Zelaya.
Desde los asientos de la delegación hondureña de la Asamblea, se encontraban observando la escena el embajador de Honduras ante la ONU, Jorge Arturo Reina, y el hermano del presidente Zelaya, Carlos Zelaya, quien estos días se encuentra con Rodas en Nueva York.
"Tengo en mi mano al teléfono al presidente José Manuel Zelaya Rosales", dijo la canciller Rodas sosteniendo el teléfono en alto.
En medio de un fuerte aplauso por parte de los países presentes en la Asamblea en ese momento, Zelaya aprovechó su intervención para manifestar que en Honduras "se ha instalado, además de un golpe de Estado, una dictadura", y para llamar la atención a la ONU para que le dé un decisivo apoyo.
El presidente derrocado, que denunció el cierre por parte del gobierno de facto "de los dos únicos medios de comunicación opositores a la dictadura", en relación a Radio Globo y Canal 36, pidió a las Naciones Unidas cooperar "para recobrar el Estado de derecho y la libertad que merecen los hondureños".
"Solicito a las Naciones Unidas apoyo para que se mantenga una posición firme de parte de las naciones (...) en contra de la fuerza y de la barbarie", dijo.
Además, hizo un llamamiento a la organización para que se les dé "las garantías para nuestra propia integridad personal y la vida de las personas" que, dijo, están "acechados con gases químicos y con interferencia electrónica" en la sede brasileña.