Correo de lectores

Hoy un juramento...

Siguiendo la línea de pensamiento del artículo de BuenaData publicado en la edición del 19/12/19, respecto a la banalización del compromiso de lealtad al cargo asumido, quisiera agregar un detalle que pareciera que a todos se les escapa. Más allá del carnaval de expresiones vertidas por funcionarios que pretender ser originales y consecuentes con su ideología, la cuestión del juramento es mucho más delicada de lo que se piensa.

Lejos de imaginar lo que resultará en el futuro de lo que se jura hoy, hay una cuestión central, que es la naturaleza del juramento, especialmente cuando se lo hace sobre la Biblia. Como bien señala el artículo, el Reglamento no obliga a nadie a jurar sobre algún texto religioso; es su honor el que lo respalda. No obstante, la mayoría pone a Dios y a Su Palabra como testigos, colocando su mano sobre una Biblia (cerrada). Si se dejara hablar al Insigne Testigo, si se abriera Su Libro puesto sobre la mesa, advertiríamos con sorpresa que todos y cada uno de esos juramentos no llevan Su aval. En los Santos Evangelios, el Señor Jesucristo enseña claramente lo siguiente:

«Habéis oído también que se dijo a los antepasados: No perjurarás, sino que cumplirás al Señor tus juramentos. Pues yo os digo que no juréis en modo alguno: ni por el Cielo, porque es el trono de Dios, ni por la Tierra, porque es el escabel de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran rey. Ni tampoco jures por tu cabeza, porque ni a uno solo de tus cabellos puedes hacerlo blanco o negro. Sea vuestro lenguaje: 'Sí, sí' 'no, no': que lo que pasa de aquí viene del Maligno.» (Evangelio de Mateo, capítulo 5, versículos 34 al 37 – Biblia de Jerusalem).

El verdadero cristiano –el que sigue a Cristo y a Su Palabra- no necesita jurar por nada para que sus palabras o promesas sean veraces y lleven el compromiso de su cumplimiento. Porque sus dichos no se pronuncian meramente a los oídos de los interlocutores humanos sino ante la presencia de Su Padre Dios. Cristo claramente dice que no hay que interponer juramentos sino simplemente basta con un sí o un no. El pretender reafirmar los dichos con otras cosas, más argumentos, testigos, pone de manifiesto inestabilidad de corazón, insinceridad…”viene del Maligno”.

La carta del apóstol Santiago, escrita años más tarde de lo enseñado por el Señor en el Sermón del Monte, reafirma esta doctrina bíblica para el cristiano de hoy:

 «Ante todo, hermanos, no juréis ni por el cielo ni por la tierra, ni por ninguna otra cosa. Que vuestro sí sea sí, y el no, no; para no incurrir en juicio.» (Capítulo 5, versículo 12 – Biblia de Jerusalem)
Antes de hacer afirmaciones temerarias poniendo a Dios y a los Evangelios como testigos, deberíamos primero conocer las enseñanzas de Su Palabra; ello nos librará de cometer la doble ofensa a Dios, que es tomar su nombre en vano (tercer mandamiento, «No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano.» (Exodo 20:7) y perjurar. No importa lo que digan las reglas o los criterios de las religiones "cristianas", la verdad está en La Biblia.

 Enrique Abel Suárez
suarezabel@yahoo.com.ar