Por Franco Ricoveri
—A ver chicos, ¿qué es un líder?
—¡Messi, abuelo! -dijo el primero de los nietos.
—Eso es quién, no “qué es” -dijo su hermana con cara de “te gané”.
—Messi tiene características de líder, pero es sólo un ejemplo. Punto para ella. Una característica del líder es que guía a los demás, los conduce hacia un objetivo. Pero no desde atrás, sino encabezando, adelante de todos. Un buen capitán marca el camino con el ejemplo. Los grandes líderes enseñan desde lo que son. ¿Cuál es el más grande ejemplo de líder tenemos los argentinos?
—¡¡San Martín!! -dijeron todos.
—Jaja, saben qué respuestas le gustan al abuelo. ¡Muy bien! ¡Caramelos para todos! Y sí, el Capitán General Don José de San Martín, el Libertador, es un lujo más que tenemos los argentinos. Inmerecido. Líderes como él no hemos tenido otro.
—¿Por qué? –dijo el más pequeño.
—Porque es difícil soportar el poder con humildad, y la humildad llama a la generosidad. Generalmente los poderosos terminan perdiéndolas y sin humildad no se pueden ver las cosas como son… Yo creo que el secreto de un buen líder es que “no se la cree”. Ése es un signo de gran inteligencia, y nuestro Padre de la Patria, lo tuvo. Les voy a contar una anécdota famosa: Cuando preparaba las tropas del Ejército de los Andes a fin de liberar Chile y Perú, indicó que estaba prohibido entrar con espuelas en el polvorín de ‘El Plumerillo’. ¿Por qué? Porque raspando contra la piedra podrían causar una chispa y así explotar todo por los aires. Para probar al centinela, el soldado que cuidaba la puerta del polvorín, se acercó nuestro Libertador calzando en sus botas sus espuelas. El centinela le prohíbe el paso y allí San Martín le dice aparentemente enojado: “¿Usted no sabe quién soy yo?”. “Sí mi General, ¡por supuesto que lo sé!” -le contestó el soldado sin moverse. “Y, entonces, soldado, ¿por qué no me deja pasar?” “Porque tengo que cumplir sus órdenes, mi General.” Un mal Jefe se hubiese enojado y quizás hasta castigado al soldado, ¿qué creen que hizo San Martín?
—Abuelo, ya me lo contaste: le dio una moneda de oro como premio - dijo el mayor con cara paternal.
—Disimulá un poco y decime que no, jaja… Una Onza de oro le dio, lo que equivalía casi a su sueldo de todo el año. ¿Qué les enseña esta anécdota?
—Que hay que saber mandar…
-cerró con seguridad su hermanita. Porque ella sabe mandar…
—Tenés razón. Y lo triste es que pocos en nuestra historia han sabido gobernar así, “sanmartinianamente”, con el ejemplo de su sangre. Les cuento otra que no saben: entre los soldados existía la mala costumbre de apostar. Como eso suele traer otros vicios muy malos, el Libertador lo prohibía totalmente a su gente. Un día, uno de sus oficiales, el Capitán Toribio Reyes, encargado de pa#gar los sueldos a la tropa, pidió hablar con él.
Pero no con el General, sino con el “señor”. —“Necesito hablar con él, porque si el General se entera, me fusila” -dijo con angustia.
—¿Qué le anda pasando, Capitán? -le respondió.
—He perdido en el juego los sueldos de nuestros soldados.
—¿Lo sabe el General?
—No, no podría decírselo, me moriría de miedo.
—Y, ¿cuánto dinero necesita?
—20 onzas de oro –le dijo con vergüenza, porque era muchísimo-. Los pienso devolver apenas pueda.
—Tome, -dijo el señor San Martín sacándolos de su caja fuerte-, pero que el General no se entere, porque si no lo pasa por las armas…
Al salir el capitán, entra su secretario y le pregunta qué le había dicho, porque lo vio muy conmovido. “Nada, el General San Martín no ha dicho nada”, fue su respuesta. Sabía, como saben los grandes maestros y conductores, que “el camino más corto para llegar a la cabeza, pasa por el corazón”. Son sus palabras. Son una marca de su accionar al mando. ¿Se pueden imaginar con qué fidelidad el capitán iba a seguirlo en el difícil camino de la lucha por la verdadera libertad de los pueblos? ¡Hasta la muerte! Les ganaba el corazón a todos los que lo conocían…
—Abuelo, ¡cómo no seguirlo a San Martín!
—Y sí, sigue siendo uno de los máximos héroes de la Historia Universal: generoso, justo, sencillo, humilde… genial…
Para saber mandar hay que saber amar a su gente y tener claro el bien que se busca. “Serás lo que debas ser, y si no, no serás nada”.
—¿Qué quiere decir eso?
—Algún día lo vamos a charlar.