Opinión

Había una vez… una historia malvinera (3)

- Se va la tercera de nuestras historias. La última vez hablamos de una de las hazañas de los Halcones de Malvinas que protagonizó el “Capitán Cruz”, don Pablo M. Carballo. ¿Se acuerdan lo que le dijo su hijo Pablito cuando se fue a la guerra?
- Sí, ¡que se quedara hasta ganar! - fue mi nieto, que también se llama Cruz y que oye con atención las historias de su Capitán.
- Bien, pero en esta vida, aunque se pelee con justicia y coraje, no siempre se gana. Y esa vez ganaron los piratas. Hubo que volver derrotados, pero con la frente en alto. Se dio un buen combate y el mismo enemigo reconoció el valor de nuestra gente, pero lo peor estaba por venir. Y como casi siempre, la política jugó su papel destructor. La mayoría de los argentinos valoraron lo que hicieron nuestros soldados. ¡Se peleó contra la tercera potencia mundial (apoyada por la primera)! ¡Se peleó por nuestra tierra! Pero desde el primer momento, Inglaterra siguió operando de la manera en que mejor sabe: cambiando la historia. Logró que muchos argentinos comenzasen a avergonzarse de lo hecho, que renegasen de lo que ellos mismos habían festejado aquel 2 de Abril de 1982. Fue lo que después se llamó: la desmalvinización. En vez de aprender de los errores que tuvimos, parecía que se los festejaba. ¡Y encima mentían! Las mismas Fuerzas Armadas miraban a sus héroes con desconfianza, los fueron corriendo o los ignoraban. Se los empezó a despreciar en lugar de honrar. Se los llamó: “pibes” o “locos” de la guerra. Fue un tiempo asqueroso. No hay otra palabra. Indudablemente fuimos intoxicados con propagandas enemigas. La táctica era cruel y fue implementada por todos nuestros gobiernos de turno: había que avergonzarnos de la Gesta. Parecía que teníamos que pedirle perdón al inglés usurpador. Carballo allí agigantó su figura. Ya había sido en la guerra uno de los ases de la aviación que maltrataron a la prepotente Royal Navy, pero después de la guerra su liderazgo fue aún más valioso: verdaderamente sanmartiniano. Lo primero, ya está en los libros de Historia. Lo segundo, en el corazón de los argentinos de bien.
El primero de nuestros Veteranos de Guerra (nunca digan ex combatientes) que alzó la voz en forma notable fue nuestro Capitán Cruz. Escribió un libro que publicó a los pocos meses de terminada la guerra, Dios y los halcones. ¡Librazo que en ese momento calentó nuestros corazones! Cuando muchos callaban avergonzados, cuando otros mentían traicionando, cuando a los protagonistas se los acallaba con desprecio, Pablo Carballo dijo: yo les voy a contar lo que vi y viví; no me rindo, ni me callo.
- ¡Viva el Capitán Cruz! – gritó su tocayo.
- Sabe narrar y leemos sus historias como si estuviésemos allí. Pero, como lo fue en la guerra y después en la vida, el Capitán Cruz es generoso como escritor. Le da la voz constantemente a todos (aún a los que entonces fueron nuestros enemigos). Lejísimo de colocarse en un monumento, nos habla como testigo de mil hazañas. El título no era casual. No habla solamente de su Fe, habla de la de todos los “halcones” que lucharon sabiendo que probablemente morirían. Y eso no se puede hacer sin Fe. Con el tiempo a ese primer libro lo fue completando y hoy se llama Halcones de Malvinas y se complementa con otros: Los Halcones no se lloran, Un vuelo al corazón y un libro de poemas. Allí están en mi biblioteca para cuando sean más grandes.
A mí, me emociona recordar las larguísimas colas que todos los años se ven en la Feria del Libro (CABA) cuando él va a firmar ejemplares. La editorial es pequeña, se llama Ediciones Argentinidad y le agradecemos, porque es de las que no abandonan la lucha. Estoy seguro de que los privilegiados atesoran sus dedicatorias como lo que son, un tesoro, y se las mostrarán a sus hijos y nietos. Pero, algo más: aunque el único encuentro que muchos patriotas tuvieron con él fuera ese breve instante, todos podrían confirmarme algo: los recibió con una sonrisa como si fuesen amigos de siempre, y los despidió con afecto sincero, sabiendo que para la eternidad había sumado otro camarada. Porque del mismo modo en que como Capitán nunca abandonó a su gente, hoy sigue preocupado y trabajando por todos los argentinos.
Les decía que desde hace años eligió la trinchera del testimonio: libros, charlas, guitarreadas, todo sirve para ese combate en que está metido “hasta el anca”. Un día podrán verlo y oírlo en muchísimos videos de Internet, leerán sus libros. Son Historia viva. Y una prueba de amor a Dios, a la Patria y a la Familia. Muy lejos de haberse quedado en aquellos tiempos, el Capitán Cruz vive y sufre con nuestra Argentina de hoy. Es un batallador decidido a favor de la vida y en contra de ese crimen que se llama aborto. Es otra guerra que nunca abandonará, porque sabe que sin argentinos desaparecerá la Patria.
Cuando salió la película “1982, La Gesta”, hace un par de años, se viralizó un videíto suyo en el que felicitaba a sus autores y nos advertía con seriedad: “Si no aprendemos a “ser argentinos”, un día no va a existir la palabra Argentina y va a aparecer otro nombre puesto por los miserables que tratan de apoderarse de lo que tenemos, con cómplices locales” Y eso es lo que quiere que no nos olvidemos nunca.
En fin, nuestro Capitán Cruz es un hombre íntegro que “es lo que debe ser”. Un ejemplo vivo que nos debería servir para salir de la dejadez y el materialismo en los que estamos inmersos. Ofreció su vida por nosotros y Dios le dio una prórroga porque sabía que lo íbamos a necesitar y también le dio, como les contaba la primera vez, una mujer, Mirta, y una familia con muchos hijos y nietos para que lo acompañen en la lucha hasta el último día. Así que podemos repetir: ¡Viva el Capitán Cruz! ¡Viva los Halcones!
- ¡¡¡¡Viva!!!!