Detrás del sol
Por Guillermo Fernández
Ediciones Diotima. 172 páginas
En esta dolorosa novela sobre la marginalidad, la codicia y la corrupción policial, varios personajes se deslizan de modo inexorable hacia la ruina personal, sin saber que sus historias están entrelazadas.
Es esa dinámica “inevitable” que va arrastrando a los protagonistas la que logra recrear Guillermo Fernandez en Detrás del sol, donde teje verdaderas telas de araña sobre las que hace caminar a los personajes hasta que quedan atrapados, sin vuelta atrás.
Como en todo mosaico, a medida que aparecen con más claridad las figuras aisladas empieza a emerger el cuadro completo. Y, para eso, Fernández (Argentina, 1951) alterna la atención sobre cada una de ellas, acercándola un poco más al abismo, que es, a la vez, individual y colectivo, con una demora que se hace ligera para el lector, atrapado, él mismo, por el suspenso.
Detrás del sol está ambientada a mediados de 1994 en el barrio porteño de Villa Soldati, no muy lejos de “La Quema”, un antiguo vaciadero de basura de la ciudad, donde hoy se esconden los jóvenes para ir en busca de mercadería. Es la historia de cuatro adolescentes que se inician en el delito; un matrimonio roto de dolor que busca a su joven hijo y sabe que la policía esconde algo; un gerente de banco recién nombrado que cayó en una trampa; un comisario que ascendió en el escalafón policial a fuerza de cumplir encargos oscuros y un comisario inspector violento y dispuesto a todo.
Pero es el calvario de ese matrimonio destruido por la pena el que vertebra todo el relato y el que da el tono a la novela. Se trata de un hogar deshecho por la angustia, los reproches, el aturdimiento o la locura y un dolor insoportable que se remonta a mucho antes, cuando ese hijo llamado Anselmo empezó con la indisciplina, abandonó el colegio, mostró falta de voluntad para el trabajo y para levantarse temprano y, ya en la calle, empezó a vender drogas.
El retrato de esa madre que no se resigna a perder a su hijo y de ese padre que lucha por levantarse cada mañana para ir a la carpintería, lamentando no haber sido más firme para encarrilarlo a tiempo, estremece.
Más aún cuando esos recuerdos del padre se superponen con la ilusión de los otros cuatro adolescentes entusiasmados ante la posibilidad de dejar atrás la vida de rateros para participar de una salidera que promete abrirles la puerta a nuevas oportunidades de dinero.
Detrás del sol es una historia de policías y ladrones, donde se esfuman los límites entre unos y otros. Presenta una comisaría privada de medios -papeles, tinta para impresoras-, y con una conducción involucrada en ilícitos, despótica y cruel, donde no hay garantías para los detenidos.
Esta séptima novela de Fernández, que es profesor e investigador académico en el campo de la sociolingüística, es una historia palpitante, con un misterio bien dosificado, aunque cruda y desoladora.
Es un fresco de una sociedad enferma, donde los niños son librados a su suerte, abandonados en la calle, sin ejemplos sanos. Un ambiente de ambiciones, engaños, extorsión, infidelidades, prostitución y abusos de poder, donde la policía puede desde archivar una causa hasta plantar un delito u ocultar un asesinato, y donde la Justicia avanza expedientes, pero no tanto como se precisa.