Cultura
ECOS EN EL TIEMPO DEL CLASICO IMPERECEDERO DE MARY SHELLEY

Frankenstein: ¿quién es el monstruo?

Frankenstein o el moderno Prometeo, aquella novela escrita por Mary Shelley y cuya primera edición data de 1818 es, hoy en día, en grado sumo conocida. Hay versiones en películas, historietas y hasta dibujos animados. Empero, como ocurre con tantas cosas muy difundidas, son poco -o nada- comprendidas en realidad. En este caso, tal vez, por que la lectura atenta y reflexiva de la obra no es un hecho frecuente.

Así hay quienes confunden el apellido Frankenstein con el nombre de la criatura por él creada. Y una gran mayoría que, al referirse a ésta, le llama "el monstruo." Y aquí vamos al punto: ¿por qué la obra del doctor Víctor Frankenstein ha de ser denominada "monstruo"? Más allá de las definiciones académicas, llamamos "monstruo" a algo que se nos aparece temible, terrorífico, dispuesto a poner en peligro nuestra vida y bienes. ¿Eso es, por naturaleza, el ser creado por Frankenstein? ¿Acaso se trata de alguien que, desde su nacimiento, tiene por esencia y necesidad ir en busca de la destrucción de los humanos que vaya encontrando en su camino? 

La respuesta inmediata es: ¡no! La criatura, si bien morfológicamente singular, es de nacimiento bondadosa, generosa y sus acciones distinguidas por el amor. Empero, a raíz de su aspecto será rechazada por las personas. Y algo que habrá de resultarle mucho más doloroso e injustificable: el rechazo de su creador, Víctor Frankenstein.

Por eso habrá de recriminarle: "Recuérdalo soy tu obra y debería ser tu Adán, pero más exacto sería que me consideraras el ángel caído, expulsado por ti de las alegrías y arrojado a la miseria". (1)

DESEO Y RAZON

El supuesto "monstruo" tiene un preciso pensamiento racional que lo lleva a comprender la imposibilidad de ejercer sus deseos de establecer relaciones armónicas con los humanos. Porque, en efecto, ese es el deseo que alberga. Algo que ya ni siquiera está en el orden de la esperanza. Tiene plena consciencia de que esto le será negado en un mundo como el que le toca vivir. Por eso le manifiesta al médico creador: "Pero, ¿no ves que estoy solo, miserablemente solo? Si tú, mi creador, me aborreces, ¿qué puedo esperar de tus semejantes, que no me deben nada? Me desprecian y me odian. En las montañas desiertas y en los fríos ventisqueros encuentro refugio. Llevo muchos días vagando por estas alturas, de cuyas cuevas heladas hago mi vivienda." (2) 

De cualquier modo no renuncia a la búsqueda de un vínculo afectivo posible. Es así que le reclama a Frankenstein: "Tienes que crear, para mí, una hembra con la que pueda vivir un intercambio de simpatías que me es necesario. Nadie más que tú puedes hacerlo y te lo demando como un derecho que no puedes negarte a conceder". (3)

Finalmente, cuando comprende que el médico no habrá de otorgarle la compañera que solicita, que su suerte está ya echada, realizará una cabal explicación sobre lo que le acontece y por qué razón habrá de convertirse en un ser temido; pero no por que ese fuera su deseo, sino a causa de que las personas y, en especial, su creador no le conceden otro camino. Por eso, leemos en la novela: "Estas equivocado y en lugar de amenazarte prefiero razonar. Soy un malvado porque soy un miserable. ¿No me odia y me desprecia la humanidad? Tú, mi creador, querrías destrozarme. Tenlo presente y dime por qué he de tener por los hombres una piedad que ellos no siente por mí. Si pudieses despeñarme por uno de esos precipicios y destruir la obra de tus esfuerzos, lo harías sin considerarte asesino. ¿He de respetar a un hombre que me desprecia? Si el hombre es capaz de vivir conmigo en un trueque de bondades, en lugar de daños, le proporcionaré todos los favores que estén a mi alcance, derramando además lágrimas de gratitud si las acepta. Mas esto es imposible: las sensaciones humanas son barreras insuperables para nuestra unión. Y la mía no será la sumisión del abyecto esclavo. He de vengar las injurias; si no puedo inspirar amor, inspiraré temor, especialmente a ti, el mayor de mis enemigos por ser mi creador." (4)
Es entonces que nos permitimos preguntarnos, ¿quién es el monstruo? 

(1) Shelley, Mary. "Frankenstein", Ediciones Brontes, Barcelona, 2012. Pág. 87
(2) Idem. Pág. 87
(3) Ibidem. Pág. 123
(4) Op. Cit. Pág. 124