A mediados de abril, cunde la euforia en los mercados globales. La Bolsa de Estados Unidos destroza todas las barreras históricas que se le colocan delante. El viernes anotó su cuarta semana consecutiva de ganancias. El Dow Jones superó el récord histórico de los 34.000 y el S&P 500 llegó a los máximos históricos de los 4.185 puntos. Definitivamente, el ánimo es muy distinto en Wall Street al que puede sentir hoy un atribulado ciudadano argentino.
El mercado global ya ha descontado los daños del virus chino, gracias a los planes de estímulo y la vacunación en masa en el Primer Mundo. Sigue el apetito por los activos de mayor riesgo (los que tienen alta volatibilidad). Añadieron más combustible al fuego los buenos balances de las empresas. El promedio ha sido muy satisfactorio, superior a lo esperado. Se destacan los bancos y las instituciones financieras mostraron un buen desempeño en el primer trimestre de 2021, pero especialmente los gestores de fondos y de inversión Goldman Sachs, Morgan Stanley o BlackRock rompieron las expectativas.
Así las cosas, el Dow Jones se encuentra un 13 % arriba del cierre de 2020. El oro está 8 % abajo pero ha encontrado en los 1.700 dólares un soporte de acero. Ahora vamos hacia los u$s 1.800/1.850 pero, a mi juicio, el destino final estará por encima de los 2.000 dólares. He aquí una oportunidad de compra.
El precio del petróleo intermedio de Texas (WTI) cerró el viernes en 63,13 dólares, con otra semana de ganancias, gracias a nuevos datos económicos de China, que aumentó sus importaciones un 38 % en marzo. Y también al hecho de que los stocks de algunos países industrializados han caído. ¿Qué significa esto? Que la gente esta consumiendo más crudo a lo esperado. No se extrañe si el barril de WTI (el de referencia en la Argentina) supera los u$s 80 este año.
Esta columna le presta siempre atención a los criptomonedas. Me soprende la rapidez con la que las empresas de primera línea las están incorporando como alternativa de inversión o medio de pago. Fíjese, amigo lector, qué interesante. Mientras el sector privado está ansioso por subirse a este maravilloso nuevo mundo, los Estados, esos paquidermos, son reticentes. Incluso, algunos países sopesan bloquear las transacciones. ¿Por qué es esto? Porque los muchachos que viven de gastar nuestro dinero temen que los fondos para el fisco disminuyan. Que cobren menos impuestos, bah.
A países como Suiza donde el pago de impuestos, aunque alto, es casi un placer por los servicios y bienestar que el país entrega a los ciudadanos, el transvase a las criptomonedas afectará poco, nada cuesta suponer. En la Argentina -donde el fisco cobra cualquier cosa y el Estado es notoriamente eficaz-, mucha gente se sentirá tentada de operar con las criptomonedas. Este es un problema que tendrá que afrontar el próximo gobierno, no éste que es un canto a la ineptitud económica. Quiero decir, con el bitcoin y sus hermanos menores surge otra formidable alternativa para escapar al peso argentino, ese colmo de horrores. Es más difícil de controlar que la compra tradicional de dólares. Es el conflicto que viene para el próximo lustro.
Se vienen unas semanas clave para la cotización del bitcoin. Si hay correcciones hasta los 50 mil dólares (recuerde que puede comprar una fracción) puede ser una excelente oportunidad para los que quedaron afuera. A fin de año, probablemente lo veremos en la cota de los 70.000/90.000 dólares.
Me he prometido no cargar las tintas sobre el deprimente momentum de la economía argentina. Permítaseme cerrar, con una idea fija: por este camino, el dólar va camino a los 300 o los 600 pesos.