Cultura
LA BELLEZA DE LOS LIBROS

Estimado don Pablo: ¿usted podría explicarnos…?

Pablo Neruda escribió, entre otros muchos, el extenso poema Alturas de Macchu Picchu, (1) dividido en doce partes. Yo logré leer la primera:

 

“Del aire al aire, como una red vacía,

iba yo entre las calles y la atmósfera, llegando y despidiendo,

en el advenimiento del otoño la moneda extendida

de las hojas, y entre la primavera y las espigas,

lo que el más grande amor, como dentro de un guante

que cae, nos entrega como una larga luna.

 

(Días de fulgor vivo en la intemperie

de los cuerpos: aceros convertidos

al silencio del ácido:

noches desdichadas hasta la última harina:

estambres agredidos de la patria nupcial.)

 

Alguien que me esperó entre los violines

encontró un mundo como una torre enterrada

hundiendo su espiral más abajo de todas

las hojas de color de ronco azufre:

más abajo, en el oro de la geología,

como una espada envuelta en meteoros,

hundí la mano turbulenta y dulce

en lo más genital de lo terrestre.

 

Puse la frente entre las olas profundas,

descendí como gota entre la paz sulfúrica,

y, como un ciego, regresé al jazmín

de la gastada primavera humana”.

AUTOESTIMA PULVERIZADA

Seré sincero. El hecho es que me hallaba segurísimo de que yo era, al menos, medianamente inteligente.

Pero el texto del poeta chileno estuvo en un tris de pulverizar la saludable autoestima de que continúo gozando hasta el día de hoy.

¿Por qué? Me hinco de rodillas y, con lágrimas en los ojos, urbi et orbi me confieso: el hecho es que no logro entender absolutamente nada del texto pergeñado por el Premio Nobel 1971.

Doy por sentado, probado, acreditado, certificado y homologado por autoridad competente que no sólo esta primera parte sino también todo el poema constituyen un conjunto de admirables excelsitudes líricas. Sin embargo, como carezco de vocación, de capacidad y de paciencia para descifrar jeroglíficos, me abstengo de emprender tal misión –para mí– imposible.

Eso sí, me tomo la libertad de preguntarme si el mismísimo Pablo Neruda habría podido explicarnos qué nos quiso decir. Tal vez el triunfo habría coronado su cometido; tal vez habría fracasado en el intento…

No lo sé.

(1) Antología general (Lima, Real Academia Española / Asociación de Academias de la Lengua Española / Alfaguara, 2010, págs. 192-205).