POR JUAN JOSE LLACH *
Del optimismo resultante de haber controlado la pandemia, se pasó a un fuerte pesimismo originado en la invasión de Rusia a Ucrania y sus consecuencias. Tanto pesimismo es una sobreestimación, como lo mostró, en Estados Unidos, la inflación nula en julio con sólo 0,3% de inflación núcleo (sin alimentos ni energía).
Nosotros pensamos que la inflación se reencauzará, gradualmente, y lo más probable es que tengamos una suerte de desaceleración de la economía global. Las proyecciones del FMI de julio pasado, curiosamente, solo muestra mejoras en América Latina, debidas principalmente, a los aumentos de precios de materias primas producidas y exportadas desde el Cono Sur.
Bajar la inflación y consumir más energías verdes serían un precio adecuado de una amenazante crisis global. Por segundo mes consecutivo, y como se esperaba, la Reserva Federal subió las tasas 75 puntos básicos, dejándolas así entre 2,25 y 2,50 anual. Creemos que la recesión en Estados Unidos será corta, y es oportuno recordar que la definición de recesión implica dos trimestres consecutivos de caída el PBI, como hasta ahora, pero hay indicios de recuperación en el tercer trimestre. Por su parte, la Unión Europea tuvo una inflación anualizada de 8,6% en junio y se estima del 8,9% en julio.
El crecimiento global fue recortado en julio por el FMI al 3,2% en 2022 (dramáticamente menor que el 4,9% estimado en octubre pasado), y sólo 2,9% en 2023. El aumento medio del PBI global en el cuatrienio 2020-2023, caería a 2,275%, abonando nuestra tesis de fuerte desaceleración del crecimiento global.
Vemos que, previsiblemente, el dólar se afirmó fuertemente. De modo acorde, cayeron la mayoría de las monedas y las bolsas, éstas luego de subas excesivas; la mayoría de las commodities retrocedieron de la euforia anterior. Como insistimos casi siempre, no hay que omitir, en fin, los peligros que conlleva la gigantesca deuda global, pública y privada, que alcanza a 333 billones de dólares y supera largamente el 350% del PBI mundial, ubicándose en 390%. En ese marco, será más difícil tomar deuda barata para evitar o moderar la recesión global en ciernes.
El contexto global está ayudando, por ahora, a la Argentina, fundamentalmente por el precio de los granos. Lo propio ocurriría con los combustibles si Vaca Muerta estuviera funcionando a full y no tan lejos de como está. Para aprovechar estas oportunidades, nuestro país tendría que tener un rumbo claro y sensato, del que carece, y acuerdos políticos suficientemente sólidos que, lamentablemente, todavía están lejos, pero puede que se manifiesten en 2023.
Una duda grande para terminar: ¿tendrá el nuevo ministro de Economía, Sergio Massa, una agenda que mejore sustancialmente el desempeño de la economía argentina? Suponiendo que la tenga, ¿será autorizado a desarrollarla en el marco de la coalición gobernante? Tenemos grandes dudas al respecto. Preferiríamos equivocarnos, pero parece muy difícil que él se lo proponga o, más aun, que se lo autorice el Frente de Todos.
* Profesor emérito del IAE Business School, Universidad Austral. Ex ministro de Educación y ex viceministro de Economía.