Cuando Mercedes Scápola, más conocida como Mey, empezó a dar sus primeros pasos dentro del mundo de la actuación ni se le cruzaba la idea de dirigir. Sin embargo, quizás inconscientemente había algo que se estaba gestando: “me acuerdo de ir a ver a mi mamá (Mercedes Morán) al teatro y siempre estar cerca de los directores mirando cómo lo hacían. Disfrutaba mucho de verlos trabajar, de ese proceso de ensayo más que de la función en sí. También me pasó que estudié muchos años con Julio Chávez y Julio es un gran director de actores. Es extraordinario, y yo aprendí con él casi todo lo que sé de dirigir, de observar qué instrumento me toca enfrente, ver qué tiene o qué no. Como directora intento que toda mi generosidad, que a veces no tengo en otras cosas, esté puesta para que el actor tenga el mejor trabajo de su vida”, dice sentada en un sillón ubicado en el hall del primer piso del Multiteatro.
Allí, los lunes y martes, Mey dirige ‘Las cosas maravillosas’, el unipersonal de Duncan Macmillan y Jonny Donahoe que desde 2022 se presenta en Buenos Aires con un protagonista -o más bien un narrador- que rota cada tres meses, y que a sala llena emociona con una historia pequeña pero de lo más conmovedora. Por estos días el protagonista es interpretado por Victorio D’Alessandro, quien propone desde el escenario una experiencia diferente en la que el público, de manera muy sutil, colabora a contar el cuento.
APRENDER A SOLTAR
-¿Cuál es la clave del éxito de la obra?
-Me parece que es una obra muy sincera y desde mi humilde lugar, donde soy una pieza más, aunque la dirección es importante, intento que la propuesta no sea pretenciosa. Detesto la pretensión en las obras, no lo puedo soportar, intento que no sea intelectual por más que sea un texto súper profundo y bien escrito, que no sea críptico. La obra habla de la salud mental y a veces uno puede decir “¡uh, qué plomo!”, pero acá te morís de risa, la pasás bomba, no te tiene que pasar lo que le pasa al protagonista para sentirte identificado. A mí no me pasó nada de lo que vivió el narrador y me conmuevo en cada función. Es un momento tan complicado en el mundo, en el país ni hablar, hacer una lista de cosas maravillosas muy mini, como venir al teatro y pasarla bien, ya es un montón. Creo que la obra tiene eso: que la gente sale y te dice; “voy a hacer mi propia lista”, porque no sabés si mañana te morís. La obra te recuerda todo el tiempo que seguís estando vivo.
-Es una puesta que requiere un director muy presente, ¿verdad? Porque va cambiando constantemente.
-Yo soy un poco obsesiva y vengo a todas las funciones hace dos años. Es un espanto (risas). Ahora, en unos días va a ser la segunda vez en dos años que no vengo a la función porque tengo que hacer un viaje de laburo, y ya me quiero morir. Falté una sola vez el año pasado cuando lo estaba haciendo Andy Kusnetzoff porque estaba me encargaba de la dirección artística de las charlas TED y sentí un duelo. Pero es mi manera de trabajar. También cuando laburo como actriz amo que vengan los directores y me es muy necesaria la mirada de afuera.
-¿Cómo convive esa obsesión con el hecho de que la obra cambia en cada función porque el público tiene su participación?
-Esta obra es un ejercicio para soltar porque cada función realmente cambia dado que el público ayuda a contar el cuento. Cada persona es diferente y no sabés con qué te va a salir. De hecho, parte de mi trabajo es preparar al actor o la actriz para que esto sea como un ‘Elige tu propia aventura’. Sabés que hay cuatro o cinco cosas que pueden pasar. También cómo invitar a la persona a participar es toda una manera y se ensaya, hay algo que tiene esta obra que para mí está bueno que es que no se note mi marca. Cuanta menos marca mía se vea, para mí está mejor dirigida. Si parece que está todo armado en el momento, mucho mejor, aunque esté todo premeditado. Ese es el encanto de la obra. Y yo voy manejando mi obsesión de la manera que mejor puedo, tratando de acompañar a la persona a que sea más capitán de barco para que convenza a todos de que va a ser el mejor viaje de sus vidas.