Opinión
Páginas de la historia
Esquimales en Canadá
Hay una raza, casi desconocida para muchos. Habitan siempre cerca del mar o de grandes cursos de agua y jamás penetran en el interior de los continentes. Son los esquimales.
Se los encuentran en cuatro países diferentes, pero todos ellos hablan el mismo idioma, tienen idénticos caracteres físicos y parecidas costumbres. Su número total es de ciento cuarenta mil aproximadamente. Se los encuentran en Groenlandia, la isla más grande del mundo que pertenece a Dinamarca. Allí residen unos sesenta mil. Un número parecido vive en Canadá. Aproximadamente hay diez mil esquimales en Alaska, los Estados Unidos, y el resto en la Siberia Rusa. En todos los casos siempre residen cerca del polo.
Un hecho trascendente para ellos acaeció una medianoche del primero de abril de 1998. El gobierno de Canadá con su primer ministro Chretien otorgó a una región, llamada Nunavut una especie de autonomía, con un gobierno manejado exclusivamente por esquimales. No existieron previamente, es cierto, protestas airadas ni hechos violentos. Pero hubo durante veinte años peticiones, reuniones, asambleas por una causa que los esquimales conceptuaban justa: una tierra propia.
El gobierno canadiense terminó mostrando una alta dosis de comprensión. Quizá pensaron que una paz injusta era mucho mejor que una guerra supuestamente justa. Porque guerra siempre implica derrota. Incluso para los triunfadores.
Un proceso no idéntico pero parecido sucedió en Groenlandia, una isla que en 1963 fue anexada a Dinamarca. Pero desde el año 1900 comenzó una revolución pacífica que se exteriorizaba con marchas en silencio, peticiones y cantos patrióticos.
El 90 por ciento de la población de Groenlandia es de raza esquimal, y otra vez –como el de Canadá- el gobierno de Dinamarca –claro que recién en 1970- lo transformó en una especie de país autónomo que se denominó Kalaallit, con relación de dependencia con Dinamarca solo en Relaciones Exteriores, Justicia y Policía. Puede parecer esta nota como que todo se desarrolló plácidamente. No fue tan así.
RACISMO
Hubo episodios de corte racista, en Alaska especialmente, donde siendo los esquimales un tercio de la población, no podían concurrir a teatros ni entrar en determinados hoteles.
Pero la ley de igualdad de derechos de los Estados Unidos, de hace algunas décadas, terminó con esta muestra de racismo que carecía obviamente de motivos valederos para esta discriminación. Pero el racista no necesita argumentos, los reemplaza con el odio. Tampoco valen los alegatos en contra de esta aberración. Porque el discriminador, además de ciego, es sordo.
En cuanto a sus caracteres físicos, parecen ser descender de la raza mongólica, con un leve tinte amarillo. Son relativamente bajos, de un metro y medio de estatura aproximadamente aunque los de Canadá y Alaska son algo más altos. Las mujeres raramente llegan al metro cincuenta.
El idioma es sintético. Algunas palabras sueltas suelen equivaler a una frase completa de diez palabras. Se alimentan pescando y cazando focas, morsas, salmones, truchas, bacalao, renos y aves diversas.
Navegan en embarcaciones llamadas kayacs, cubiertas con pieles de focas cosidas, donde cabe un solo tripulante. Estos nos ratifica que si bien son muy solidarios, también son individualistas. En verano viven en tiendas de pieles y en invierno en cabañas de madera rectangulares. Han reemplazado el tradicional iglú por casitas de tipo europeo.
En el riguroso invierno polar, la tarea de hombres y mujeres es el de reparar las pieles para su vestimenta y acondicionar los botes y sus viviendas. En verano todos andan casi desnudos y no usan ropa interior, sino una sola prenda, casi siempre enteriza.
No tienen jerarquías, ni conocen la venganza ni el rencor. Suelen dirimir sus conflictos cantando. Son, es sabido, muy hospitalarios y solo disputan por su territorio de caza. En este caso también se saludan pero con fuertes bofetadas.
Son muy supersticiosos y jamás reprenden a sus hijos, que se van educando por el ejemplo que estos ven de sus padres, en cuanto a tolerancia y a respeto.
Hemos querido dar una pequeña semblanza de este pueblo tan desconocido y tan puro íntimamente. Por eso el aforismo final es nuestro modesto homenaje a esa nobleza interior: “Hay metas que parecen inalcanzables. Pero hay hombres nacidos para alcanzarlas”.