Opinión
​La belleza de los libros

Epigramas


Estoy seguro de que mi memoria cercana se ha deteriorado en gran medida, pues suelo no recordar sucesos pasados muy próximos. Pero, en cambio, puedo ufanarme de mi memoria remota, sobre todo la de carácter -diré- literario: lo cierto es que no escasas poesías, leídas por vez primera en épocas lejanas, se hallan aún, y muy poco alteradas por el paso del tiempo, dentro de mi cabeza.

A mis diez años de edad, cursando el cuarto grado de entonces (que corresponde al quinto de hoy en día), me tocó como libro de lectura titulado Facetas. Por alguna falta de discernimiento infantil, no conservé tan hermoso volumen, pero, gracias a Internet, ahora veo que su autor es Atilio Veronelli y que la primera edición (Kapelusz, 1942) data del mismo año en que yo, bajo el signo del Escorpión, arribé a nuestro planeta.

Alguna de sus lecturas -por la falta de ejemplar no logro precisar datos- nos ofrecía una serie de "epigramas": entraron en mi archivo mental y en él se quedaron hasta el día de hoy.

¿Qué es un epigrama? Reproduciré la segunda acepción que consigna el DRAE, la correspondiente a nuestro caso: "Composición poética breve en que, con precisión y agudeza, se expresa un motivo por lo común festivo o satírico". Veamos algunos.

Dos de Vital Aza (español, 1851-1912):
1) Juan a Domingo reñía
porque nunca trabajaba;
y mientras Juan se enfadaba,
el buen Domingo decía:
-Yo no debo trabajar;
estoy, Juan, en mi derecho,
pues los Domingos se han hecho
sólo para descansar.

2) Con dinero producto de la usura, 
edifica diez casas don Ventura, 
y así afirma el grandísimo tunante 
que tiene una conducta edificante.

Uno de Francisco Acuña de Figueroa (uruguayo 1791-1862): (1)
El médico Antón del Prado 
murió ayer con asma y chucho; 
de treinta años ha expirado; 
fue autor del libro afamado: 
El arte de vivir mucho.

Y dos de Nicolás Fernández de Moratín (español, 1737-1780): (2)

1) Admirose un portugués 
de ver que en su tierna infancia 
todos los niños en Francia 
supiesen hablar francés. 
-Arte diabólica es 
-dijo, torciendo el mostacho-
que para hablar en gabacho (3)
un fidalgo en Portugal
llega a viejo y lo habla mal 
y aquí lo parla un muchacho.

2) Ayer convidé a Torcuato: 
comió sopas y puchero, 
media pierna de carnero, 
dos gazapillos y un pato. 
Doyle vino y respondió: 
-Tomadlo vos, por mi vida, 
que hasta mitad de comida 
no acostumbro a beber yo.

De acuerdo: no son composiciones sublimes. Pero, al menos, están perfectamente versificadas, su contenido es diáfano y no dejan de poseer cierto cándido y saludable ingenio.

(1) Es, además, autor de las letras de los respectivos himnos nacionales del Uruguay y del Paraguay.

(2) Padre de Leandro Fernández de Moratín (1760-1828), el dramaturgo de El sí de la niñas (1806).

(3) Gabacho: término despectivo que emplean los españoles para referirse a lo francés; equivale a nuestro franchute.