Viktor Frankl, neurólogo y psiquiatra austríaco, sobreviviente del dolor del campo de concentración, es una de las figuras más destacadas de la historia de la psicología. Su propuesta revolucionaria va mucho más allá de un propósito concreto y único: ¿cuál es el “sentido de la vida”?
Sentido vs propósito
Mientras un propósito es un “para qué” que puede acabarse, o lograrse, el sentido tiene que ver con los valores que guían la vida hacia una dirección. El sentido es la orientación hacia la cual se lleva la vida, es decir cuáles son los valores que mueven a una persona a vivir esa vida.
Cuando Frankl reflexionaba sobre este tema, no se encontraba en las mejores circunstancias. Preso, torturado, pasando hambre y frío en un campo de concentración, privado de todas las libertades, describe cómo una persona siempre conserva, de todas maneras, la libertad de adoptar una actitud u otra frente a su destino, frente a sus circunstancias. Así expresó “podrán quitarme todas las libertades, menos la libertad que hay dentro de mi mente”.
Su curiosidad constante lo llevó a observar a la gente en medio de este oscuro momento, y notó que mientras algunos se entregaban, se dejaban vencer, otros se mantenían firmes, positivos y motivados por muy sombría que sea su realidad. ¿Qué motivaba a esta gente a sostenerse así?
La motivación para estas personas está en encontrar este sentido, en el hecho de asumir una responsabilidad para consigo mismas. Así, teniendo claro un por qué, descubriendo los propios valores, se puede hacer frente a los podremos hacer frente a todos los “cómo”; descubriendo la libertad y seguridad en esas cosas que motivan, se encuentra la capacidad de crear una realidad más noble.
Cuando se habla de la “libertad dentro de mi mente” pareciera algo pasivo y sumiso, pero no lo es. No es lo mismo pasividad que aceptación.
En la pasividad me quedo inmóvil ante lo que me domina, aprendo a ser indefenso ante lo que me oprime. Mientras que, en la aceptación, reinterpreto, cambio lo que es plausible de cambiar y acepto lo que no tiene oportunidades de cambio, haciendo de la aceptación un modo de interpretar las circunstancias que no me lastime más que las circunstancias mismas.
Vacío existencial
De todas maneras, hay muchos que se entregan a esta falta de sentido, es lo que se llama vacío existencial. Muchos quieren buscar el sentido de la vida, viendo cuáles son los valores universales, o las cosas que para el mundo dan sentido al vivir. Pero Frankl, expresa que no hay una obligación de encontrar un sentido de la vida en términos universales, de acuerdo a los valores de “todo el mundo”.
El sentido no se busca, el sentido puede crearse de acuerdo a los propios gustos y valores, que van a ser diferentes a los de los demás. Cada persona partiendo de sí misma y de su propio potencial y experiencias va a crear ese sentido día a día. Esto hace que, aunque los propósitos puedan cambiar a lo largo de la propia existencia, el sentido de la vida se pueda sostener. Es fundamental que este sentido y sus propósitos derivados nos brinden entusiasmo y motivación para avanzar día a día.
Viktor Frankl planteó que es posible darle sentido a la existencia por medio de desarrollar tres tipos de valores diferentes:
Los valores de creación están vinculados con lo que hacemos, la pasión que ponemos al hacer algo y el compromiso que ponemos en que se concrete.
Los valores de experiencia, están relacionados con las emociones, las vivencias, las personas y momentos importantes en nuestro vínculo con el mundo y con los demás.
Los valores de actitud son las diferentes maneras de enfrentar adversidades, con el aprendizaje y la resiliencia que se toma de ellas.
Es así como este psicólogo tan importante nos transmite el legado de admitir la propia responsabilidad y libertad, para definir el sentido de la vida y las actitudes para vivirla. Dicho sentido no está en una meta final, sino en el proceso de caminar hacia ella. Lo que me sucede no es culpa de las circunstancias, de nuestros padres, de la vida que me tocó vivir, sino que soy yo quien toma decisiones, decisiones que me pueden atar a quejarme de las situaciones y hundirme en la pena, o tomar una actitud que me ayude a sobreponerme y crecer, encontrando mi camino.