Sergio Massa candidato enfrenta complicaciones electorales que empujan a su otro yo, Sergio Massa ministro, a tomar decisiones contrarias a la lógica económica; medidas que pueden derivar en una riesgosa aceleración del actual proceso inflacionario. Massa podría decir de sí mismo, como alguna vez los hizo el ilustre Gottfried Benn, que practica deliberadamente la esquizofrenia.
El domingo el peronismo recibió una histórica paliza electoral en Santa Fe. En la lucha por la gobernación cayó ante Juntos por el Cambio por 58% a 30% lo que profetiza unas presidenciales negras para Unión por la Patria. Al día siguiente Massa anunció la eliminación del impuesto a las ganancias para sueldos altos. El lunes una movilización de camioneros fue a vivarlo al Ministerio de Economía.
48 horas más tarde se supo que la inflación de agosto había sido del 12,4%, llevando la anual a 124%, La más alta en tres décadas. Para encontrar un nivel similar hay que remontarse al proceso hiperinflacionario que obligó a la dupla Menem-Cavallo a imponer la convertibilidad dos pasos antes del abismo.
¿Cómo reaccionó el ministro-candidato en esta ocasión? Le quitó (o prometió quitarle) el IVA a los alimentos que consumen sectores postergados al tiempo que aumentaba los giros de miles de millones de pesos para organizaciones piqueteras, cooperativas, abuelas de Plaza de Mayo etcétera que tienen tarifada la lealtad. El viernes el Evita, Barrios de Pie y otros le brindaron un tributo similar al de los muchachos de Moyano, pero en un microestadio. Mucho dinero por pocos votos, pero la situación es tan crítica que nada puede ser desatendido.
Conclusión: como carece de otro recurso para cubrir el bache fiscal que él mismo genera, Massa recurrirá a la emisión con las consecuencias que todos prevén. Pero eso para él es un problema lejanísimo. El que realmente lo preocupa está a poco más de un mes. Si queda fuera del balotaje, del diluvio que viene deberán hacerse cargo su sucesor y 45 millones de argentinos.
En realidad su campaña parece haber entrado en una etapa de deriva y desesperación. No sólo las medidas económicas son contrarias a lo aconsejable. El ministro de obras públicas promovió un paro de la obra pública contra la oposición. Otro ministro con doble personalidad.
A lo que se puede agregar que después del 12,4% mensual lo que se le ocurrió al secretario de Política Económica sobre la inflación fue informar su evolución por semana para que el resultado sea de una cifra. Se verá hasta cuándo.
Frente a tanto desconcierto oficialista los candidatos opositores siguen estrategias más coherentes. Javier Milei no cambia nada por dos razones. Una, porque ganó y, dos, porque no le conviene entrar en detalles. En política los triunfos no hay que explicarlos.
Continúa así por redes y medios con su unipersonal de exabruptos que ha fascinado a los sectores más pobres, entre quienes hasta ahora el peronismo no tenía rival. Llamativamente Massa no ataca al libertario como hace con Juntos por el Cambio. Más aún, se muestra conciliador con él como ocurrió cuando aceptó su reclamo de que el presupuesto 2024 no se discuta hasta después de las elecciones. Evita confrontar con quien le saca votos, creyendo que así para el drenaje pero eso es confundir el enemigo. Supone que a Milei lo fortalecen las críticas de los políticos (“casta”), los curas villeros, el círculo rojo y los medios, porque los votantes los consideran culpables del desastre actual. Pero atacando a Patricia Bullrich no va a recuperar los votos que le arrebató La Libertad Avanza.
Por su parte la candidata de Juntos por el Cambio hizo progresos en dos frentes. Consiguió que Mauricio Macri hiciera público el apoyo a su candidatura y comenzó a desplazar el eje de su campaña desde la idea de cambio hacia la de seguridad. En ambos casos no tenía otra alternativa.
La reticencia del ex presidente opaca su liderazgo. Es evidente que la renuncia a la candidatura presidencial por parte de Macri es un proceso cerrado en términos políticos, pero no personales. El partido que fundó sigue adelante sin él, mientras intenta recuperar su influencia. En caso de que Bullrich llegue a la Casa Rosada esa posibilidad será remota. Alentó la candidatura de su ex ministra contra Horacio Rodríguez Larreta, que lo quería jubilar, pero ahora su problema reside en haber tenido éxito. La interna del PRO no terminó el día de las PASO; apenas cambió de protagonistas. Es un proceso que se desarrolla en plena competencia presidencial y provoca turbulencias en la campaña de la principal fuerza opositora, pero no puede ser evitado. (ver “Horacio 2025”).
En cuanto a llevar el discurso de campaña hacia la seguridad, la conveniencia es obvia: se trata de una materia que Bullrich no necesita que le expliquen. Por otra parte discutir sobre cambio con alguien que empuña una motosierra carece de sentido.