Espectáculos
La bailarina, actriz y directora Marina Otero halló en el arte una válvula de escape

“En el teatro se subdivide el dolor”

Está presentando ‘Fuck me’, una obra sobre la finitud y el paso del tiempo, de exitoso paso por varios países. “Si no me hubiese dedicado a esto, muy fácilmente hubiera entrado en el suicidio”, admite.

Fuerza. Entrega. Dolor. Estas palabras podrían en cierto modo resumir algo del espectáculo que comanda la bailarina, directora, actriz y performer Marina Otero. Se trata de ‘Fuck me’, una obra que ya se vio hace unos años en Buenos Aires, partió de exitosa gira por varios países -resultó premiada en el Zürcher Theater Spektakel (Zurich, Suiza)- y ahora puede verse los martes de enero a las 20.30 en el teatro Metropolitan.

Otero toma mate mientras charla con La Prensa por videollamada. Se muestra muy disponible, abierta, con la misma frescura que aparece en el escenario. Claro que en escena también se la ve complicada. Con dificultades de movimiento. La Marina de la ficción -los bordes son borrosos como en todo biodrama, y este en gran medida lo es- cuenta que acaba de operarse de hernia de disco y se la percibe frágil. Sabemos que está actuando porque ‘Fuck me’ refiere a un momento por suerte pasado en la vida de la bailarina. Pero lo hace con tanta convicción que siembra dudas en el espectador respecto de su verdadero estado de salud porque, finalmente, se la ve auténtica.

“Yo no podía nada en esa época -recuerda en la entrevista-. No entendía qué estaba haciendo. Para ir a un ensayo me ayudaban mucho las personas, mi ex pareja, mi familia, me llevaban en auto. No podía dar clases por la pandemia y recibía ayuda. Se estrenó sin mucha conciencia de lo que estábamos estrenando. Yo no vengo de la actuación sino de la danza, y lo que hago no lo siento como una actuación sino como si mi cuerpo pudiera entrar a ‘Fuck me’. Me pasa algo muy real con la obra, la estrené así, siendo una reminiscencia, como alguien que recuerda. Es una obra mágica en eso. Fue muy real”.

Y a pesar de que hable de varios temas, en donde ‘Fuck me’ sin dudas ahonda es en el paso impiadoso del tiempo. La finitud. La conciencia de la muerte. Y sobre todo en el deterioro. No es sólo la actriz-performer quien habla en escena, también lo hacen sus compañeros-bailarines-socios, entregados a asistirla. Ellos, todos desnudos, todos con un gran despliegue artístico y físico, usan su cuerpo esbelto y entrenado para que Otero pueda expresarse. Le hacen la segunda. Y también hablan de ese cuerpo que ostentan, de ese cuerpo que pasados los cuarenta ya empieza a dar muestras de deterioro en algunos, aunque no se visibilice.

-El paso del tiempo, la muerte. ¿El arte también sirve para enfrentarlos?

-Sí, yo no sé si es una virtud o un defecto pero estas obras que he hecho han sido fuentes de salvación. Tengo una sensibilidad muy grande que me lleva a lugares de angustia, como le pasa a mucha gente, y la única manera que yo encuentro como salvación, como sostén, es hacer esto. Puedo estar medicada, ir a terapia, pero siento que el trabajo artístico tiene que ver con transformar un dolor en una puesta en escena, en la idea de compartirlo con otro. Finalmente, en el teatro se comparte el dolor, se subdivide el dolor, se entrega.

-Y mucha gente se identifica con eso.

-Exacto. Es muy catártico tanto para la persona que lo hace como para los espectadores. A mí el teatro me ha salvado, no sé si estaría viva si no me hubiese dedicado a esto. Muy fácilmente hubiera entrado en el suicidio, en una zona oscura que lleva a la autodestrucción.

NARCISISMO UTIL

¿La belleza interior es la que cuenta? ¿Seguro? ¿Qué es eso? Entre coreos de viejos espectáculos, monólogos y filmaciones caseras de la historia de Otero, también van planteándose estas cuestiones. Hay teatralidad por todos lados y el resultado deviene en una especie de “show narcisista” (de hecho, la propia directora juega con esa palabra en escena).

-Lo interesante es que el espectáculo no se queda en un 'narcisismo malo', por llamarlo de alguna manera, va más allá.

-Para mí es muy importante el registro del otro, de los intérpretes, del equipo, de la obra... Yo hago un rol de líder pero siempre pensando que la obra habla por sí misma y es un otro que tiene que ver con eso que va aconteciendo, con las personas, con el mundo. Eso es lo que me salva del narcisismo malo, como le llamás, eso de encerrarse en el propio dolor, ese que ocurre cuando uno deja de escuchar al otro. Busco registrar el dolor desde un rol de escucha. Que el dolor sea una oportunidad para poder escuchar algo que antes no escuchaba. Trato de entrenar la escucha. No es algo que lo tenga resuelto ni mucho menos pero sí es lo que hago para no caer en esas zonas de cierto encierro. Querer hablar de las cosas propias es parte de este proyecto, y aceptar que hay gente a la que le interese y otra gente a la que no. Y también tiene que ver con esta forma que encontré de sanarme a mí.

Precisamente, ‘Fuck me’ forma parte de ‘Recordar para vivir’, un proyecto a través del cual Otero propone construir una obra inacabable sobre su vida hasta el día de su muerte. Se le sumará en mayo próximo ‘Kill me’, que se estrenará en Montpellier, Francia.

LA POLITICA

Hacia el final, el material se vuelve bien político y comenta directamente la situación actual en el país, esa que ahora la directora ve desde España, donde decidió afincarse hace dos años.

-¿Cómo sigue el lazo con el país?

-Irse es muy difícil, más a mi edad porque tenía una vida acá. Como digo en el texto final, el lenguaje está acá. O podés desapegarte o te agarra una nostalgia. A mí me pasa una nostalgia muy grande de lo que traigo, de dónde vengo. Eso es lo que me hace estar muy metida en lo que ocurre acá. Y también lo que está pasando es tan doloroso, y hay algo de esta distancia que me permite también poder decir cosas que quizá viviendo en el país antes no las podría decir tan fácilmente. Hace poco, en una nota conté una situación con Jorge Telerman en el San Martín (el entonces director del teatro le pidió que retirara un texto de ‘Fuck me’ poco antes de estrenarla). Yo hace años que tenía ganas de decir eso, pero recién ahora lo expuse.

-La distancia en cierta forma da más libertad.

-Además me pasa que tengo un lazo muy fuerte con el país. No sé, todo lo que está ocurriendo a nivel político con la elección lamentable que hubo el año pasado hizo que yo no quiera volver en los próximos pocos años. Pero sí voy a venir más seguido. Necesito poder seguir vinculándome con artistas y gente de acá, que son los que más me enriquecen. Yo allá leo literatura argentina, veo cine argentino, hay algo que valoro mucho de lo que tenemos en el país. Tenemos tanto y se está echando a perder en tan poco tiempo...

Hacia el final de ‘Fuck me’ se ve otra Marina, muy distinta de la del principio. Más vigorosa. El público, en tanto, aplaude de pie. El nivel de ovación, casi de cancha de fútbol, pocas veces ocurre. “Esta obra en particular, desde el principio provocó eso, no sé por qué -señala a modo de resumen-. Jamás me ha ocurrido. Siempre me pareció extraño, nunca me dejé de sentir extraña con esa situación y, al mismo tiempo, agradecida de que se haya traspasado lo que significaba para mí. Es una obra que nos atravesó mucho a los intérpretes y a mí. Nos atraviesa en el presente también, y ha hecho una hermosa evolución”.