Opinión
Buena Data en La Prensa­

En búsqueda de la verdad­

 

­El escritor y humorista estadounidense Mark Twain afirmaba con ironía que "es más fácil engañar a la gente, que convencerlos de que han sido engañados''. ¡Cuánta verdad! El que tuvo la experiencia de ser engañado (¿y quién no la tuvo?) sabe que se trata de una sensación displacentera en las que se mezcla la ira, el orgullo herido y la culpa ¿Cómo no me di cuenta antes? Ser engañado nos hace sentir ingenuos y tontos. Nadie quiere ser un tonto, menos un argentino.­

No es novedad que los grandes medios, muchas instituciones y varios de los gobiernos del mundo están pasando por una gran crisis de credibilidad. A esto se suma un relativismo devastador que pone la verdad como una propiedad privada, compartimentada, exclusiva y no compartible. Además, sabemos que cuando nos someten a ciertas presiones los sentimientos ejercen una gran influencia en nuestras decisiones, aunque no lo reconozcamos conscientemente. Cuando se meten con nuestra salud, economía o libertad pueden surgirnos reacciones irracionales.­

La fuerte penetración de los medios de comunicación con el mensaje monotemático del coronavirus que soportamos desde hace un año y medio, el discurso político, la condena social y los relatos, están generando una nueva división en la sociedad: los que aceptaron el mensaje hegemónico y los que se oponen o tienen una mirada diferente. La corrección política parece estar dispuesta a todo: desde revestir de ciencia a hipótesis no falsables, imaginando escenarios catastróficos si no se hubieran seguido los caminos que se tomaron, hasta despojar a los ciudadanos de los más básicos derechos.­

­BURBUJAS­

­En el reinado de la posverdad la evidencia de la realidad no cuenta, por lo tanto, como nada es comprobable, todo es igualmente mentira, o verdad, como cada uno lo sienta. Cuando todo es igual, nada es mejor. El criterio que rige la veracidad de cada afirmación es lo que más le conviene al usuario.

Desde la masificación de la información digitalizada, los modos de acceso al conocimiento cambiaron. No solo en sus vías, sino -sobre todo- a la variedad de lo recibido. Al enfrentarse al diario papel, el lector recoge información sobre lo que le interesa junto a otra cantidad de noticias que no eran de su interés, pero ahí están, delante de su vista, y sin quererlo le llegan.

Ciertamente, la navegación en la web, teóricamente, nos pone al mundo por delante en un tiempo record. Tenemos todo a disposición, pero en la sobreabundancia, solo nos dirigimos a lo que nos interesa y nos confirma lo que pensamos. Tanta información disponible, en lugar de abrir mentes las fue cerrando.­

Ni que hablar de las redes sociales en la que los algoritmos mandan y presentan al lector una y otra vez lo que supone que más le interesa. En estos extensos meses de encierro y semiencierro, separados por barreras físicas- sin contacto personal, sin visitas, ni reuniones- quedamos también presos en una burbuja algorítmica que refuerza reiteradamente las propias percepciones haciendo creer que todo el mundo piensa, siente y debería hacerlo como uno lo hace. No se puede querer lo que no se conoce. Imposible acceder a lo que no se sabe que existe.­

Antoine de Saint Exupery y su memorable Principito nos recuerdan la avidez por conocer, propia de la infancia: "El Principito no renunciaba nunca a una pregunta, una vez que la había formulado''. ¿En qué momento dejamos de ser curiosos y abandonamos las preguntas? ¿Será que en el fondo, ya no nos interesa saber la verdad y nos quedamos cómodos con la porción que nos conviene? Si es así, con razón vamos por mal camino.

­ANIMARSE­

­Este mensaje va para espíritus inquietos, para los que no se conforman con la información elaborada para ser deglutida sin masticar. Podemos encontrar muchos datos, pistas e información disponible y de fácil acceso en la red. Es solo querer salir de la burbuja y tomarse el trabajo de investigar. La salud está en juego. 

Va un ejemplo: según el sitio web Worldometer (www.worldometers.info) se registraron al 4 de agosto, 13:53 GMT los siguientes datos sobre una población mundial de 7.883.940.780 se informa que hay 200.505.144 infectados de covid-19 en el mundo, 4.263.800 fallecidos y 180.713.486 recuperados. 

Más allá de la credibilidad que puedan concitar estos datos estadísticos, se reconoce en casi todos los medios que, por esta causa, han muerto algo más de cuatro millones de personas en el mundo. Cada muerte es una tragedia. ¡Cuatro millones es muchísima gente! Obviamente, si concentramos esa cantidad en una manifestación, es muchísima gente, pero relativo a la cantidad de humanos en la tierra esto representa el 0,05 % de la población mundial. El porcentaje de infectados a nivel mundial es del 2,54% de la población y el 90,12% de los infectados se han recuperado.

¿Eso es lo que paró el mundo y nos obliga a vivir una nueva anormalidad

Como el Principito no perdemos la esperanza de encontrar las certezas que existen, entreveradas con mentiras y medias verdades, en el cambalache siglo XXI.­

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