En ocasión de conmemorarse, días atrás, un nuevo aniversario del natalicio de Arturo Umberto Illia (4 de agosto de 1900) conviene repasar un hecho poco conocido y escasamente difundido.
El vínculo sino de amistad pero de respeto y consideración recíproca que unió al expresidente con el dirigente sindical clasista Agustín Tosco, “El Gringo”. Mucho se ha dicho y escrito sobre el estallido social, económico y político denominado “Cordobazo”, en mayo de 1969 durante el gobierno de facto ejercido por el dictador Juan Carlos Onganía tras el derrocamiento del gobierno constitucional del presidente Arturo Illia y que se caracterizó a sí mismo como “Revolución Argentina”. Precisamente en dicha convulsión adquirió fundamental protagonismo el mentado Agustín Tosco.
INFLUENCIA DEL CORDOBAZO
Los especialistas Fabián Bosoer y Santiago Senén González nos ayudan a comprender la influencia del Cordobazo en el proceso político posterior que se inicia a partir de los setenta en la Argentina, inmersa en una fuerte cultura contestataria en la que se hizo habitual y común la toma de la calle y en la mayoría de los casos con ejercicio de la violencia.
En aquella época se fortaleció una tendencia denominada “clasista” en el movimiento obrero que tiene precisamente en Córdoba su eje y su expresión más avanzada. Con sindicatos autónomos Sitrac y Sitram, y dirigentes importantes que lideran el proceso aunque desde sindicatos tradicionales en algunos casos, José Salamanca, Elpidio Torres, Atilio López y Agustín Tosco, fundamentalmente, sobre el cual se desarrollará una verdadera leyenda política.
Tosco era descendiente de una familia campesina de piamonteses y nació en Coronel Moldes, Río Cuarto, el 22 de mayo de 1930.
Trabajador de la empresa de energía provincial EPEC, fue electo delegado en 1952 en el Sindicato de Luz y Fuerza. En adelante, ganó las elecciones para la conducción del gremio en la provincia y en 1954 se integró al secretariado nacional de la Federación Argentina de Trabajadores de Luz y Fuerza (Fatlyf) cargo del que fue relevado por la intervención militar.
En 1972, mientras se encontraba preso durante el gobierno militar, fue nuevamente elegido dirigente del gremio y secretario adjunto de la delegación regional.
Un año después, en 1973, en vísperas de la tercera elección de Perón, el PRT –brazo político del ERP– le ofreció impulsar su candidatura a presidente de la Nación, pero Tosco declinó el ofrecimiento. Sin embargo, Tosco no apoyó nunca la lucha armada. En 1974 pasó a la clandestinidad, al ser intervenido el Sindicato de Luz y Fuerza. Padecía de una grave enfermedad –encefalitis bacteriana– pero fue imposible que lo internaran en los hospitales locales, ya que era perseguido por la Triple A, cuerpo parapolicial de extrema derecha bajo la órbita del ministro López Rega. Por ello, lo trasladaron a Buenos Aires de incógnito en una ambulancia. Pese a todo, murió el 4 de noviembre de 1975.
AUTENTICA ODISEA
Merece contarse la auténtica odisea que fue trasladar su cuerpo sin vida en automóvil en un operativo cuya logística fue coordinada por un viejo cuadro el PC llamado Jorge Bergstein, según recordaba Santiago Senén González, hasta la provincia de Córdoba donde sus restos iban a ser velados y sepultados en el cementerio local adonde concurrieron más de veinte mil personas. Una curiosidad digna de destacar es que el expresidente Arturo Umberto Illia concurrió y fue orador en el sepelio del extinto dirigente obrero. La explicación se encuentra en que habían construído una relación desde los tiempos en que siendo presidente en ejercicio, Illia invitó a Tosco a acompañarlo en el palco oficial durante la inauguración de una central eléctrica en “La Docta” en 1964. Por otra parte Tosco fue acérrimo opositor a la llamada “burocracia sindical” que conspiraba abiertamente contra la estabilidad del gobierno radical. Tampoco tuvo complacencia con los dictadores militares que lo derrocaron. Recordemos a la dirigencia sindical que, encabezada por Alonso y Vandor concurrió de saco y corbata al acto de asunción del dictador Onganía.
Volviendo al “Cordobazo” Tosco señaló categóricamente que el mismo no fue obra de la espontaneidad ni de la improvisación como alguna vez se pretendió insinuar para restarle dimensión histórica. La movilización obrera, estudiantil y política fue multitudinaria y organizada donde cumplió un rol importante buena parte de la dirigencia juvenil radical, al punto que su primer víctima fue el dirigente Máximo Mena. “El Cordobazo” le valió a Tosco la cárcel en el presidio en el Penal de Rawson, escenario de la dramática fuga de los dirigentes de las organizaciones armadas también allí detenidos. “El Gringo” había sido invitado a evadirse junto con ellos, pero se negó aludiendo que se encontraba ilegalmente detenido a disposición del PEN y no estaba formalmente imputado de ningún delito, su defensa era ejercida por Hipólito Solari Yrigoyen y apostaba por obtener su libertad en forma legal y por medios pacíficos.
Sobre el vínculo entre Illia y Tosco, que con los años se había consolidado, contamos con el testimonio incuestionable de Hipólito Solari Yrigoyen, su defensor en el proceso penal: “Cuando Agustín Tosco estuvo preso por disposición militar y yo ejercí su defensa, fui intermediario en la comunicación epistolar entre ambos ya que no se autorizó que Illia lo visitase en la cárcel de Rawson, como era su propósito”. (“Arturo Illia. Obra de gobierno. Testimonios y documentos”. Selección y recopilación. Editorial Rosalia Gallo. Cámara de Diputados de la Nación. 2016).
En aquel trance los dos dirigentes mantenían contacto epistolar como señaló Solari Yrigoyen. Tosco escribió a Illia: “Estimado Dr.Illia sé que su límpida trayectoria ciudadana le da total autoridad para emitir ese juicio y quienes, desde otro plano, pero con similar preocupación por las cosas del pueblo, coincidimos en tales apreciaciones, no podemos menos que destacarlas como se merecen”.
Y como ejemplo de su compromiso democrático Tosco expesaba: “O defendemos el estado de derecho o aceptamos el estado de hecho que pretende transformar al ciudadano en súbdito”.