El rumor comenzó a correr el miércoles a última hora y no pasó mucho tiempo hasta confirmarse: por orden judicial, efectivos de la Policía habían comenzado a incautar el mobiliario de Esquina Carlos Gardel, una de las casas de tango más bellas y renombradas de Buenos Aires, poniendo punto final a su historia de diecisiete años.
La noticia causó conmoción entre los artistas del género tanguero, que se manifestaron muy dolidos en las redes sociales. Junto con bailarines, músicos y cantantes pierden su fuente laboral decenas de cocineros, mozos, administrativos, personal de limpieza y maestranza, de fotografía, costureras y más. Para algunos de ellos era "un final anunciando" provocado por la situación general del país, una mala administración y la promesa de un mayor caudal de turistas (favorecidos por el fenómeno cambiario) que todavía no llega.
Creadores de Esquina Carlos Gardel, la coreógrafa y bailarina Dolores de Amo y el empresario Juan Fabbri supieron convertir a la casa en un sitio de visita obligada para las celebrities y los viajeros high class. Su ubicación es estratégica, en pleno corazón del Abasto, en la intersección de la calle Anchorena y el Pasaje Gardel. El "Zorzal" solía cantar allí mismo, animando las reuniones que se daban en el restaurante del entonces hotel familiar Chanta 4.
ESPLENDOR
Completamente remozado, con lustrosas escaleras de mármol, un piso de parquet inmaculado en el centro del salón, delicada boiserie, mesas distribuidas en dos niveles y un escenario de los mejores, Esquina Carlos Gardel abrió sus puertas en 2001. El propio Fabbri le contó a La Prensa, cinco años atrás, en una entrevista: "Toda mi vida me dediqué al comercio exterior, al tango lo descubrí de grande. Comencé organizando una milonga en el Club Almagro y casi en simultáneo me largué con el canal Solo Tango. Produje shows en Michelángelo y participé del desarrollo artístico de Esquina Homero Manzi, aunque después no seguí. En el año 2000 comenzamos con el proyecto de Esquina Carlos Gardel, que abrimos en 2001".
En 2013, en plena temporada alta de cruceros, Fabbri llegaba a atender 2.200 clientes por noche, repartidos entre las tres casas que administraba: Esquina Gardel (1.200 personas), Tango Porteño (en el ex cine Metro, con algo más de 500 cubiertos) y Piazzolla Tango, en las entrañas de la Galería Güemes. Concentraba el 40% del mercado y empleaba de manera directa a casi 400 personas entre las tres casas.
La asociación con Enrique Blaksley, presidente de Hope Funds, acusado de ser el mayor estafador de la historia argentina, fue una piedra en su zapato. Se unieron para abrir en Nueva York el local Malbec & Tango House, a cuya inauguración asistieron figuras como el actor Willen Dafoe. Entusiasta, Fabbri había anunciado la creación de una empresa conjunta "dedicada al desarrollo de productos vinculados al entretenimiento. Conseguimos inversores en Estados Unidos y abrimos en Manhattan. El lugar reúne un restaurante, un teatro y un bar de vinos, y se ha posicionado con una velocidad impresionante", señalaba entonces.
Eran tiempos de bonanza para el empresario, que soñaba incluso con extender su reinado a Londres y Chicago. Nada quedó de aquello. En el Abasto sonó esta semana el último tango de Esquina Carlos Gardel. Y ya se lo extraña.