Ciencia y Salud

El sentido de la vida humana descubierto a través de la familia

El pequeño núcleo que cobija al recién nacido da origen a su identidad y es el terreno fértil para su desarrollo cognitivo y socioemocional. No puede haber una sociedad sana sin este cimiento sólido, destacó la doctora en filosofía Paola Delbosco en una reciente disertación en el Senado. Esto que es natural para el hombre, exige hoy un esfuerzo de explicación para que sea entendido en medio de una mentalidad moderna, individualista y materialista.

El inusual nivel académico y la infrecuente profundidad que tuvieron las intervenciones en el Senado en el marco del Día del Niño por Nacer dejó otro magnífico aporte con la exposición de la doctora en filosofía Paola Delbosco, presidente de la Academia Nacional de Educación. Su alocución sobre la necesidad de la promoción de la familia resultó un fuerte desafío a la mentalidad individualista y calculadora de quienes cada vez se animan menos a tener hijos y ocuparse de ellos, obsesionados por el propio bienestar. Han perdido de vista que por este camino se está construyendo una sociedad que empieza a no encontrarle sentido a la vida y pierde así la humanidad.
“La mentalidad actual, la mentalidad de la cultura contemporánea, es una cultura individualista y utilitarista que no puede ver con claridad cuánto la vida en general y la vida nueva es un don, algo que nos llega, algo que nos enriquece por su presencia y que hace que nuestro cuidado hacia esa vida tenga sentido porque uno ve inmediatamente el bien que se produce en los demás”, reflexionó Delbosco -madre de nueve hijos y con 37 nietos- durante una exposición cargada de sentido común y profunda mirada sobre la realidad cotidiana de una familia.
Mientras en el mundo proliferan leyes que buscan acabar con la vida o impedirla -como la de eutanasia, del aborto, uniones civiles entre personas del mismo sexo, entre otras-, reparar sobre la magnitud del daño que se está infligiendo a la humanidad es más necesario que nunca. 
“Lo que vemos hoy es que la gente se anima menos a formar familias, que le pone acento al propio desarrollo personal, profesional o a viajar por el mundo… pero el peso puesto en este servicio a la comunidad, a través del cuidado de las personas, le da una trascendencia extraordinaria”, subrayó la presidente de la Academia Nacional de Educación  y en esa misma línea apuntó: “Formar buenas familias es el secreto para que en este mundo humano que estamos construyendo aparezcan nuevos protagonistas, bien pertrechos porque han sido amados, porque se ha dado respuesta fuerte a sus necesidades, porque se le ha permitido el crecimiento, y porque han crecido sabiendo que siempre va a haber un lugar más en la mesa, en el auto, es decir un lugar más en la vida, porque han descubierto que en este darse recíprocamente dones, en el fondo, en eso está el sentido de la vida humana, que es un sentido de encuentro”.
“Si nosotros recordamos que la vida es un don en todas sus fases, estaremos mirando bien a la vida que nace, a la vida que transita, y a la vida que termina, porque en el fondo estamos construyendo este mundo que debe ser un mundo humano”, remarcó.
Al comenzar su disertación, Delbosco reconoció que “el tema de la familia toca una parte muy sensible: hay gente a favor, gente en contra, gente que lo lee como un mensaje conservador y tradicionalista, y por lo tanto del pasado” y, ante esta realidad, contrapuso algo que es incontrovertible y que compartimos todos, sea cual fuere nuestra religión, signo político o filosofía: que absolutamente todos los seres humanos hemos nacido de un padre y una madre. “Puede ser que se haya hecho cargo de nosotros o no, puede ser que uno haya sido un donante desconocido, todo eso es posible, pero siempre hay detrás de cada vida humana esta realidad absolutamente inobjetable: somos hijos de un padre y de una madre”, expresó.
En un intento por llegar a todas las personas, la catedrática de la Universidad Católica Argentina (UCA) se propuso encontrar un terreno común de entendimiento a partir de tres pensadores de los siglos XIX, XX y XXI, quienes pese a sus diferencias reconocían que la familia es una institución natural y, por lo tanto, núcleo primero de una comunidad.
Delbosco citó primero a Ludwig Feuerbach, “un autor neohegeliano del siglo XIX, materialista, criticado por Marx pero que ha influido en él en cierto sentido”. “No pienso como él -aclaró- pero dice algo que es extraordinario: que en la historia de todos los seres humanos hay otras dos personas. Quiere decir que la vida humana jamás es una vida individual, absoluta, en el sentido de suelta de los otros, sino que veremos más adelante tiene una cierta dimensión comunitaria, dialogal”, 
En tanto, el autor del siglo XX que eligió fue el filósofo Martin Buber. “El decía que la identidad de cada persona se forma en el contexto yo-tú. Yo sé quien soy siempre frente a otro”, resumió, para luego añadir: “Dice Buber que en el yo-tú aparece la identidad de cada uno de nosotros, no es algo fabricado autónomamente”.
Y la tercera autora del siglo XXI que citó Delbosco fue Judith Butler, “una feminista foucaultiana como base filosófica”. “Ella tiene que reconocer -a pesar de estar en contra del binarismo, y de que la parentalidad es femenina y masculina-, que en la historia de la mayoría de las personas hay un padre y una madre, porque es una evidencia que es irrebatible. También Butler reconoce que compartimos en nuestra historia recibida este carácter cuasi familiar de  ser hijos de un padre y de una madre”, relató.
ETIMOLOGIA
Al abordar la etimología de la palabra “familia”, como camino orientativo, la presidente de la Academia Nacional de Educación hizo referencia a un libro del lingüista español Francisco Villar, “que hace arqueología lingüística e investiga los idiomas previos de Europa”. En su obra, Villar encuentra los primeros orígenes de la terminología que se utilizan para definir familia, en el término woic, “probablemente sánscrito, y esta palabra significa lugar donde se vive, también significa construcción”, señaló Delbosco, “y en la palabra griega oikos, que significa casa, y que muchas veces significa la casa de origen”. 
“Después descubrí que en hebreo también bait significa lugar construido y significa familia en sentido amplio. Así que la familia tiene que ver con un lugar construido, donde se habita”, sintetizó. 
Por otro lado, señaló que la palabra más usada en los idiomas europeos -famiglia, family, famiille, etcétera- proviene de un término del antiguo osco umbro, anterior al latín. “Viene del término famul, que significa sirviente”, explicó Delbosco, quien argumentó que familia es el término que se afirmó, queriendo hablar de una pequeña, la primera, comunidad de personas, donde llega la vida nueva.
“El famoso pater familias era el responsable del conjunto de todos los que vivían en esa domus, que incluía también a los fámulos, es decir a los sirvientes, que muchas veces eran los que criaban a los hijos del padre, del pater familias y de la madre. Entonces poco a poco el que cría a los nuevos que llegan es parte de la familia”, recordó. 
“Voy a juntar estas dos ideas, que no son aplastantes pero sí son sugerentes: un lugar donde se habita y un lugar donde hay servicio a la vida. Me parece una buena definición. Entonces la familia es un lugar donde se habita y es muy fuerte la idea de que la vida humana nueva necesita alguien que la atienda. La vida humana feneciente también va a necesitar ese tipo de apoyo”, prosiguió. 
FRAGILIDAD HUMANA
En el mismo sentido, la catedrática puso de manifiesto que la vida humana tiene un cierto grado de fragilidad en su primer aparecer, que no le permitiría sobrevivir si no hubiese alguien que se ocupe a su servicio de hacerla vivir. “Por suerte, la buena noticia, es que en general atender a la vida nueva no se hace con tristeza sino con alegría. Inclusive cuando un chico llora y uno ve que calla al momento de que su madre lo levanta, después de tanto llanto, ese servicio da una enorme satisfacción”, describió con sabiduría. 
Es en ese servicio que el ser humano es capaz de encontrar sentido a su vida. Así lo advirtió Delbosco, al recordar la respuesta de un empresario que se proponía determinar qué da sentido a los propios esfuerzos:  “La mejor definición me la dio un señor que era de pocas palabras, dijo: ‘para mí algo tiene sentido cuando veo que alguna cosa buena se produce en el otro gracias a lo que yo hago’. La maternidad y la paternidad tienen esa característica y me atrevo a decir que la fraternidad también. Los hermanos mayores cuando atienden a sus hermanitos menores y ven que sonríen a sus morisquetas o se alivian del llanto porque ellos intervinieron, le ven sentido a su esfuerzo”. 
EL DON DE LA VIDA
Para hablar de la vida como un don, Delbosco escogió citar los conceptos de Hannah Arendt, en “La condición humana”, donde afirma que el mundo humano no es una sociedad perfecta que ya está construida, sino que se construye continuamente. “Porque si hubiese una sociedad perfecta uno tendría la tentación de plasmarla sobre el material informe de la humanidad, cosa que no es así y, en todo caso, recortar lo que sobra, como ha sucedido en algunos experimentos sociales. Si el mundo humano se construye cada vez, entonces quiere decir que todos somos partícipes y somos activos en esa construcción”, argumentó la presidente de la Academia Nacional de Educación, para luego añadir: “Arendt dice que mundo humano tiene tres elementos fundamentales que son: nuestra libertad -sino no podríamos hacer nada nuevo-; nuestra pluralidad -somos distintos, con ideas y modos de aportar diferentes-; y finalmente cada persona nueva trae una iniciativa, quiere decir que la vida nueva, implica algo nuevo que surge”. 
“Cuidarla para que crezca, para que florezca, para darle este terreno fértil para su pleno florecimiento es el mejor regalo que le puede hacer este pequeño núcleo llamado familia al resto de la sociedad”
, concluyó.