Opinión

El sentido de la bandera nacional

Llegó el mes belgraniano, de la promesa a la bandera, de renovación de propósitos, y muchos docentes se plantean la necesidad de revalorizar nuestros símbolos patrios. Es un hecho, aunque no generalizo porque hay excepciones y muy valiosas. Pero no podemos negar que nos encontramos ante una generación que está perdiendo el sentido de Patria, de solar donado por Dios para ser guardado y cultivado. Y como tal, es difuso también aquello que hay detrás de cada símbolo patrio, de cada insignia de cohesión y unidad nacional. No sé sabe ni se pregunta para qué uno vino al mundo y menos aún, hacia dónde dirigirá su vida adulta y contribuirá con su aporte necesario hacia el bien común nacional.

Surgen entonces, las siguientes preguntas: ¿Por qué hay tanto desconocimiento? ¿Por qué las celebraciones y conmemoraciones patrias son simplemente feriados para no ir a la escuela o para irse de vacaciones? ¿Por qué se ha perdido el sentido trascendente y la dignidad de cada uno de estos eventos? ¿Por qué no solo hay desconocimiento, sino que también cierto desinterés, indiferencia y apatía al respecto? ¿Por qué ya no se canta el himno como antes? ¿Por qué se ve en la bandera un simple trapo, se la saluda con irreverencia -cuando se la saluda-?

Hay causas externas e internas al respecto. Pero reconozcamos con humildad que hay una gran falencia de parte nuestra, los docentes, en cómo encaramos la cuestión. "Me hierve la sangre al observar tanto obstáculo. Tantas dificultades que se vencerían rápidamente si hubiera un poco de interés por la Patria”, exclamaba Belgrano.

En estos tiempos de lo efímero, de lo superficial, del “pedido ya” y del “rapipago”, de la virtualidad descarnada y descarada, de la sobreabundancia de información y poco conocimiento, de abuso sistemático de las redes sociales que por su adicción y confusión se han terminado en convertir en “redes cloacales” ... ¿Cómo logramos un sentido de pertenencia que nos congregue como argentinos? ¿Cómo les llegamos con un mensaje patriótico a nuestros jóvenes? ¿Cómo hacemos que se encienda en sus corazones el amor que encierra el hecho de ser hijos de esta tierra bendecida por Dios?

Por eso: ¿qué hacer? ¿Cuál debería ser nuestro rol? Más aún: ¿Cuál debería ser nuestra misión, nuestro apostolado en esta crisis de identidad nacional?

UN SALTO DE FE

La queja nos invade. La crítica nos abruma. Pero no podemos quedarnos exclusivamente en ella. Debemos observar más allá del problema y tener el valor de ver lo que los demás no se atreven a ver, por miedo, por comodidad o pereza. Ser docente de vocación y más aún en estos tiempos, implica salir de la zona de confort. Y poder trabajar, proyectar y soñar con una patria mejor a la luz de una esperanza contra toda esperanza.

Algo que no es sencillo. Ni mucho menos fácil. Es un trabajo de hormiga. Sí. Hay que formarse y trabajar mucho para allanar ese camino que abrirá los corazones y las inteligencias de nuestros jóvenes para esa Argentina digna que todos los buenos ciudadanos anhelamos.

Muchos me dirán: “¡Usted es un idealista! ¡Deje la utopía de lado! ¡El problema es insalvable! ¡Esta generación está perdida! ¡Deje de insistir con las causas perdidas! ¡Váyase a otro país y problema resuelto!”.

¿Qué quieren que haga? No lo puedo negar: soy un hombre de fe. Fe, que por cierto no se reduce a un mero sentimiento, sino que es una virtud teologal que Dios nos da para conocer más allá de los límites de la simple y pobre razón humana. La fe que eleva la inteligencia, la fe que nos da vuelo de águila. Esta fe me conduce a no rendirme, a no bajar los brazos, porque sé que mientras estemos vivos, Dios nos concede el tiempo para utilizarlo para su gloria y para nuestro bien. “No está muerto quien pelea”, dice el dicho. Y sin fe, no hay esperanza.

Pero cuando hago este planteo, no necesariamente hablo de una esperanza ciega en un triunfo y un éxito terrenal y menos aún, con las solas fuerzas humanas. ¡Bastante daño hemos hecho por creernosla demasiado! Mi esperanza se funda en aquello que decía el teniente Estévez, citando a San Pablo: “Si Dios con nosotros, ¿quién contra nosotros?”. Sin Dios no podemos nada. No creamos en nuestros propios músculos, pues por nosotros solos, sin la asistencia de lo alto, es muy probable que no alcancemos o veamos el triunfo. Es más, de acuerdo con las enseñanzas de las Sagradas Escrituras tenemos todas las de perder en este mundo, terreno y perecedero, pero que a la luz de la esperanza, por eso mismo vale la pena vivir la buena pelea…porque nuestro triunfo es trascendente. Porque nuestro triunfo mira hacia la eternidad. Más profundo aún, la fe a nivel escatológico (apocalíptico) nos regala la certeza de que el triunfo es de Cristo y con Cristo en su Parusía, es decir, cuando vuelva en Gloria y Majestad a juzgar a vivos y muertos y su reino no tendrá fin. Y nuestro triunfo será por Él con Él y en Él. ¿Pero mientras tanto? Guardar nuestro puesto. Velando y orando. Perseverar. Porque Dios no nos pedirá cuentas de las batallas ganadas sino de las cicatrices de la lucha, al decir de Castellani. Por eso, la buena batalla la debemos librar con firmeza y dignidad. Es decir, debemos asumir el compromiso de vivir y resistir hasta el último aliento con las botas puestas, con la tiza en la mano y con la bandera en alto.

No debemos caer en la trampa del sistema que nos exige un activismo sin contemplación, un obrar sin ser, un deber sin un sentido. El docente argentino debe ser guía y sobre todo maestro a ejemplo del Maestro. Para que al fin con humildad podamos decir con Gabriela Mistral: “Señor tú que enseñaste, perdona que yo enseñe”.

EL DOCENTE BELGRANIANO

Decía el Libertador Don José de San Martín: “El mejor camino para llegar a la cabeza, es empezar por el corazón”. Bajo este mismo espíritu que venimos desarrollando, sostenía Don Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano en el Reglamento para el establecimiento de las cuatro escuelas de Tarija, Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero (Jujuy, 25 de Mayo de 1813. Artículos 18°, 8° y 9°) que "el Maestro procurará con su conducta y en toda sus expresiones y modos inspirar a sus Alumnos, amor al orden, respeto a la Religión, moderación y dulzura en el trato, sentimientos de honor, amor a la verdad y a las Ciencias, horror al vicio, inclinación al trabajo, despego del interés, desprecio de todo lo que diga a profusión, y lujo en el comer, vestir y demás necesidades de la vida, y un espíritu nacional, que les haga preferir el bien público al privado, y estimar en más la calidad de Americano, que la de Extranjero". Y después dice: "En las Funciones del Patrono de la Ciudad, del aniversario de nuestra regeneración política, y otras de celebridad, se le dará asiento al Maestro en Cuerpo de Cabildo, reputándosele por un Padre de la Patria (¿igual que ahora no es cierto?). Todos los días asistirán los Jóvenes a Misa conducidos por su Maestro; al concluirse la Escuela por la tarde rezarán las letanías a la Virgen, teniendo por Patrona a nuestra Señora de Mercedes. El sábado a la tarde le rezaran un tercio de rosario”.

Sintetizamos: necesitamos maestros con vocación, que enseñen con su ejemplo, pues “uno no da lo que no tiene”. Y servirse sobre todo de los ejemplos que nuestra historia patria nos regala. Pues “la historia de la Patria es la historia de los héroes de la Patria” al decir del maestro Jordán Bruno Genta. Ellos, los ejemplos, son los símbolos encarnados, humanos y posibles, que atraen como imanes y golpean con una fuerza extraordinaria ante la cual no podemos permanecer indiferentes: la fuerza del arquetipo, la fuerza del referente de vida, la fuerza del héroe y del santo. Son aquellos que encarnan las virtudes necesarias para una vida que rompa con la mediocridad y conquiste la excelencia; para una vida incoada en los tres pilares trascendentes que definen nuestro ser nacional: Dios, Patria, Familia.

Debemos enseñar con total convicción ésto: es posible imitar al arquetipo, es posible ser como ellos. Si ellos pudieron hacer lo que hicieron ¿por qué nosotros no? Si ellos pudieron aprender a vencer el egoísmo, a doblegar el yo junto a sus pasiones desordenadas ¿por qué nosotros no? Si ellos pudieron trabajar en equipo y en equipo marcar la diferencia ¿por qué nosotros no? De la convicción en el ideal que transmita el docente, del amor cual fuego abrasador que comparta el maestro, dependerá su mediación como vínculo hacia el alumno que lo eleve hacia la contemplación de las verdades sublimes escondidas y descubiertas en el ejemplo. Y Manuel Belgrano, es sin duda alguna, un ejemplo de argentinidad.

BELGRANO Y LA BANDERA NACIONAL

Les propongo una dinámica a partir de esta bellísima pintura. Para que la lleven al corazón del aula. Y logremos que nuestros alumnos se enamoren de nuestra bandera nacional.

Miremos esta imagen. ¿Qué observamos allí? A Manuel Belgrano desplegando la bandera. ¿Ante quién? Ante un sacerdote. Así es. Ante el obispo Gorriti. ¿Dónde está? En una iglesia… ¡Claro! En la iglesia de San Salvador de Jujuy. ¿Sólo o acompañado? Hay muchas personas alrededor. Y se las ven muy atentas a lo que están haciendo. ¿Que estará haciendo allí? ¿Rezando? Por supuesto. Y algo más, el obispo Gorriti está bendiciendo públicamente la bandera nacional en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Esto significa que se le está dando un carácter sagrado a nuestra bandera, no es un paño así nomás. Es una enseña bendecida por Dios y como tal debe ser defendida.

Ahora bien… ¿qué es la Bandera Nacional? Es el símbolo de la Patria. Y ¿qué es un símbolo? Es una imagen que vale más que mil palabras. Y ¿qué es la Patria? Les voy a responder como nos ha enseñado nuestro querido Veterano de Guerra de Malvinas Esteban Tries: “La Patria es el otro, la Patria somos todos, la Patria es quien tenemos al lado”.

Belgrano está bien derecho, erguido, convencido de lo que hace y así sostiene a bandera para que jamás toque el piso. Es el símbolo de la Patria. Si ella se cae, nos caemos todos, pues la Patria la conformamos todos, los que vienen del ayer, los que vivimos el presente y los que vendrán en el futuro, unidos por un lazo indisoluble con una misión imposible, es decir con José Antonio Primo de Rivera, aquello que nos congrega a ser una unidad de destino en lo universal. Por ello, siguiendo a nuestro querido Esteban Tries, podemos decir que en cada uno de los puntitos que conforman el entramado de hilos de nuestra enseña nacional estamos integrados todos y cada uno de nosotros: Allí están nuestros padres y abuelos. Nuestros amigos y compañeros. Nuestros maestros y bienhechores. Nuestro barrio. Nuestra historia. Nuestra vocación y talentos. Nuestros sueños y proyectos. Nuestro suelo y paisajes. Nuestros recursos naturales. Nuestras usos y costumbres. Nuestras alegrías y tristezas. Nuestras tradiciones, ese legado transmitido como fuego para defender lo que amamos. Nuestra lengua, nuestro espíritu. El legado que muchos han sellado con su sangre. Allí están nuestros gloriosos muertos, nuestros héroes, nuestros santos. Nuestra fe y nuestra esperanza. Nuestro matrimonio. Nuestra amada. Nuestros hijos y sus hijos.

En fin: aquello que más amamos en esta vida está en nuestra bandera argentina. Por eso, llevemos esto como consigna: veamos en la bandera el rostro de la persona que más amamos, de aquello que más amamos y por lo cual somos capaces de defenderlo hasta dar la vida. Porque como hemos dicho incansablemente, nadie ama lo que no conoce. Nadie defiende lo que no ama. Todo vive y cobra sentido dentro de nuestra bandera. Enamorémonos de ella. Enamoremonos de nuestra Patria. Por ello, enseña el amigo y VGM Pablo Marcos Rafael Carballo: “Patria es aquello que amamos, nos pertenece y por la cual somos capaces de dar la vida”.

Por eso, se lo ve seguro a Belgrano porque está preparándose para que sus tropas renueven el juramento a nuestra enseña sagrada. Y para que junto con los vecinos de la ciudad se encaminen con los pies en la tierra y el corazón puesto en el cielo, hacia la conquista de la gloria. Porque está contemplando en nuestra enseña patria el rostro de la Santísima Virgen y su manto azul celeste y blanco plasmando en los colores de nuestra bandera. Y porque está pensando en nosotros. Sí. Y nos la otorgó para que permanezcamos unidos en una misma causa de amor a todo lo bueno, bello y verdadero, a todo lo que nos hace mejores argentinos y que nos ayude a servirnos los unos con los otros como hermanos pensando en el bien común nacional. Decía Belgrano: “Solo exijo de vosotros unión, constancia, valor y el ejercicio de las virtudes: Alejad de vosotros toda ociosidad, todo espíritu de venganza y todo cuánto sea contra la ley santa de nuestro Dios y de la santa Iglesia, y no penséis en intereses particulares, sino en salvar la amada patria, para restituirla al goce de la tranquilidad que necesita para constituirse, y que todos disfruten de los bienes que el cielo nos ha querido conceder".

LEGADO BELGRANIANO

Hoy a 204 años del paso a la inmortalidad de su creador y aunque la bandera parece estar toda apolillada… rasgada…cortada…herida, como está cada uno de nosotros, como lo están nuestras familias, como lo están nuestros vecinos, como lo está nuestro país, y sobre todo por nuestras constantes y frecuentes miserias… Pero nada puede contra el amor verdadero. Pues aquí está Belgrano con su ejemplo y legado, reparándola, reparándonos: "Trabajé siempre para mí patria poniendo voluntad, no incertidumbre; método, no desorden; disciplina, no caos; constancia, no improvisación; firmeza, no blandura; magnanimidad, no condescendencia". Con una sonrisa: "Parece que la justicia tiene en nosotros más abrigo que la justicia. Pero yo me río, y sigo mi camino". Porque afirmaba Manuel: "No busco el concepto de nadie, sino el de mi propia conciencia, que al fin es con la que vivo en todos los instantes”. Con su legado en virtudes: "Nadie es más acreedor al título de ciudadano que el que sacrifica sus comodidades y expone su vida en defensa de la patria". Pues: "Sirvo a la patria sin otro objeto que el de verla constituida. Ese es el premio al que aspiro". "No busco glorias sino la unión de los americanos y la prosperidad de la patria". "Nada hay más despreciable para el hombre de bien, para el verdadero patriota que goza de la confianza de sus conciudadanos, que más riquezas". Sentenciando: "A quien procede con honradez, nada debe alterarle". Con su entrega y amor sacrificado a Dios y a la Patria: "No hallo medio entre salvar a la patria o morir con honor".  

Aclaremos: Belgrano también cometió errores, tropezó y tuvo debilidades como todo ser humano. Pero -y ahí radica la diferencia- lo heroico está en que ante ellas no se rindió, con la gracia de Dios se levantó y salió fortalecido sacando la mejor versión de sí mismo. Y nos enseña que podemos crecer como argentinos. Que nunca debemos bajar los brazos. Pero que nada grande y noble se consigue sin amor y sin sacrificio.

Así lo comprendieron nuestros hombres en Malvinas, quienes cumplieron con su juramento de sostener la Bandera y defenderla hasta perder la vida. Los que sellaron nuestra soberanía con su sangre generosa. Los que volvieron y son faros de vida y el rostro de un puñado de argentinos resilientes, íntegros, que resisten y sueñan en grande. Cómo dice Nuestro querido amigo y VGM José Cruz: “Yo nunca fui abanderado. Pero hoy tengo el honor de ser el guardián de nuestra bandera”. Porque como dijo Belgrano, a la Bandera Nacional: "Debemos sostenerla de un modo digno, con la unión, la constancia y el exacto cumplimiento de nuestras obligaciones hacia Dios, hacia nuestros hermanos y hacia nosotros mismos (…) ¡Ea!, pues soldados de la Patria; no olvidéis jamás que nuestra obra de es Dios; que Él nos ha concedido esta Bandera, que nos manda que la sostengamos”.

Es nuestra responsabilidad tomar este ejemplo, para ser dignos hijos también de nuestra amada Argentina.