Hasta hace no mucho tiempo atrás era poco probable que se pensara en la relación de ciertas enfermedades cardiovasculares, respiratorias, el cáncer, la diabetes, los trastornos cerebrales o las afecciones del riñón y del hígado con la microbiota, es decir, con el conjunto de gérmenes que habitan el organismo humano. Sin embargo, el rol que cumplen estas colonias de bacterias, virus, parásitos, hongos y arqueas que viven en nuestro cuerpo tanto para contribuir a preservar la salud como para intervenir en mecanismos que desarrollan enfermedades se ha convertido en objeto de interés para especialistas de diversas áreas de la medicina y abre nuevas puertas en materia de prevención y tratamientos.
En la actualidad es creciente la evidencia que identifica el papel que juega la microbiota intestinal en la progresión de un conjunto amplio de enfermedades, entre las que se encuentran las renales crónicas, las hepáticas crónicas, las cardiovasculares y varios trastornos neurológicos, como el ACV, la enfermedad de Alzheimer, de Parkinson, o de salud mental, como la esquizofrenia.
“La hipótesis cada vez más documentada es que los microorganismos alojados en el intestino participan en la regulación de múltiples funciones, tanto a nivel gastrointestinal como en la función cerebral a través de su efecto en la inmunidad”, aseguró en una entrevista con La Prensa el doctor Christian Boggio Marzet, médico pediatra y gastroenterólogo, profesor titular de Pediatría y Gastroenterología de la Universidad del Salvador.
Boggio Marzet, quien dirigió el simposio MicrobiotaBA, que tuvo lugar la última semana en Buenos Aires brindó detalles sobre lo que se sabe hoy acerca de la microbiota y sus aliados, los probióticos.
- ¿Qué es la microbiota?
- Se denomina microbiota al conjunto de bacterias, virus, parásitos, hongos, arqueas, que habitan en todo nuestro cuerpo, pero que más del 95% se ubica en el tubo digestivo. Es una gran comunidad de gérmenes que viven en una relación de simbiosis con nosotros. Es decir que existe una comunicación entre las bacterias y nuestro cuerpo. Les damos a los microbios diferentes funciones, como es el caso de darle un lugar para poder anidar en el tubo digestivo, pero también los podemos encontrar en la piel, en los pulmones, en otros órganos, y además les proveemos la alimentación a esos microbios a través del moco intestinal.
Al mismo tiempo, los microbios nos dan un montón de otras cosas. Lo principal es que estos microbios, sobre todo las bacterias, lo que producen como parte de su metabolismo son una serie de ácidos grasos de cadena corta -el más importante se llama ácido butírico- y este ácido butírico es el combustible para la célula intestinal, para el colonocito. Nos ayudan a que el intestino pueda cumplir un montón de funciones, además de trabajar con el sistema inmunológico, que es el sistema de defensa del aparato digestivo, trabajando en forma bidireccional para que frente a un proceso infeccioso tengan una respuesta bien focalizada y orientada.
-¿Cómo se va modificando la microbiota a lo largo de la vida?
-Al nacer, la primera microbiota que vamos a adquirir va a ser a través del canal de parto. La microbiota de la vagina de la mamá tiene una alta concentración de lactobacilos. Y esa microbiota se va a ir desarrollando y diversificando cuando el bebé toma el pecho materno. La leche de la madre es una fuente de probióticos y de otras sustancias llamadas HMO, que son un tipo de azúcares que intervienen junto con la microbiota en el desarrollo del sistema inmune. Por eso la leche materna es un factor fundamental en el bebé para diversificar su microbiota. La microbiota del niño se va estableciendo y recién se hace estable alrededor de los tres años de vida. Esa microbiota permanece estable hasta llegar a la ancianidad, cuando se vuelve nuevamente inestable porque empieza a perder un montón de familias de microbios que son muy importantes. Por lo tanto, el adulto mayor y el bebé son las dos poblaciones en las que la microbiota está inestable, mucho más lábil y más propensa a que se altere.
-¿Qué factores definen la composición de la microbiota? ¿Cada microbiota es distinta entre una persona y otra?
-La microbiota es como una huella dactilar. Es diferente entre una persona y otra. Y, además, tu microbiota se va modificando por distintos factores. El principal factor que modifica la microbiota es la alimentación. El tipo de alimentación va a hacer que predominen determinados géneros, por ejemplo bacterianos, frente a otros. Pero también hay otras cosas que modifican la microbiota -para bien o para mal-. Por ejemplo, si tomamos un antibiótico vamos a modificar la microbiota para mal porque vamos a perder características.
Hay tres características que definen una microbiota “sana”, aunque nosotros le decimos “eubiótica”, esto es una microbiota equilibrada, una microbiota en condiciones ideales. Esas características son: diversidad, riqueza y abundancia relativa. Estas tres características definen a la microbiota como eubiótica, esto significa a favor de la vida.
- ¿Un antibiótico modificará la microbiota para mal porque matará determinadas bacterias?
- Sí. En el proceso de matar determinadas bacterias mueren otras que son buenas y que no tendrían que morir.
- Es decir que tenemos bacterias buenas y malas.
- Tenemos bacterias que son buenas y que contribuyen al mantenimiento de nuestro tubo digestivo y luego hay otro tipo de bacterias denominadas “proinflamatorias”, que aparecen cuando se produce algún trastorno o enfermedad.
-¿De qué depende que la microbiota sea eubiótica?
-Como mencioné, dependerá de las tres características que tiene la microbiota. La alimentación, el entorno, el ejercicio físico, las horas de sueño contribuirán a definir esas características. Hoy se habla mucho de ejercicio físico y horas de sueño como dos factores clave para mantener una microbiota saludable. Estas son cosas baratas, no tenemos que gastar plata para poder hacer ejercicio físico o para dormir más horas. Y eso es algo importante para cuidar nuestra microbiota.
-¿Las enfermedades generan desequilibrios de la microbiota o es al revés?
- No sabemos si es el huevo o la gallina. Pero sí sabemos que en el origen de muchas enfermedades hay un comportamiento disbiótico, un comportamiento alterado de la microbiota, que es lo que primero aparece antes de que aparezcan los síntomas de algunas de esas enfermedades.
-¿En qué enfermedades se encontró una relación con la microbiota intestinal?
- Una que es muy frecuente en nuestro medio, afecta a 1 de cada 80 personas, es la enfermedad celíaca. Este problema para poder digerir alimentos que deriven del trigo, de la cebada y el centeno, es una de las enfermedades donde lo primero que uno detecta es un comportamiento alterado de la microbiota y después aparecen los síntomas de diarrea, distención de la panza, etcétera.
-¿Enfermedades como el cáncer también pueden guardar relación con la microbiota?
-Sí, con el cáncer colorrectal. También con otras situaciones clínicas como el colon irritable, que es un trastorno que está vinculado directamente con la microbiota. Lo interesante de la microbiota es que tiene la capacidad de poder transversalizar prácticamente todas las disciplinas de la medicina. Esto es importante porque uno empieza a trabajar en interdisciplina con los pacientes, porque a veces requieren varias intervenciones de varios especialistas a la vez.
-¿El factor estrés es capaz de alterar la microbiota?
- Sí, el estrés puntualmente está demostrado que altera mucho la microbiota intestinal. El estrés crónico genera aumento de la permeabilidad del intestino, que es la capacidad de absorber del intestino, y modifica directamente la microbiota.
- ¿Qué se sabe hoy del vínculo entre microbiota y cerebro? ¿Qué relación tiene con enfermedades como el azlhéimer o el párkinson?
- Hoy en día hay muchos estudios sobre la relación de la microbiota con las enfermedades neurológicas. De hecho, cuando uno decide intervenir en algunas de estas enfermedades generalmente utilizamos determinadas cepas de probióticos. Los probióticos son organismos vivos que cuando uno los da en cantidades adecuadas generan un beneficio o cumplen una acción sobre el paciente. Hay probióticos denominados “psicobióticos” porque son probióticos que se ha evaluado su eficacia en diferentes situaciones con enfermedades neurológicas. Hoy podemos intervenir esa microbiota en pacientes con alzhéimer, en pacientes con párkinson, en pacientes con trastornos del espectro autista. Es decir que la patología neurológica puede trabajarse con el agregado de cepas probióticas.
-¿Qué beneficios se observan en estos pacientes mediante el agregado de probióticos?
- Se logra retrasar o ralentizar el comienzo de la enfermedad, en otros casos ayuda a mejorar algunas funciones -desde el punto de vista cerebral-. Hay diferentes cepas probióticas que pueden ayudar en estas enfermedades.
-¿Cómo se suministran los probióticos?
- Hay alimentos donde se ha agregado la cepa probiótica como una estrategia para mejorar y optimizar ese alimento. El más común es el yogur, que tiene generalmente agregado de lactobacilos. Hay otras cepas que se pueden agregar pero en general se utiliza el lactobacilo porque es el más estudiado en el yogur. Tenemos otros alimentos a los que se pueden agregar probióticos, como los quesos.
Después tenemos cepas probióticas que elabora la industria y los distribuye como agentes bioterapéuticos. Son suplementos de cepas probióticas. Ahí tenemos una amplia gama que va para diferentes afecciones. Lo importante de entender es que no cualquier cepa probiótica puede ir para cualquier afección. Las cepas probióticas están estudiadas en diferentes patologías específicas de acuerdo a la cepa. Por lo tanto, una cepa específica que trabaja muy bien para el tratamiento de la diarrea aguda, no va a servir para el colon irritable.
-¿El hecho de consumir alimentos con probióticos en personas que tiene una microbiota equilibrada puede perjudicarlos?
- No, para nada. Uno puede consumir probióticos toda su vida y el efecto siempre va a ser benéfico. Pero el efecto va a durar mientras consumamos el probiótico. A veces la gente me pregunta cuánto tiempo lo tiene que tomar. En realidad, es lo que ella quiera. A veces tomamos una cepa probiótica con un efecto que llamamos inmunomodulador porque lo que queremos es modular el sistema de defensa del sistema digestivo para que sea mucho más efectivo cuando se deba enfrentar a una situación infecciosa, no hay un tiempo específico.
Se ha estudiado en patologías como la diarrea donde se vio que tomarlo durante 5 días disminuye casi un día el tiempo de diarrea, mejora las deposiciones y su consistencia.
-¿Las personas que tienen una microbiota equilibrada realmente necesitan estos probióticos en alimentos o como suplementos?
-Si vos consumís un yogur que tiene probióticos, siempre va a tener un efecto benéfico. La pregunta es cómo sabés que tenés una microbiota sana. No es posible saberlo porque te tendrías que hacer un análisis de microbiota y hoy los análisis de microbiota tienen resultados bastante dispares, de acuerdo con dónde se haga y qué técnica se utiliza.
Sabemos que la mayoría de las personas están sometidas a niveles de estrés, que modifican la microbiota. Además, tenemos una alimentación que muchas veces no es la mejor, consumimos mucho ultraprocesado y procesado, eso también la modifica. Los argentinos comemos bastante mal y eso también influye.
-Es decir que son pocos los que tienen una microbiota saludable…
-No lo podemos saber. Pero si yo quiero tomar alguna cepa probiótica con un efecto inmunomodulador, lo puedo hacer. Hay algunas cepas que no sirven para un efecto inmunomodulador, hay otras que sí. Si tomo una que no tiene ese efecto ¿me va a hacer mal? No, vas a gastar plata nada más.
-¿Cuáles son los peores enemigos de la microbiota?
- El peor enemigo son los antibióticos. Son aliados en muchas infecciones que uno sabe que si no da ese antibiótico el paciente se puede morir, pero también tenemos que entender que ese antibiótico va a matar parte de esa microbiota buena que tenemos. Y hay algunos antibióticos que alteran más la microbiota que otros.
Los ultraprocesados, el estrés, la falta de horas de sueño, el sedentarismo son otros enemigos de la microbiota.
-¿Los azúcares?
-Los azúcares también. Los carbohidratos en exceso o el azúcar refinada, porque el carbohidrato es un alimento para la bacteria. Pero si lo tenemos en demasía, la bacteria va a producir muchísima fermentación, por lo que hay que tener cuidado. Y no todos los carbohidratos son iguales.
- En el último tiempo se estuvo hablando mucho en las redes sociales y en los medios del SIBO. ¿Qué hay detrás de eso? ¿Es algo publicitario?
-El SIBO es una condición, una situación que afecta el intestino de determinados pacientes y que consiste en un sobrecrecimiento bacteriano. ¿Qué es? Bacterias del intestino grueso migran hacia el intestino delgado y se ubican en un entorno donde normalmente no tienen que estar. Cuando hay bacterias o microbios que están en lugares donde no tienen que estar, hacen cosas que no se tienen que hacer. Eso genera más fermentación al paciente, le genera distensión de la panza, gases, cacas más flojas, tiene todo un cortejo sintomático muy florido. Por eso se hace un estudio, llamado test de hidrógeno, que permite detectar el SIBO. ¿Cómo se combate? Tomando antibióticos, que no tienen absorción y trabajan exclusivamente en la luz del intestino.
-¿Y efectivamente están viendo más casos de SIBO en los consultorios? Antes nunca se había hablado de esta condición…
- Tal vez se empezó a visibilizar más, quizás porque alguna persona un poco famosa decía “tengo sibo” como si dijera tengo cáncer. Y eso generó mucha angustia en la gente. Pero siempre lo que tratamos de explicarles a los pacientes es que el SIBO no es una enfermedad en sí. Es un síntoma que tiene el paciente. Uno puede tener SIBO porque tenés, por ejemplo, la enfermedad celíaca y entonces alteraste tu microbiota y podés tener un sobrecrecimiento bacteriano. No es el sobrecrecimiento bacteriano una enfermedad como tal, sino que es una situación que acontece ante determinadas enfermedades. El colon irritable, por ejemplo, genera muchas veces SIBO porque altera la microbiota. Pero el SIBO siempre existió. Tal vez puede haber un poquito más de prevalencia ahora porque comemos peor y porque hay factores que condicionan o ayudan al SIBO.
-¿Cuáles son los principales mitos que ha escuchado en los últimos tiempos vinculados con la microbiota?
- La primera es pensar que todos los probióticos sirven para todo. Hay un concepto que se llama “cepa especificidad”, esto significa que cada cepa probiótica, es específica para cada afección.
Otro mito es pensar que los probióticos no sirven o, por el contrario, creer que los probióticos pueden mágicamente curar enfermedades. No, el probiótico es un coadyuvante de los tratamientos médicos. El probiótico per sé no cura.
-Por último, ¿qué alimentos favorecen la microbiota?
- Una alimentación diversificada, que sea a predominio de frutas, de verduras, cereales, legumbres va a tener un efecto muy benéfico sobre la microbiota, porque ese tipo de alimentos tienen una alta proporción de prebióticos, que es el alimento para los probióticos, para las bacterias.